Por: Miguel Iturria Savón.*
La Habana, Cuba, mayo 2008.- Osvaldo Hernández, un obrero aquejado por el arco de la soldadura, llegó a la clínica del Vedado Cotorro, al sudeste de La Habana, pensando en un anestésico que aliviara su malestar. Tuvo que hablar fuerte para que la enfermera buscara al médico, quien le comunicó la falta del medicamento y la inutilidad de buscarlo en las farmacias del municipio. “Tal vez te resuelvan en el Hospital La Benéfica o en el Julio Trigo”, le dijo el médico mientras escribía la remisión.
El caso, por reiterado, no sensibiliza a los especialistas de la salud. Ellos atienden, recetan o remiten a los pacientes, pero no son magos. La remodelación de clínicas y hospitales no marcha pareja con el equipamiento técnico, el suministro de medicinas y la presencia de clínicos y enfermeras que vegetan en la pobreza y la desesperanza, por lo cual prefieren prestar servicios en Angola, Bolivia o Venezuela para esquivar las carencias y las consultas de 12 horas, sin almuerzo ni estímulos.
Las autoridades sanitarias quieren, pero no pueden garantizar la atención adecuada. En decenas de clínicas municipales se crearon salas de rehabilitación, cuidados intensivos, fisioterapia, acupuntura, laboratorios de emergencia y departamentos de Rayos X, ultrasonidos y regulación menstrual, proveídos con dispositivos de monitoreo, sueros, suturas y electros. En varias localidades ya no hay que ir al hospital para hacerse un drenaje biliar, examinarse la vista o atender a una gestante.
El problema radica en el mantenimiento a equipos e instalaciones, en el suministro de sus componentes, en las carencias de medicinas y en la movilidad del personal médico y paramédico, pues la exportación de especialistas a varios países por parte del gobierno cubano agrava el síndrome de la emergencia que padece el sector de la salud pública en la isla.
Las dígitos oficiales hablan de 37 mil médicos en “misión humanitaria” en una veintena de naciones que pagan en divisa. Nuestros medios de comunicación reportan diariamente la excelencia de los doctores en Bolivia, Guatemala, Nicaragua, Venezuela y otros estados, sin decir que los servicios externos acaban con la atención sanitaria en Cuba.
Para compensar, se han creado cursos de emergencia para graduar a médicos, enfermeras y técnicos en la mayoría de los municipios del país. Casi 900 auxiliares de enfermería ejercen con salario de enfermeras en Ciudad Habana, previa habilitación de unos meses, según una licenciada que acaba de retirarse y considera esto como un disparate. “Hasta hace poco, las enfermeras nos graduábamos en tres años de estudios y prácticas diversas. Obtener la licenciatura era más difícil”.
Algo similar sucede con la carrera de Medicina. “Ya se puede obtener el título de médico en las policlínicas del país. Las clases son a distancia, por teleconferencias, sin contactos directos con los profesores y casi sin práctica. Los muchachos se gradúan sin cubrir todas las especialidades ni examinar un cadáver”; informa una ginecóloga que dirige la extensión universitaria en un municipio capitalino.
Muchos especialistas piensan que el síndrome de la emergencia médica en Cuba tiene consecuencias impredecibles para la vida de miles de personas. Es tan difícil hacerse una radiografía como ponerse una prótesis dental, o encontrar a un médico que acierte y diagnostique el problema de los pacientes.
Cuando Osvaldo el soldador me habló de su odisea para conseguir un pote de anestésico que aliviara sus ojos, me acordé de las angustias de Pedro Fuente, Edilia García, Magalys Izquierdo y otros vecinos aquejados por el peloteo médico y la falta de medicinas para sus dolencias.
En cuestiones de salud, la emergencia y la improvisación conducen al naufragio.
*Periodista independiente cubano.Foto: Paciente cubano tomando un descanso en una facilidad médica en Pinar del Rio, Cuba
No hay comentarios:
Publicar un comentario