miércoles, enero 16, 2013

En Cuba…, “tu servicio de salud es gratuito… pero cuesta”.

LA HABANA, Cuba, enero, 2013 -Mientras esperaba la consulta en una de las salas del Cuerpo de Guardia del Hospital Calixto García, vi los afiches que adornaban las paredes. Eran carteles informativos, que exponían los precios de algunos de los servicios médicos que ofrece el sistema estatal de salud, y que sin embargo, no se cobran directamente. El título se repetía en cada uno: “Tu servicio de salud es gratuito… pero cuesta”.
En el resto de las salas de espera colgaban otros afiches, con una muestra del costo de los Servicios de Estomatología, los Hospitales Ginecobstétricos (Segundo Nivel de Atención), y los Institutos (Tercer Nivel de Atención).
Lo primero que absorbió mi interés fue el laconismo de la palabra “pesos”, que por un rato me dejó en la incertidumbre de a cuál de los dos remitiría. Finalmente, asumí por el contexto que debía ser la “moneda nacional” (o peso débil), pues esa tarifa en “moneda convertible” sería demasiado escandalosa. Luego me fijé en los números, con esa cantidad de centavos que parecían de capricho, pues ya los antiguos “quilos” únicamente se ven en los bancos, y en las ofrendas religiosas. Y cuando se paga la electricidad o el teléfono, uno siempre deja la propina de un aproximado superior. Y los de la moneda convertible (o peso fuerte) hace años que no se usan en las tiendas de divisa, cuyos precios oscilan de cinco en cinco, por lo que –en la práctica– su escala centesimal se reduce a 20 unidades.
¿De dónde sacaron esos números, con 11, 39, y 76 centavos colgando? Además, las comparaciones entre los servicios son muy extrañas. ¿Así que una consulta de rehabilitación vale 5 centavos más que una consulta normal, y una “consulta de genética especializada” es más barata que las otras dos? ¿De dónde salieron esas cuentas, y qué significan?
Me es imposible conocer el origen de esos cálculos, pero sí puedo aventurarme en aclarar su pertinencia. Raúl Castro, como parte de sus reformas económicas, se ha empeñado en una batalla por reducir o eliminar “las gratuidades”, lo cual implica recortar el gasto público y los subsidios (por ejemplo, al “liberar” los productos que antes se vendían por la libreta de racionamiento, o disminuir los comedores obreros), mientras aumentan los impuestos. Resultado: el encarecimiento de la vida, pues no se potencian las fuerzas productivas endógenas que pudieran desarrollar la economía nacional –que no es lo mismo que la economía estatal.
¿Serán estos afiches un anuncio de la política futura?; ¿serán un guiño hacia la futura privatización de la salud, al estilo chino o estadounidense? ¿O serán una amenaza para promover el conformismo, un “mira lo que te estoy regalando, así que no te quejes”?
Pero, como sabe cualquier ciudadano informado del mundo democrático, no existen las gratuidades, sino las compensaciones. Alguien paga siempre por las cosas. No existen hadas madrinas en la economía. No obstante, el pueblo cubano paga dos veces por su salud. Primero, la paga con sus impuestos y con la plusvalía de su trabajo. De hecho, sólo con la diferencia entre el pago que le abona un Estado extranjero al gobierno cubano por los servicios de “colaboración médica”, y el salario real que se les paga a esos “colaboradores”, se cubren los gastos de la salud pública cubana. La misma receta vale para los estudiantes extranjeros de Medicina. Ese día, por ejemplo, me atendieron dos estudiantes de Guyana, que se alegraron mucho porque no las confundí con africanas, a diferencia de la mayoría de los pacientes.
El Estado produce burocracia, corrupción y represión, no riquezas. El Estado no financia al pueblo, sino a la inversa. Es el pueblo el que mantiene las arcas del Estado. Pero ese “mérito” le es escamoteado. Entonces, paga por segunda vez –aunque de forma indirecta, y simbólica, o más bien, usando el símbolo mítico de la “gratuidad”–, cuando le regala su voluntad política al gobierno, y renuncia al ejercicio de sus otros derechos. Y así, como el pueblo cubano tiene una “deuda impagable” (que incluye un matiz afectivo) con el Estado, al cual le debe lo más importante de la vida –o sea, la salud y la educación– debe pagarle, supuestamente, con las actividades (económicas y políticas) del resto de su vida, y por el resto de su vida, “ese favor”. Parafraseando el refrán popular: Cuentas oscuras, conservan la hegemonía.
Ahora voy a poner un ejemplo:
Mi padre trabajó durante más de cincuenta años para este gobierno. Trabajaba incluso desde antes del triunfo de la Revolución. Fue dirigente comunista. Hoy recibe aproximadamente 600 pesos cubanos de pensión estatal, y mensualmente debe pagar casi 100 pesos en la compra de las medicinas del “tarjetón”, que es una tarjeta, hecha de cartón, con la cual se controla la venta de medicamentos a quienes deben recibir dosis periódicas, o de por vida.
Si todo el presupuesto fuera visible, y cuestionable, ya estaríamos en democracia. ¿Por qué no se cuestionan los gastos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y del Ministerio del Interior (MININT), que han inundado de autos nuevos chinos  las calles de La Habana? ¡Ah!… No. Focalizan el gasto social.
Como dice un amigo, ahora todo vale, todo cuesta: la salud, la educación, el transporte, los servicios. Sí, vale todo…, menos mi trabajo.
*David Canela Piña. Nació el 27 de abril de 1981 en Ciudad de La Habana. Estudió en la escuela primaria Fabricio Ojeda y en la secundaria Otto Barroso, ambas en el municipio Habana del Este. Obtuvo la beca para el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas V. I. Lenin, donde se graduó en 1999. En 2006 se gradúa de la carrera de Letras en la Universidad de La Habana, con una tesis sobre la cosmovisión poética del escritor cubano Raúl Hernández Novás. Ha trabajado como editor, profesor de gramática, especialista literario, y ahora como periodista de medios digitales. Durante siete años vivó en Diez de Octubre, ahora vive en el Municipio Playa.

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