martes, octubre 02, 2012

A propósito de la carta de médicos cubanos a Raúl Castro.

Por: Jeovany Jimenez Vega.
Cada día de este mundo, en uno u otro sitio, a las claras o solapadamente según la dignidad de cada cual, los profesionales de la Salud Pública cubana opinan sobre la calamitosa situación que viven. Pero esta vez no se trata de un comentario de pasillo más, sino que el pasado 20 de septiembre Cubaencuentro publicó una carta que circula ya por Intranet, vía emails o de mano en mano, donde presuntamente un grupo de cirujanos del Hospital Clínico Quirúrgico “Calixto García”, de la capital cubana, le exponen sin tapujos al Presidente Raúl Castro la deprimente situación estructural y funcional de esa institución.
Es cierto y lamentable que no está respaldado el documento por nombres concretos –lo cual lógicamente pone en dudas su autenticidad– aunque aparece adjudicado al Servicio de Cirugía de ese hospital. Siempre será mi precepto que respaldar con nombre y firma cuanto se escribe denota carácter y convicción de criterios, y evidencia además que se tiene el valor suficiente para defenderlos, por eso no desdeño el detalle del anonimato cuando se trata de algo tan peliagudo como el pésimo estándar de trabajo y de vida de los profesionales de mi sector.
Pero más allá de que el texto en cuestión haya salido de manos quirúrgicas o no, hay algo cierto que es más importante aún: que todo cuanto ahí se dice, dígalo quien lo diga, es una absoluta y dolorosa verdad, completamente extrapolable al resto de los centros asistenciales del sistema de la Salud Pública cubana. Aunque, sin dudas, siempre habrá casos peores; no olvidemos que hablamos aquí de uno de los hospitales más emblemáticos del país, el otrora Hospital Militar No. 1 fundado a finales del siglo XIX, así que pongamos las cosas en perspectiva: si el tronco desde el cual emergieron el resto de nuestras facultades de Medicina, y la meca de los hospitales capitalinos, ha perdurado durante décadas en el referido estado de deterioro, ya se podrá suponer la situación en los apartados hospitales municipales y en la red de policlínicos y oscuros consultorios desperdigados por la geografía cubana, constantemente elogiados con loas triunfalistas por una inescrupulosa prensa incapaz de decir la verdad.
La inatención crónica y el abandono a que estamos sometidos los profesionales de la Salud Pública; las pésimas condiciones de trabajo, de descanso y de alimentación; las guardias médicas de hasta más de 24 horas completamente gratuitas “… en un país donde las gratuidades se terminaron…”; el palpable deterioro de la mayoría de nuestros centros asistenciales; la escases, cuando no la falta constante de material usable, de medicamentos y de medios diagnósticos; la sobrecarga de trabajo no remunerado para suplantar a los colegas que parten a las misiones médicas en el extranjero; el salario miserable que se nos paga, el irrespeto que esto implica para un sector que importa más de 10000 millones de dólares constantes y sonantes cada año y la humillación que entraña que a pesar de esto se nos someta a la pobreza; el agotamiento mental y físico que genera mal alimentar a nuestras familias en medio de una economía caótica mientras sabemos bien que “…las destructoras huellas de la corrupción transitan con libertinaje singular…”; la archidemostrada indiferencia de los funcionarios ministeriales, partidistas y gubernamentales para escucharnos con respeto, la gran frustración que esto genera y la falta absoluta de objetividad de la prensa oficial para abordar con valentía y ética un problema que no se soluciona simple y llanamente por falta de voluntad política. Todo esto se dijo antes y se repite aquí, otras son las palabras y otras las manos que suscriben, pero la misma auténtica verdad es la que se escucha.
Tomando el toro por los cuernos, quienes escriben responsabilizan sin ambages al Gobierno cubano de esta situación y le exigen que sea resuelta. No se respira en el tono del documento sumisión, sino que está escrito con claridad, respeto y altivez –combinación que escasea en estos tiempos– presuntamente por profesionales en activo que cada día salvan nuevas vidas y que se sienten en extremo desatendidos, cuando no traicionados, por un gobierno, un partido y un Ministerio de Salud Pública que no hacen absolutamente nada para rescatarnos del abismo.
Haber permitido que un hospital tan prestigioso como el Calixto García se hundiera en semejante desidia hasta el punto de arriesgar seriamente su razón misma de ser, debió bastar para expulsar deshonrosamente de su cargo al Dr. José Ramón Balaguer Cabrera, Ministro de Salud Pública durante la mayor parte del tiempo referido en la carta, y máximo responsable, por lo mismo, del escandaloso desastre del Hospital Psiquiátrico de La Habana a principios de 2010, en el cual murieron decenas de enfermos mentales. Pero en lugar de recibir su merecido castigo aquel señor fue trasladado, con honores incluidos, a dirigir el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista. Aunque reconozcamos, en su defensa, que el Dr. Balaguer estaba bastante más ocupado en inhabilitar a los médicos que opinaban que en resolverle sus problemas, por lo que tal vez no oyó hablar nunca del dramático deterioro de las instituciones como el Calixto García.
A esta histórica Facultad de Medicina todavía me unen fuertes sentimientos, pues allí me formé a principios de la década del 90 bajo la tutela de eminentísimos profesores como la Dra. Mercedes Batule y el Dr. San Martín, cátedras vivientes que tuve el orgullo de conocer y que ya entonces ¡hace más de 20 años! sufrían hacía mucho ese ancestral abandono que le mencionan aún nuestros colegas a Raúl Castro. Recuerdo nítidamente que mi admiradísima profesora solía de vez en cuando acompañarnos al comedor central, y mientras nos hablaba afablemente sobre cualquier nimiedad, a mí se me estrujaba el alma de verla comer aquel cardumen insípido. Por desgracia aquellos profesores ya no están entre nosotros, pero vivo convencido de que hoy admirarían la dignidad de los valientes que no se resignan a bajar la frente ante la ignominia.
Ahora sólo resta ver cuál será la reacción del Ministerio de Salud Pública y del Gobierno cubano, acostumbrados a la furibunda intransigencia ante cualquier gesto que los cuestione. De repente, donde sólo hay un grupo de médicos que éticamente se dirigen a sus autoridades, algún tarúpido pudiera ver un “grupúsculo contrarrevolucionario”, o quizás una intentona de la CIA, o una facción de “mercenarios al servicio del imperio”; experiencias en cuanto esto tengo muchas, créame. Pero estos tiempos que corren ya no son los mismos. Sólo digo que en caso de que este documento fuera auténtico y se desatara una cacería más, esta vez mis colegas no estarían solos: Ciudadano Cero no se cruzaría de brazos y quien esto escribe correría cada riesgo hasta el final y lanzaría todas las batallas para redimirlos, porque es nuestro silencio el que nos mantiene en el fondo de este abismo; porque enfrentados a la indolencia cualquier polémica será mejor; porque vale todo intento para rescatar a la patria de los absurdos que “…van comprometiendo el futuro…” y porque cada paso adelante que se da, por más pequeño que sea, va mejorando definitivamente el mundo.

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