miércoles, febrero 24, 2021

MI TRANSITO TERRENO. Segunda Parte.

 Por: Dr. Jesús Bravo Espinosa.                                                                                                                

Después de la vacunación, cartas de Salud Pública proponiéndome la dirección del Hospital de Camagüey que rechacé- después del Hospital de Ciego de Ávila, que también rechacé argumentando Yo  adolecía del ingrediente necesario para dirigir algo, que no fuesen mis propios pasos-.     

     Llega el ataque a Playa Girón, un jeep del ejército se detiene en mi bohío, Dr. Bravo Ud. ha sido designado médico de un batallón de apoyo en Girón, con el grado de teniente. ¡Caray qué honor que me hacen! Me hizo recordar los últimos días de la dinastía Romanov, año 1917. Rusia en plena revolución, el Zar Nicolás II abdica a favor de su hermano Michael II – Caray qué favor me hace mi hermano- los bolcheviques asesinaron al zar y a su familia para después encargarse del desafortunado Michael II.

Pedí dos horas para despedirme de mi familia, “doctor de aquí a Girón, lo sentimos mucho” me responde el militar que hace de jefe. Al llegar me recibió el capitán Genio, asesino de la Sierra Maestra y ayudante de Raúl Castro, guajiro alto, delgado, de ojos azules, penetrantes y por supuesto analfabeto. Me muestra la metralleta y el uniforme de teniente que debo usar, “lo siento capitán, el bisturí y el estetoscopio o la metralleta y  prefiero los primeros”. El capitán algo molesto me dice “A Ud. también le van a disparar” -me dijo- “A no dudarlo capitán y además prefiero mi ropaje de médico rural”. Fueron 45 días indescriptibles de un médico en un batallón cuyo capitán y soldados lo consideraban apático a la Revolución ¡no podían rotularme de otro modo!

     Al día 45 a las  2 de la mañana me va a buscar al batallón un jeep del G-2 (DSE) y sin mediar palabra durante todo el viaje, me llevan a la comandancia provincial. El capitán Genio había informado a sus superiores los episodios que me tipificaban como desafecto a la Revolución.  En presencia del comandante, éste se banqueteo halagándome con todo tipo de improperios, vilipendiándome y vituperándome, vociferando que me iba a fusilar. Yo estuve calmo todo el tiempo, confiando bajaría el voltaje de afrentas, hasta que no pude más y más alto le grité, lanzando el jipijapa al suelo –que me fusilara-.

En eso surgió la voz salvadora del jefe de Medicina Rural que había sido invitado por el comandante y yo lo conocía del Hospital “Calixto García”, por supuesto, tan comunista como el comandante mismo. “No le haga caso comandante por favor este médico tiene un excelente expediente en la medicina rural y yo le garantizo a Ud. que no es contrarrevolucionario”. “Entonces retíralo de mi presencia” y de nuevo me devolvieron al Batallón.     

   Termino la medicina rural y fui a La Habana a recuperar la plaza en el Hospital “Calixto García”, pero ya la había perdido en manos de médicos revolucionarios. Entre 1963 y 1966 comienzo a ejercer en Ciego de Ávila; fueron tres de los años  más felices de toda mi historia. Mi consulta siempre llena en las tardes; por las mañanas en el Policlínico, pagando las guardias del hospital al Dr. Aragón.      

     Conozco a una jovencita de 17 años, estudiante del Instituto, tez rosada, inocente, dulce y tierna como jamás conocí, ¡era tierna y pura como el Ave María! Visito su casa tratando a su padre de un infarto del miocardio. Día a día en la puerta de su casa me despedía, imbuidos de esa dulce y extraña sensación que nadie jamás ha podido definir. Visité su casa como novio por primera y única vez en mi vida. Más nunca visité casa alguna en calidad de novio. La única novia, sin mimos ni pasión, solo era amor.

Por mi culpa, por mi grandísima culpa, por mi mea máxima culpa, como un relámpago en cielo claro y estrellado, se interrumpió el amor por poco usarlo, solo mi inmadurez de aquellos tiempos pudiera explicarlo. Fue aquel noviazgo fugaz como susurro sin luz y sin aliento. A muchos les habrá sucedido cosa igual, pero yo llevé en el pecado, en el mío propio……sempiterna penitencia.

