sábado, julio 06, 2019

Fotografías icónicas, inmigración y sesgo.


Con demasiada frecuencia se define alguna fotografía como icónica, de la misma forma que se repite hasta el cansancio la traída frase de que: una imagen vale más que mil palabras. Por icónica (co), si nos referimos a una foto, se entiende algo  emblemático, alegórico, representativo, simbólico, distintivo. Esto y más puede ser una fotográfica que puede evocarnos: momentos, sentimientos y reflexiones más allá del tiempo. La fotográfica es arte y una fotografía icónica es buen arte, si vale por tantas palabras depende del efecto que tenga.
En los últimos días me he sentido conmovido después de ver dos fotos que revelan el drama de la inmigración. Sobre la inmigración, las fotos no son nada nuevo, pero eso sí, alcanzan una actualidad tal y se someten al escrutinio de tantos. Suelen ser usadas a su antojo por políticos y periodistas inescrupulosos. Es por eso que debemos detenernos en estas y otras fotos que muestran un sesgo tal en la información que confunde.  Como las noticias, o siendo parte de estas, la fotografía periodística suele ser manipulada e inclinada al antojo del que la interpreta. Esto, aunque no muestre una evidente falsedad, en tanto que es imagen, la interpretaciones que suelen acompañarla sí desdibujan la verdad.
La inmigración y sobre todo la inmigración ilegal y desordenada, es uno de los problemas más acuciantes en la actualidad. Es un desafío que alcanza a todos. No hay un día en que una noticia sobre la inmigración y los inmigrantes no nos inquiete, sobre todo, si viene junto a una imagen perturbadora. De todo esto echan mano los medios y los políticos que se nutren de las desgracias y el desconcierto.
Aylan Kouri, ahogado
Aylan Kurdi, un niño de 3 años de origen sirio apareció muerto en una playa de la isla griega de Kos; la foto de cuerpo del niño alcanzo a todos los medios de comunicación y produjo reacciones de pavor y solidaridad. La narrativa de una familia siria tratando de llegar a Europa, y el dramático final de dos de sus hijos y la madre produjo una avalancha de opiniones. La familia pagó cerca de mil dólares a los traficantes por cada una de las plazas del bote que salió  desde la costa turca, en Alihoca, cerca de Bodrum. Eran seis, pero el mar se cobró la vida de cuatro. Tres de ellos eran niños. Aylan ahogado en una playa, se convirtió en una foto icónica.
Uno de los argumentos manejados fue la forma desalmada  e infeliz de  mostrar la imagen del niño muerto ahogado; quien junto a su familia creían encontrar un lugar seguro. Se hizo de esta foto uso y abuso, manipulación desmedida y argumento visual atroz.
Estos hechos ocurrieron a mediados del año 2015. Un año después en Niza Francia, un terrorista islámico que conducía un camión arrolló a la multitud que había acudido a ver los fuegos artificiales con motivo del 14 de julio; de las 84 víctimas mortales 10 eran niños. Esta vez las imágenes no llenaban las expectativas del mensaje que se pudiera enviar a un público más amplio, a fin de cuentas lo que cuestiona a Occidente es la inmigración que no es aceptada; el terrorismo islámico es asunto que merece otro tratamiento. Fue así que las imágenes de los niños muertos no se mostraron (lo cual fue correcto) aduciendo las autoridades que evitaban que “se propaguen de manera incontrolada". La Fiscalía declaró  querer la destrucción del material "para preservar la dignidad de las víctimas y para que los yihadistas no puedan utilizarlo con fines propagandísticos".
Un niño muerto en Niza junto a su juguete
Aquí tenemos un ejemplo de manipulación y sesgo de una imagen fotográfica. Un niño ahogado en una playa de Kos es mostrada sin tener en consideración la dignidad de las víctima y su familia en tanto que las fotos de los niños masacrados en Niza se pretenden borrar o esconder. La imagen del niño sirio Aylan, ahogado, y la imagen de un cadáver cubierto en una calle de Niza junto a un muñeco de juguete, son y seguirán siendo fotografías icónicas. Todo esto a pesar del deshonesto sesgo cuando se les compara, las interpretaciones de estas  y el paso de los tiempos.
