Los espejuelos.
Lawton, La Habana, 17 de febrero de 2011, (PD) Estela es una costurera que conoce su oficio hasta con los ojos cerrados, pero con sus viejos espejuelos ya no veía bien. Necesitaba unos nuevos para poder coser, leer y cruzar la calle. No le quedaba más remedio que graduarse la vista, así que acudió a la óptica más cercana.
Al llegar, no había optometrista. No obstante, como sabe que las armaduras se pierden, decidió garantizar esa parte y se probó unas que le sirvieron. Luego convenció ($) a una empleada para que se las vendiera. La misma le recomendó que se midiera la vista en la Óptica Valencia, pero al llegar allí, resultó que el optometrista se había ido para Venezuela.
Después de haber tenido que coger dos guaguas por gusto, Estela estaba incómoda. Sin embargo, no le quedó más remedio que llenarse de paciencia y acudir a su policlínico, en Coco y Rabí, Santos Suárez. Pero primero la mandaron al médico de familia, para que este le diera una remisión y así sacar un turno. Así lo hizo Estela, aunque los turnos tenían una demora de más de un mes.
Un mes después fue con la receta y la armadura para que le montaran los cristales. No lo podía creer cuando la empleada le dijo que solo había cristales para ver de cerca, porque la biseladora automática estaba rota. Aun así, se mandó a hacer los espejuelos.
Luego, como seguía sin poder ensartar la aguja, tuvo que pasar dos veces infructuosamente por lo mismo. En estos trajines se encontraba cuando una amiga le dijo que en la Óptica Miramar, en 7ma. Avenida, por cinco CUC gradúan la vista y no fallan.
Hacia allá fue Estela, y por fin pudo mandarse a hacer unos espejuelos con los que veía bien. Pero esta vez los cristales quedaron mal cortados. Cuando reclamó, le dijeron que no podían arreglarlos porque el equipo que calienta el plástico de la armadura estaba roto, y la mandaron para la Óptica Almendares, de la calle Obispo. Pero al llegar resultó que ellos no hacían ese trabajo, y la “pelotearon” a su vez para la Óptica Versalles, en Águila. En esta, el técnico le dijo que un cristal tan mal cortado no tenía arreglo.
Foto a la derecha de Marcelo Lopez .
En este ir y venir, más el tiempo que necesitaba para descansar las piernas, pasaron quince días, al cabo de los cuales regresó a la óptica de Diez de Octubre en busca de una solución. Entonces resultó que ya había pasado mucho tiempo, y había perdido la garantía.
Ahí fue cuando la rabia y la impotencia se apoderaron de ella, perdió la ecuanimidad y comenzó a pedir a gritos aquella invasión yanqui tan anunciada durante los últimos cincuenta años.
*Colaboradora de Primavera Digital. Maestra jubilada. Opositora vive en Lawton, La Habana.
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