     Ha pasado un tiempo prudencial, casi dos años, es domingo en la tarde y voy a la matinée del Iriondo, me detengo un rato en la taquilla, “no señorita yo no soy un médico espiritista”. Ya me lo habían preguntado varias veces. Entro, luces apagadas, recorro el pasillo en total oscuridad, con mi mano izquierda tanteo y logro encontrar un asiento libre y me siento. Acto seguido murmullo y cuchicheo de las chicas de alante y detrás. Ya puedo atisbar a mi alrededor las chicas volteaban la cabeza, pero ¡Dios mío! me he sentado al lado de A……, este asiento seguro es de su novio que aún no ha llegado o habrá salido tal vez de momento a algún lado. La adrenalina, noradrenalina, ácido vanillyl mandélico y 33 derivados corticales más se vertieron en mi circulación, sudoración profusa, casi me da un síncope, me levanto a duras penas y arrastrando mis pies, salgo por donde mismo entré, no me detuve hasta Honorato Castillo 110 Norte, nuestra casa. En esa época era yo emperador de la timidez a escala mundial.        

     Pido permiso de salida, la jerarquía del Partido y Salud Pública se quieren reunir conmigo: el jefe del partido, el Dr. Navarrete, el Dr. Castellanos, la Dra. Forn, etc. Me piden reflexione (de ahí vienen las reflexiones de Fidel), y reconsidere no abandonar el país, que yo era un médico producto de la Revolución, así me dijo el jefe del Partido. Señor, yo estudié durante la dictadura de Batista (debí decir la petit dictadura) con múltiples becas, la Revolución me quitó la plaza en el Hospital “Calixto García”, ganada por expediente y actualmente les trabajo gratis. “Doctor la Revolución es muy rica para que Ud. le trabaje de gratis”. Pues sepa que soy más rico que la Revolución, les veo 20 turnos en el Policlínico todos los días y, mi salario se lo entrego entero al Dr. Aragón por las guardias del Hospital ya que debo acompañar a mi madre por las noches por mi hermano enfermo.

Al otro día inicie mi castigo en Guayacanes y después 6 años en Baraguá, arropado por sus amables coterráneos.    

     Ahora estoy en el cuerpo de guardia del Hospital de Baraguá, son las 2 de la tarde, entra el capitán Botello con su grupo de acólitos, había sido rozado en la cara por una hoja de caña. Salud Pública nos había enviado un memorándum días antes –todos los pacientes que necesiten suero antitetánico después de las 12 M deberán regresar al día siguiente de 8 a 12 M. La enfermera lo cura y le dijo que volviera al día siguiente por el suero antitetánico. No lo hice porque el señor representaba la antítesis de lo que ideológicamente pensaba de la A a la Z, era por el memorándum aplicable a todos los ciudadanos de a pie en el Central Baraguá y por extensiva a su propia persona. Dos horas después el Dr. Navarrete (director municipal de Salud Pública) aparece en el Hospital reprochando a la directora la actuación mía negligente con el capitán Botello. Después de salir el Dr. Navarrete, la directora me cuenta el motivo de su visita. Acto seguido le dije que cuidara mi guardia que iba en mi carro por el Dr. Navarrete. Salgo a toda velocidad y lo paso en la Carretera Central y tuvo que detenerse, lo saqué del auto por el cuello ante los ojos atónitos de él mismo y de sus acompañantes, dos de ellos, amigos míos, me conminaron que lo soltara con la misma tonadita de siempre- que me podía costar la salida- lo que allí expresé a gritos solo lo saben ellos y ……la Carretera Central.

