Armas de penetración masiva.
Ser
seleccionado en Cuba para cumplir una “honrosa
Misión Internacionalista” conlleva una ruptura de valores, consideraciones
personales y familiares y la sola decisión violenta el tiempo y el espacio. No
existe la menor duda que aún está por analizarse, las profundas huellas dejadas
en la sociedad cubana cuando cientos de miles de cubanos han sido y son
enviados a trabajar a sitios tan distantes como Siberia, Namibia o el Paraguay.
De
esta masiva experiencia sólo queda en lo personal: detritus de historias
inacabadas, excrecencias de la memoria confundidas por los razonamientos y los
recuerdos mezquinos, y sobre todo, un acontecer ya pretérito que todos tratan
de borrar de sus mentes. Nunca he entendido como una experiencia tan rica que
alcanza a tantos, e insertada en espectros
tan amplios en el orden geográfico y social, no es motivo de atención
por los propios protagonistas.
Los
cubanos que alcanzaron a participar en los eventos “internacionalistas’ tienen una especial tendencia a olvidarlo todo; sufren de una amnesia lacunar colectiva de
la cual no pueden sustraerse. Es una conclusión colectiva: “la misión fue, - o es -, una pesadilla,
igual de colectiva, y lo mejor es olvidar”.
En autor junto a otros cooperantes en el Palacio de Convenciones en Managua, Nicaragua 1987 |
No
lo creo así. Hay experiencias que todos
quieren soslayar pero muchas tiene un valor anecdótico que no se pueden
cuestionar y sirven de asidero a nuestra memoria para, entre otras cosas, poder
escribir, siempre que sea posible, con apego a la verdad. Y así hago.
Contemos
la historia, algo sórdida pero historia al fin.
Enviado
a trabajar a la República de Nicaragua como Médico Internacionalista, creí
conveniente insertarme en la sociedad nicaragüense toda vez que allí estaría
viviendo y trabajando durante dos años; también debido a mi interés por este
país que se había despertado desde que
fui seleccionado por el Ministerio de Salud Pública (¿?) para que fuera a
prestar mis servicios como Especialista de Medicina Interna (¿?).
Para
comprender un país lo mejor es relacionarse de inmediato con sus nacionales,
pero esta lógica no funcionó. Al llegar a la Brigada Médica que nos fue
asignada el Jefe de Brigada , un oscuro personajillo lleno de complejos y el
Secretario del Partido (PCC), un cínico y libidinoso ambulanciero; se reunieron
de inmediato conmigo para “leerme la
cartilla” y entre otras cosas se me informó que las relaciones, fuera de
las que se establecían durante y en relación al trabajo, respondían a un turbio
reglamento no escrito donde quedaban
excluidos los extranjeros (personas de otras nacionalidades radicadas en Nicaragua).Con
relación a los nicaragüenses; toda
relación amistosa, visita a las casas de los mismos , a sus centros de trabajo o de recreación; debía de
ser informada con antelación y estaba sujeto a aprobación o no por parte de la
Jefatura de la Brigada, de la Misión Médica Cubana en el país , o incluso de la
Embajada Cubana. Esta tortuosa agresión a la individualidad tenía explicaciones
porque se asumía que estábamos en un país en guerra y que corríamos peligro de
ser objetos de atentados. Aquello no se lo creía nadie, pero lo mejor estaba
por venir.
Días
después, cuando se sumaron otros cooperantes a la Brigada Médica, se convocó
una reunión. Ya me parecía algo raro que a pesar del círculo cerrado que
eran estas Brigadas, la información que se manejaba allí y lo que
era visible: como armas, uniformes, parque militar y documentos; en aquel
escenario deambulaban alguna jóvenes y otras no muy jóvenes nacionales, que a
ratos y respondiendo a una órdenes dadas mediante miradas; se perdían en la
privacidad de las habitaciones individuales. Y se dio la información sin
reservas ni medias tintas: estaba debidamente autorizado las relaciones con las
nacionales (léase nicaragüenses) incluso podían compartir todas las facilidades
de las brigadas, pero eso sí, cuando el número de “relaciones” superaban el
número 4 y se hacía evidente que
la relación afectiva se consolidaba, el cooperante debía llenar el modelo.
