continuación...,
El Colegio Médico Nacional de Cuba en la
plenitud de su desarrollo histórico (1950-1958). [fragmentos…,][i]
Pero,
los padrinos no pudieron ponerse de acuerdo en que quien había ofendido a
quien, y si era cierto que el Dr. Aldereguía, con sus calumniosas acusaciones
…, habíase hecho merecedor de mi epíteto de “viejo loco”. El consenso
del Tribunal de Honor fue de que no había habido ofensa en mis palabras y así
lo hizo saber en un documento de honor que cerró este episodio.
Era
esta la personalidad de Gustavo Aldereguía . Brabucón por excelencia ,
mete-miedo por costumbre, irresponsable en sus calumnias, quien creía que, a
base de sus verbosidades panfletarias podía atemorizar a sus antagonistas
políticos. Ya semejante actitud le valía que el Dr. Augusto Fernández Conde, al
ser ofendido por prosaicas palabras del Dr. Aldereguía, le retase en memorable
ocasión a un duelo personal, que esta vez sí se llevó a efecto y donde Augusto
Fernández Conde le demostró con su valentía proverbial que tampoco a él se le
podía venir a calumniar y a meter miedo con sus bravuconerías.
Dr. Gustavo Aldereguía |
En
otra ocasión memorable, actuando como vocero había, Gustavo Aldereguía durante
la Asamblea Médica Nacional celebrada en La Habana [1956] puesto en suspenso a
la Asamblea alegando que, tenia en un rollo de papel que agitaba en las manos
maniacamente mientras hablaba, las pruebas de que el Dr. Augusto Fernández
Conde había llevado a cabo delictivas acciones como Presidente del Colegio
Médico Nacional. Era el año 1956 y al pedírsele al Dr. Gustavo Aldereguia que
mostrase las pruebas que decía tener contra el Dr. Fernández Conde, vino a
aparecerse como pruebas con uno de sus mentirosos y usuales panfletos políticos
llenos de diatribas. Aquellas eran las pruebas de Aldereguia uno de sus comunes
panfletos llenos de mentiras sin base, producto de su calenturienta imaginación
comunista. Los delegados a la Asamblea que habían sido llevados por la verbosa
oratoria aldereguina al suspenso absoluto , pronto se volvieron , en medio de
acusadoras recriminaciones contra Aldereguía por mentiroso ofensor al decoro
que caracterizó aquella solemne apertura de la Asamblea Médica Nacional de
1956.
De
los muchos discursos modelos de oratoria
asambleistica que le he escuchado al Dr. Fernández Conde, uno de sus mas
brillantes fue el que dedico a ripostar las calumnias sin base de Aldereguía.
Sus palabras finales , que nunca olvidare y que pusieron de pie a toso los
delegados fueron, “el verdadero valor esta en saber distinguir entre la
temeridad , que tan irresponsable ha demostrado el Dr. Aldereguía esta mañana
aquí, y la cobardía “. El Dr. Aldereguía acababa de ejecutar uno de los
papeles más ridículos qu e he visto en
mi vida. Y no solamente se sumió en el ridículo a si mismo, sino que arrastró
con él a sus partidarios cuyos escasos delegados a la Asamblea , no sabían
dónde meterse después de aquel fiasco. De más está decir que el aplauso unánime
y la humillación de Aldereguía y de los demás miembros de su partido fue tan
aplastante que fueron derrotados totalmente en las elecciones que siguieron a
aquel episodio asambleario. Ni un solo delegado al Comité Ejecutivo del Colegio
Medico Nacional pudieron elegir.
Este
fue Gustavo Aldereguía de triste historia después durante la Asamblea histórica
de Santiago de Cuba en diciembre de 1959 durante la cual sus mas preclaros
argumentos fueron, escondido dentro de la tropa de choque del partido
comunista, endilgarle los peores epítetos del idioma castellano a las
progenitoras de cuanto orador usó de la palabra .
El
gobierno comunista de Fidel Castro le premió años después sus procacidades con el
puesto de nada menos que Embajador de Cuba en Yugoeslavia; dedicando los peores
epítetos para sus camaradas comunistas yugoeslavos , a los que él no consideraba
verdaderos comunistas, después de haber vivido por unos meses en su propia
guarida.
Dr.
Eduardo Amado – Ledo [1974]
[i] Fragmentos del libro: Amado-Ledo, E.
(1974) El Colegio Médico Nacional de Cuba y la Revolución Castro comunista.
Caracas, Venezuela: Dr. Hildo Folgar. pág.: 14-16