     El 9 de enero de 1971 a las 4:00 am, los pacientes esperando fuera del Hospital para turnos; 6 años de castigo, 1 año de medicina rural, 45 días en un batallón sin interludio entre tanta desesperanza y abismal espera. Concibo la idea de volverme loco, no de hacerme el loco, que para volverse loco solo es menester pretenderlos, del resto se encarga el sistema solar hormonal. Piñazos, golpes de todo tipo a las paredes divisionales se suceden acompañados de gritos y exclamaciones. El administrador del Hospital: “Bravo contrólate que te puede costar la salida” La salida, siempre la salida, para un castigado la salida implicaba sumisión, servilismo, miedo inusitado, claudicación del estereotipo que tipifica tu personalidad, incondicionalismo, conversión total y absoluta en una masa amorfa, en fin, la no persona.  Los pacientes afuera comenzaron a corear y gritaban en mi defensa, me apoyaban se sentían identificados con mi decisión de no trabajar para el tirano ni un día más.

Una hora después llega el G-2 (DSE) de Ciego de Ávila con Osbel Rodríguez, yo trataba a su familia en Ciego de Ávila, “Bravo arregla todas tus cosas que te vas mañana para Varadero, tu salida llegó hace dos años, pero estuvo retenida por Salud Pública”.

     El 11 de enero caminaba por las calles de Miami, pero recuerden: no siempre volverse loco da idénticos resultados….. (Los electroshocks).

Hago el curso de la Escuela de Medicina para el examen “Foreign”, dos  veces me llevan al podio a felicitarme por haber alcanzado el 1er. Lugar. Saco el Board de La Florida y el Board Nacional de Medicina Familiar, el mismo año. Dos veces se me ofreció en el Hospital Mercy el puesto de Chairman del Departamento de Medicina Familiar, pero nunca acepté. Trabajé 28 años en mi oficina y en el Mercy Hospital (donde actualmente soy Médico Honorario) y me retiré en el año 2002.

Final.

Foto: Portada del Libro:  Peripecias de un médico rural en la Cuba de los Castro y mucho más.

jueves, febrero 18, 2021

MI TRANSITO TERRENO. Primera Parte.

 

Un testimonio sobre las amargas experiencias por las que pasó un médico cubano en la primera década de la Revolución. Su autor, el doctor Jesús Bravo Espinosa nos presenta el fatídico devenir de un médico cubano que, estudia en la Escuela de Medicina y se ve sorprendido por una revolución que traía en su entramado tenebroso la violación del derecho. Las difíciles circunstancias de los médicos que fueron enviados a cumplir el Servicio Médico Rural y las azarosas condiciones de aquellos que pedían la salida del país; esto último una situación que los llevaba a experiencias limites en el trato cruel inhumano y degradante a que eran sometidos.

MI  TRANSITO  TERRENO. Primera Parte

Por: Dr. Jesús Bravo Espinosa*                                                                                                                

     Nací hace mucho tiempo en el Barrio “José Miguel Gómez”, municipio de Ciego de Ávila. Mi padre Román Bravo, era bodeguero de una sucursal de “La Comercial” del Central Stewart. Hogar humilde, rico en buenas costumbres y elevados principios; una hermana menor Bárbara, mi madre enclaustrada y sufrida por la enfermedad de mi hermano mayor Antonio; diagnosticado a los dos años de epilepsia, cuyos estatus epilépticos se sucedían con mucha frecuencia debido a la limitación terapéutica de los tiempos.

     Al terminar el 6to. Grado por consejos del maestro público, Pastor Águila, paso a la Escuela Primaria Superior de Ciego de Ávila. Allí hice el 7 y 8 grados y con el promedio de 99.91 en los exámenes para así obtener una beca para estudiar en Ceiba del Agua. Bastaron solamente 4 días para estar de regreso al terruño, porque mi sueño era estudiar Medicina y no estudios en una Politécnica. Matriculé en el Instituto de Segunda Enseñanza de Ciego de Ávila para cursar el bachillerato. Una vez finalizado me traslado a La Habana y me matriculo en la Escuela de Medicina. Me habían dado una beca del Municipio de 45 pesos mensuales, justo lo que cobraba la casa de huéspedes, por alojamiento y comida; de mi padre recibía lo necesario para cubrir el resto de mis gastos.

     En el tercer año de la carrera, la asignación mensual de la beca se esfumó y me di a la tarea de buscar una clínica donde trabajar. Ledón y Uribe (situada en Masón y San Rafael) fue esa clínica. Allí me daban alojamiento y comida amén de otros ingresos. Esta clínica se dedicaba al tratamiento de los “accidentes de trabajo”. En 5 año recibo una beca de la Escuela de Medicina con residencia en el Hospital “Calixto García” por mi expediente universitario; el beneficio venía acompañado de 85 pesos mensuales, alojamiento y comida, estos últimos jamás los utilicé ya que no eran comparable a los de la Clínica. 