¡¿Llenar el modelo?!
En
efecto cuando se establecían relaciones afectivas, lo que pudiéramos llamar “soxuales” (sociales –sexuales), el Jefe
de Brigada echaba mano a un grupo de planillas o formas como se les dice por
estas partes y en todo solemne se la hacía llegar al cooperante cubano. La
planilla era un modelo impreso en una hoja “de
las largas” en Dito, tinta azul. En su primera página el cooperante debía
poner todos los datos de la compañera nicaragüense que compartía su afecto así
como la de sus familiares. Era tal la abundancia de datos que incluía las señas
personales de sus parientes. Al dorso de la hoja, el cooperante se encontraba
un primer aspecto donde debía de poner sus opiniones sobre las familias y sus
miembros, en relación a sus hábitos y preferencias políticas; un segundo
aspecto dejaba un margen de opinión de lo que el cooperante consideraba de “utilidad” futura en esta familia. La
planilla se hacía llegar al agente de la Dirección General de Inteligencia cubana (DGI), que radicaba en Managua,
Nicaragua y atendía la Brigada; un
sujeto rastrero y miserable por excelencia.
Obra
mezquina, cínica y sucia de la Dirección General de Inteligencia para ser
aplicadas en un país extranjero como forma de obtener información utilizando el
sexo, o mejor el Himeneo, de una masa
de cooperantes hombres a los cuales hay que utilizar de alguna manera; aún en
su intimidad. Qué golpe bajo, cuanta ruindad en
esto que obligaba a los médicos, enfermeros, y todo el personal a
prostituir su relación y que en no pocas ocasiones produjo consecuencias
aberrantes y desgarramientos. Había descubierto la utilización de las
armas de penetración masiva, en el exacto sentido de las palabras.
El
pueblo nicaragüense, su parte más pobre
y desprotegido, es un pueblo noble y de actitud amable para con los
extranjeros. Tenían una especial preferencia en el trato con los cubanos, pero
los dirigentes comunistas cubanos a todos los niveles, pisotearon a este pueblo
con la complicidad de los dirigentes sandino-comunistas, quienes poco le
importaban la soberanía y su integridad moral. Tratando de extrapolar un patrón
machista y promiscuó, los agentes cubanos de la DGI en Nicaragua, no tuvieron
el más mínimo recato de utilizar a los cooperantes en este innoble y canallesco
episodio por el cual debimos y aún debemos pedir perdón.
Las
relaciones sinceras que se establecían ,muchas veces eran tratadas por estos “jefecillos y agentes vela- portañuelas”
, de forma cruel; pisoteando los
sentimiento más puros de algunas parejas, y produciendo no pocos problemas
cuando, al margen de la sucia planilla , crecía un amor genuino que era
rápidamente desarraigado por la nefastas interpretaciones socio-políticas, que siempre
pasaban por criterios disparatados; solo producidos en nuestra tierra con más 40 años de
perversión del pensamiento. Criterios de difícil interpretación para aquellas
jóvenes nicaragüenses que solo entendían de amar y ser amadas.
Al
escribir este artículo, he dejado a un lado un sinnúmero de anécdotas que por
crueles nos haría palidecer; mientras que otras nos arrancarían la hilaridad.
Casos hubo en que se torció el Amor, mientras que en otros primó las actitudes
deshonestas que dieron paso a una suerte
de prostitución masculina que producía una relación vacía, que solo buscaba
garantizar la pacotilla de unos
empobrecidos internacionalistas cubanos que solo recibían como salario unos 2,5
dólares mensuales como promedio.
Tal
vez nos acerquemos más a la virtud desoyendo la conciencia y limitándonos a
decir la historia sin remordimientos ni temores. Contar algo produce un
acercamiento a lo humano, a lo que en realidad valió la pena vivir.
Al
terminar este artículo quiero dejar a un lado las sucias y viles maquinaciones de los servicios de
inteligencia del Castro-comunismo para recordar las cosas más positivas de
aquel pueblo nicaragüense que encontré inmerso en una guerra fratricida,
transitando el camino de la desesperanza y aguijoneados por la pobreza y la
desesperación; pero que nunca
olvidaron,-sobre todos los niños, de regalarme una sonrisa. Nada me pidieron a cambio.
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