El pasado 23 de abril se conoció la noticia de la muerte, por ahogamiento, de decenas de inmigrantes cubanos que trataban de superar lo que se conoce como el tapón del Darién; camino a la frontera sur de los EEUU. La selva del Darién es uno de los pasos más peligrosos y por este inhóspito escenario geográfico pasan miles de inmigrantes, un número significativo de ellos son cubanos.
Ese 3 de abril, en el sector del Almira-Panama, decenas de cubanos desaparecieron y murieron como consecuencia de la crecida del rio Darién; que arrastró sus precarios campamentos después de intensas lluvias. Las noticias trascendieron cuando una testigo dio cuenta a un activista de DDHH en Costa Rica. Fue así que algunas páginas web de temas cubanos se hicieron eco de esta noticia. Ni el gobierno de Panamá, ni el de Costa Rica, menos aun el gobierno del régimen en La Habana, mostraron preocupación o dedicación alguna por este drama. Hasta la fecha no se sabe los nombres y el número de los desaparecidos,- presuntos muertos-, cuyos cadáveres desaparecieron en las orillas cenagosas del Rio Darién. Tal vez nunca lleguemos a saber de estos compatriotas que no llegaron. Hay un silencio de muerte. Los pocos que lograron ser enterrados; descansan para siempre en una fosa común del cementerio de la localidad de Bajo Chiquito en Panamá. 
Foto de arriba : Oscar y Valeria Ahogados en el Rio Bravo
Foto debajo: Cubanos ahogados en el Rio Darien 
Nada se habla de lista de fallecidos ni de investigación alguna; tampoco de la posibilidad de recuperar los cuerpos y repatriarlos a Cuba. A nadie conciernen estos inmigrantes cubanos, como no ha importado una tragedia que ya lleva 6 décadas. Nunca importaron los muertos en el Estrecho de la Florida como no conciernen estos, los de la selva del Darién. En estos días buscaba afanoso algún reportaje de las cadenas nacionales de televisión en los EEUU y el silencio fue la respuesta. Estos inmigrantes no murieron tratando de cruzar el Rio Bravo y por lo tanto no se les pueden endosar a la actual administración norteamericana.
Los cubanos continúan sumando muertes a esta horrible estadística que comenzó hace 60 años.  Unas pocas fotos donde aparecen los cuerpos de cubanos, mujeres y niños ahogados y semi sumergidos en el agua lodosa del Rio Darién, es el único testimonio de una tragedia que no ha sido objeto de una atención contrastada de los medios. Como si lo ha sido la reciente muerte de Oscar y Valeria Martínez, padre e hija, que hoy conmueve a buena parte de la opinión pública.
Fue el 23 de junio cuando Oscar Martínez, Tania Vanessa Ávalos y la niña de ambos Valeria trataron de pasar, padre e hija el Rio Bravo para llegar a los EEUU; ambos aparecieron ahogados en la orilla del Rio.  La imagen de los cuerpos de Óscar y su pequeña hija Valeria de solo 23 meses, ambos de El Salvador, conmovió a la opinión pública y consiguió la atención de los medios incluyendo, esta vez sí, a las cadenas nacionales de televisión en la Unión Americana.
El momento revelador y las argucias informativas de la progresía antinorteamericana eran recomendables. La imagen calaba hondo, había que utilizarla. Las polémicas en torno a las medidas discriminatorias de la administración norteamericana, el énfasis perverso en la figura del Presidente de los EEUU, los argumentos sobre las condiciones de los centros de detención en la frontera y la narrativa torcida de la izquierda,- así como-,  el oportunismo político del Partido Demócrata en plena campaña electoral, se encargaría de lo demás. La imagen estaba servida, solo había que echarle mano.
No debemos   soslayar que el problema migratorio es y seguirá siendo un asunto de suma urgencia; no solo para los EEUU sino para Europa y amplias zonas del mundo que se ven superados por cientos de miles de inmigrantes que llegan a otros países de manera ilegal y desordenada. Una cifra poblacional incalculable de asiáticos, árabes, africanos y centroamericanos se mueve hacia zonas donde buscan mejores oportunidades y bienestar. El conjunto de naciones, los organismos internacionales y las poblaciones en general, no están preparados para este problema y no  hay solución para esto.