     Por esos días y por embullo me presenté en el programa “Buscando Estrellas” de José Antonio Alonso y gané con la canción “Lágrimas Negras” dos semanas después en el canal 12 de TV hago una presentación en el programa de Fernando Albuerne y con la canción “Prohibido” gano el primer premio que repito también en la eliminación final. Esto hace que el Diario de la Marina ponga mi foto en “La Farándula” y me da Beca para estudiar solfeo y canto con el profesor Mariano Meléndez –tenor de la década de los veintes- y la pianista-arreglista Ángela Touza me preparó 12 números para emprender una gira junto a otros cantantes por Suramérica. Desistí del viaje en aras de la medicina, que fue siempre…… mi prioridad.

     Termino la carrera y por expediente tengo plaza de médico en el Hospital Universitario “Calixto García” mi deseo era seguir la carrera docente en el mismo Hospital, pero la dictadura tenía otros planes conmigo y me enviaron a la Medicina Rural por un año. Allá voy y heme ahora ahí en una esquina interior de un motor de línea que me lleva a mi destino rural…….Cristales (al norte de Majagua). La parte envolvente de mi figura llevaba de envoltura un trajecito negro, un tanto corto, de italiano corte con saco de redondeados bordes. A mi lado mi fiel compañero, flamante y reluciente maletín de médico que agarraba con las dos manos y que aún…..me parecían pocas. Este maletín me lo regalaron los amigos de mi pueblo después de mi graduación en homenaje “muy merecido que lo tengo” parafraseando a Miguel de Unamuno “La Generación del 98” que así le dijo al Rey Alfonso XIII en la entrega de sendos diplomas. Todos los que le antecedieron dijeron que el “honor era inmerecido”-  Unamuno replicó: “Su Majestad cada cual, con su verdad, ellos con su verdad y yo con la mía.”

     A los viajeros de aquel motor les parecía increíble que aquella figura extra planetaria, peripatética, pudiera suplantarles a sus excelsos curanderos (3 estrellas Michelin-3 estrellas Palace). Pues bien, aquel decimonónico motor de línea emitía estrambóticos ruidos; yo pensaba que eran las paralelas sobre las que se deslizaba, en lugar de líneas paralelas que por más que se prolonguen jamás se encuentran, estas se encontraban y desencontraban y aquel motor a no dudarlo, se iba a desarmar.

Pues bien, al llegar al fin a Cristales me alojaría en la casa de la dueña de los motores de línea, Adela, señora muy religiosa de aspecto virginal y maternal de exquisito trato que cohabitaba con las dos maestras rurales designadas a aquella región y justamente en frente del pequeño bohío donde tenía la oficina el “doctor”. Son las 10 de la noche, tocan a mi puerta, se desdibuja en el umbral de esta la figura de un guajiro y su yegua, me vienen a buscar, pasando quizás por delante del curandero de guardia……. su madre casi muere de incontrolables diarreas por 24 horas. Tomo dos sueros y debo subirme a la yegua flaca y demacrada detrás del señor, a horcajadas, sobre los huesos de las caderas del “Rocinante”.

    El sendero era abrupto y accidentado y por lo mismo la pobre yegua no se pudo lucir ante el extraño, con el paso fino sevillano que tanto había ensayado para la ocasión. En su andar una cadera subía la otra abajo -puro cachumbambé- al médico no le alcanzaban las manos para desesperadamente asirse a la anatomía del guajiro por donde acertara, casi todo el tiempo en el aire sin poder posar sus glúteos en la piel del jumento, loco por precipitarse al abismo que esperaba con los brazos abiertos. 45 minutos después estoy en el cuarto de la paciente, era una viejita bien entrada en años, por no mejor decir, bien salida en ellos. Yacía la casi fallecida en una colombina sin apenas moverse por las molestas contracciones musculares y calambres que se sucedían paroxísticamente. Un presto ayudante lanza una soga sobre el caballete para tratar de colgar el suero, no acierta y aquel mecate grueso se estrella contra el rostro de la infeliz agonizante, por fin con más cuidado acierta el señor, yo adivino una vena y ya está corriendo el líquido a toda velocidad. Le pongo un enema, que había en aquella época, de unos “polvos blancos astringentes” con un efecto de tapón de corcho. No podía irme hasta poner un segundo suero, que garantiza el trabajo y me dirijo a la habitación contigua, sala de recepción, con piso de tierra, encaminando mis pasos hacia el taburete pegado a la pared de yaguas. Súbitamente y en medio de la penumbra emerge una mano con un frasco de esmalte blanco y me brinda un poco de licor de mujer embarazada, malta con leche condensada. Yo que hacía rato mediaba sin éxito en cierta reyerta de mi intestino grueso con el delgado, me dije “quizás sea debilidad” pues desde que cogí el motor hasta ese instante solo agua había ingerido. Apresuré la bebida y pronto vislumbré el fondo de blanco esmalte, levanté la vista y observo por encima del jarro que varios vecinos y amigos, sentados en taburetes, me miraban bostezando y tragando en seco, disputándose en el subconsciente mi brebaje de gestante tan apetecido por ellos.

     Instalo el 2 suero, adiestro al señor del mecate de cómo retirar el suero y regreso al bohío en la misma yegua y pensando “cuan equivocados están todos con este particular medio de transporte y solo me falta….. un año”. Llego al bohío y heme allí sentado en una letrina sanitaria con las mismas diarreas de la viejita. Por fin terminó “la guapería intestinal” y me dije “verdad que no son tan feas las letrinas sanitarias”.

 Pocas semanas después descubro una incipiente epidemia de poliomielitis que reporto a Salud Pública y me envían mil vacunas inyectables.  En un jeep salí con dos guajiritos, después de enseñarlos a inyectar en mis propios deltoides (músculos del hombro), en tres días agotamos todas las vacunas en Cristales, La Reforma, Juan Criollo, Las Alicias, Arroyo Blanco, etc. Ya terminando la vacunación y subiendo una loma el jeep, que no tenía frenos ni emergencia, el motor se detiene súbitamente, los guajiros se tiraron fuera y dejaron solo al capitán del barco. Gracias a un enorme tronco se detuvo el jeep con tal estrépito que salí catapultado por sobre el parabrisas para aterrizar en el Hospital de Ciego de Ávila. Aquello que allí llegó era cualquier cosa menos médico, pantalones a raya verticales, camisa de rayón, botas que aun llevo puestas y sombrero jipijapa, amén de una cara cubierta de sangre, heridas contusas en frente y nariz, sucio y desvencijado. Me recibió el Dr. Ravelo, había que ver su simpática cara, pícaros ojos con gafas y negro mostacho, todo un poema escrutando al recién llegado para poderlo ubicar o era un australopiteco extraterrestre venido de saber Dios de qué ignota Galaxia o simplemente un carretero acabado de alzar una carreta de caña quemada del Central Stewart. ¡Cualquiera de ellos a perturbar mi paz solo ha venido!

Continuara………,

*El Dr. Jesús Bravo Espinosa es médico graduado de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Habana. Obtuvo plaza en el Hospital General Universitario “Calixto García” que le fue negada más tarde. Se dedica a la práctica de la Medicina en Cuba durante el Servicio Médico Rural y en Ciego de Ávila, Cuba. Se radica en Miami, FL y completa sus exámenes de revalidación de su título con excelente desempeño. Ejerce la medicina por 28 años y es nombrado Médico Honorario del Mercy Hospital. Se reirá en el año 2002. Reside en Coral Gables, Miami. FL.

lunes, febrero 08, 2021

La conspiración aplaudida.

 La estabilidad de una democracia no puede depender de maniobras arbitrarias, manipuladoras y mezquinas, con el único propósito de favorecer a una facción política. Nosotros no creemos en eso. Eso no es un juego limpio.

BY THE EDITORIAL BOARD 02.07.21

Está mal conspirar en contra del curso natural de los procesos electorales en Estados Unidos. Terrible, a menos que lo haga el Partido Demócrata, en contra de Donald Trump. Entonces, es laudable, deseable. Entonces, es una conspiración aplaudida.