Entonces vienen los argumentos de las menesterosas familias que huyen de la pobreza, de la inseguridad, del abandono de los gobiernos fallidos; de los pueblos que sucumben a la corrupción y el despropósito. Hay que irse quién sabe para dónde.
A pesar de las advertencias de la madre, de las familiares y de las autoridades, la intención de cruzar era apremiante para la familia Martínez . Decían que tenían miedo por cómo se estaba poniendo la situación (en México) con los migrantes por la presión de Trump; por eso decidieron cruzar el río. Allí murieron padre e hija.
Esto es lo que dicen los medios, el drama poco importa: Los cadáveres aparecieron este lunes. Un fotógrafo los inmortalizó en una instantánea que ya se ha convertido en símbolo del éxodo centroamericano y ha devuelto a Washington el debate sobre la crisis migratoria, que promete ser eje de la campaña presidencial de 2020. Esa imagen, cuya publicación también ha generado controversia entre los medios, es la que ha evitado que la muerte de este padre y su hija haya pasado inadvertida en la prensa norteamericana.
El salto de esta fotografía y su impacto ha sido comparado con la del niño Aylan, pero esto poco importa; lo que interesa es tratar de usar el tema de la inmigración y el papel de la administración norteamericana. Caldear los ánimos de todos, con una campaña electoral que se vislumbra como de intensa confrontación y de ruptura de la estabilidad social de la gran nación, que es América.
Hasta el Papa, quien seguro tiene ante sí la situación de cientos de tragedias de inmigrantes como esta, ha encontrado tiempo para opinar sobre el drama de la familia Martínez, padre e hija ahogados en el Rio Bravo. En un comunicado difundido este 26 de junio, Alessandro Gisotti, director interino de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, señaló que “el Santo Padre ha visto, con inmensa tristeza, la imagen del papá y de su hija muertos ahogados en el Río Grande mientras trataban de pasar la frontera entre México y los Estados Unidos”. A ver donde dejó algo de esa tristeza, para con los inmigrantes cubanos ahogados en el Rio Darién en Panamá.
Hay una dedicación, en esto de la inmigración incontrolada a la hipocresía política, el inhumano cinismo y la manipulación enjundiosa de sectores proclives a la confrontación y el encono. En medio de esto hay una actitud sesgada para con los eventos migratorios, está lo que representa el mensaje de una fotografía. Es por eso que he puesto la foto de la familia salvadoreña ahogada en el Rio Bravo y  las fotos de los inmigrantes cubanos también ahogados en el Rio Darién.(ver foto)
Cuando terminaba este artículo, encuentro asidero argumental en un artículo de opinión del escritor y pintor cubano, Juan Abreu, quien vive en España. Abreu escribe lo siguiente:
¿Entienden ahora por qué me repugna cómo usan al pobre niño muerto en el río y a su padre para su vil politiquería progre antiyanki y anti Trump. Trump que, naturalmente no tiene culpa alguna de que gobiernos ineptos y ladrones sean incapaces de ofrecer una vida decente a sus ciudadanos, y sobre todo no es en absoluto culpable de que un padre haya decidido meterse con su hija en ese río.
Mientras me detengo en la caricatura de un sonriente Trump que observa con desparpajo los cadáveres de Padre e hija ahogados ; vuelvo a las palabras del Presidente recién electo del Salvador, Nayib Bukele, sobre estas muertes: “Podemos culpar a cualquier otro país, ¿pero y qué de nuestra culpa? ¿De qué país huyeron? ¿Huyeron de EE.UU.? Huyeron de El Salvador, huyeron de nuestro país. Es nuestra culpa"
Vamos que ya aparece la decencia política. Empecemos por señalar a los culpables que son muchos y muy variados.
Fort Worth, TX. 3 de julio de 2019
* Médico Especialista en Oncología. Profesor Instructor de Farmacología de la UH. Consultor de GLG. Blogger. Contribuye con artículos de opinión sobre Cuba en distintos sitios web sobre Salud y DDHH, entre otros. Fue columnista en la sección de opinión del periódico  Panorama de Fort Worth, TX, de forma regular. Sus contribuciones abarcan temas variados. Ha publicado los libros: “La Habana bien vale unos títulos” y “Notas sobre la religiosidad del cubano bajo una dictadura prolongada”.


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