Por meses la campaña del expresidente Trump denunció la conjugación de fuerzas para, de manera abusiva, arrebatarle la presidencia. Hoy la revista TIME publica un extenso reportaje en el que, de alguna manera, le da la razón al expresidente y a su campaña. No se trata de fraude. Se trata de la manipulación obscena para apuntalar la campaña del contrincante de Donald Trump; en este caso, Joe Biden.

En el reportaje, la periodista Molly Ball escribe sobre «La historia secreta de la campaña en las sombras que salvó las elecciones de 2020». Hablamos, según relata Ball, de cómo «una camarilla bien financiada de personas poderosas, de diferentes sectores e ideologías, trabajó junta, entre bastidores, para influir en las percepciones, cambiar las normas y las leyes, dirigir la cobertura de los medios de comunicación y controlar el flujo de información».


«Su trabajo (el de la camarilla), tocó cada aspecto de la elección. Lograron que los estados cambiaran el sistema de votación y las leyes y ayudaron a conseguir cientos de millones de dólares en fondos públicos y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de votantes, reclutaron ejércitos de trabajadores electorales y consiguieron que millones de personas votaran por correo por primera vez. Presionaron con éxito a las compañías de redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la desinformación y utilizaron estrategias basadas en datos para luchar contra las difamaciones virales. Llevaron a cabo campañas nacionales de concienciación pública que ayudaron a americanos a entender cómo se desarrollaría el recuento de votos a lo largo de días o semanas».

Lo que leemos en el reportaje de TIME es alarmante. Lo anterior es solo una pequeña síntesis de los esfuerzos. La manipulación fue amplia. La periodista perfila a Mike Podhozer, el asesor principal del presidente de la AFL-CIO, la mayor federación sindical, como el gran arquitecto de la conspiración. Pero son muchos los rostros; entre ellos, el de Mark Zuckerberg. Se concretó, a espaldas de millones de americanos, una conjura orquestada gracias a una alianza entre «activistas de izquierda y titanes empresariales».

Sin embargo, lo más aterrador de todo es que no se trata de una profunda investigación periodística. Los mismos protagonistas acudieron a TIME para, orgullosos, relatar sus testimonios. «Cada intento de interferir con el desarrollo de las elecciones fue neutralizado. Es muy importante que el país entienda que esto no ocurrió accidentalmente. El sistema no funcionó por arte de magia. La democracia no se ejecuta por sí misma», dice a la revista Ian Bassis, cofundador de Protect Democracy, un grupo no partidista que se denomina defensor del Estado de derecho. Y es, por esa razón, según escribe la periodista, que los autores quisieron relatar su historia: «No estaban amañando las elecciones, sino fortaleciéndolas. Y creen que el público debe comprender la fragilidad del sistema para garantizar que la democracia en Estados Unidos perdure».

Prepotentes, sin duda alguna. Y muy peligroso. La estabilidad de una democracia no puede depender de maniobras arbitrarias, manipuladoras y mezquinas, con el único propósito de favorecer a una facción política. Nosotros no creemos en eso. Eso no es un juego limpio.

Conspirar no es ilegal, es cierto. Tampoco lo es censurar, desaparecer al presidente de Estados Unidos de todas las plataformas de redes sociales, mentir, manipular, alterar las reglas y las normas, neutralizar la información que desfavorezca a un candidato y ocultar la corrupción de su hijo. Pero es bajo. Es inmoral y no debe ser legitimado por los americanos que confiamos en las instituciones de Estados Unidos.

Los americanos deben rechazar con energía los esfuerzos de quienes pretenden entrometerse en la labor que le corresponde a las instituciones y la Constitución. Avalar esta conspiración, revelada por TIME y perfilada como un impulso encomiable, es dejar el país en manos de las élites cuyo único propósito es resguardar sus intereses. Aunque los medios mainstream traten de mercadearlo de esa manera, no se trata de una conspiración plausible. Un grupo de poderosos ha cambiado, para provecho propio, el curso natural de los hechos.

Editorial Board

Fuente: AM ElAmerican.