“Al
menos la salud es gratuita en Cuba, si no, me hubiese muerto” me dijo mi
padre mientras conversábamos sobre su enfermedad sentados a la mesa de mi casa.
Mi papá tiene 51 años; es un hombre robusto y fuerte, de apariencia saludable,
pero tiene cirrosis hepática. Nunca ha sido alcohólico, ni siquiera bebe; pero
hace 30 años, por negligencia médica, le contagiaron el virus de la Hepatitis C
en una transfusión sanguínea al operarse la garganta. Mi padre desde entonces
se convirtió en donante y realizó múltiples donaciones hasta que en una de
ellas, 20 años después del contagio, le detectaron la enfermedad. En aquel
momento ya su hepatitis era crónica y, desde hace poco, se convirtió en
cirrosis. Como “compensación” por la
negligencia, el estado le da prioridad en los turnos médicos, algo que mi padre
agradece. Este servilismo me inquieta. -“¿Cómo puedes agradecerle a quien te
robó la salud?, tú no estarías enfermo si el estado hubiera hecho bien su
trabajo. En cualquier país civilizado te indemnizarían y aquí te recuerdan que
“te dan prioridad” para que se lo
agradezcas.”-
A
la conversación se sumó mi abuela de 77 años, que hoy cobra una pensión de 192
pesos cubanos (8 USD) al mes. Ella tiene una úlcera en el estómago. A los
pacientes con esta situación los médicos les aconsejan alimentarse con leche y
malanga; y se les concede una dieta extra a la canasta básica racionada con un
precio reducido. Para poder acceder a esta dieta mi abuela tiene que someterse
cada año a una endoscopia donde le introducen por la boca un tubo para ver su
úlcera, y sólo así, el médico le autoriza a poder adquirir estos alimentos.
Este año, por el dolor tan grande que le causa el endoscopio, ella se negó a
realizar la prueba, y a pesar de que los médicos le informaron que su enfermedad
no tiene cura, hoy mi abuela no recibe dieta.
Uno
de los llamados `logros de la revolución´
fue incrementar el acceso a la sanidad a lo largo del país y hacerlo de forma “gratuita”. La televisión cubana y otros
medios de comunicación oficiales se encargan de repetirnos frecuentemente la
importancia de este “logro del socialismo”.
Yo me pregunto a qué policlínico van los periodistas del Granma, obviamente no
debe ser al mismo al que voy yo. Tal vez sea que se refieren al sistema
sanitario de los años 70 y 80 que, dicen (yo soy demasiado joven para saberlo),
funcionaba.
Hospital
en #LaHabana donde no van los extranjeros
ni los militares más “heroicos”. Foto
del autor del artículo.
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La
masificación de la salud ocurrió en mi país hace cinco décadas, a partir de lo
que conocemos como el consultorio médico. Este proyecto tenía como objetivo
garantizar el acceso de toda la población a la atención médica primaria, por lo
que el estado repartió a un especialista de la salud por cada barrio, el médico
de la familia. Recuerdo con mucho cariño a Susana, la doctora que vivía en la
esquina de mi casa y me atendía cuando era pequeño. Ella conocía a cada vecino
a la perfección. A veces no importaba la falta de medicamentos o el mal estado
del consultorio o policlínico, ella te inspiraba tanta dulzura y confianza que
hasta yo aprendí a no tenerle miedo a las inyecciones. Estos doctores fueron
ubicados en los consultorios médicos, construcciones de dos plantas propiedad
del estado, donde abajo hay un pequeño local de consulta a la población y
arriba una vivienda para que viva el médico con sus familiares.
Muchos
de ellos después de tantos años ya se han retirado o bien han dejado de
trabajar para Salud Pública, sin embargo, al no tener otra vivienda donde
mudarse se han quedado viviendo en estos consultorios. En otros casos después
de muchos años de usufructo la ley permite que los médicos obtengan la
propiedad de la vivienda, dejando así huérfano el concepto original del
proyecto. Hoy, ya Susana no vive en la esquina de mi casa, en el consultorio
vive un señor que trabaja en un hotel. Así ha ocurrido en muchos lugares del
país. Ese acceso sencillo y cercano a la atención médica primaria ha perdido su
masividad.
El
punto clave de este tema es la gratuidad aparente con la que el gobierno cubano
hace campaña; y justo aquí comienzan los sobornos. Un turno médico puede
conseguirse de forma inmediata llevándole un regalo al médico, desde una
merienda hasta dinero, en dependencia del caso. “Ayúdame que yo te ayudo” es la frase que se escucha mucho en Cuba
cuando alguien quiere sobornar sin tener que decir “te voy a pagar”. Este método funciona en todas las escalas, desde
resolver una cama en un hospital hasta la disponibilidad de unos rayos x. Un
ejemplo es lo que ocurrió hace poco en el Hospital Maternidad Obrera, el
director tenía montado una consulta privada especializada en cirugía estética;
por supuesto, usando recursos estatales y cobrando en dólares lo cual, además
de ilegal, es una irresponsabilidad social. Este caso terminó con prisión y
anulación del título de medicina a los implicados en el tema.
Esta
situación es consecuencia directa de los salarios de los médicos y el poco
incentivo que reciben del estado. El salario de un médico oscila alrededor de
los 600 pesos cubanos (25USD) al mes, que alcanzan para muy poco. Muchos
especialistas de la salud se han desvinculado del sistema, algunos se han ido
del país y otros trabajan en el sector del turismo, donde gracias a las
propinas de los extranjeros, hoy ganan 40 veces más que salvando vidas.
Nuestros médicos sueñan con “el viaje”
a Venezuela ¡y ahora a Brasil! Es la única forma de ganar algunos dólares. Por
supuesto, en la selección para el envío internacional sólo califican los
mejores, que dejan un espacio vacío en la atención nacional. Brasil paga por
cada médico más de 4000USD al mes, pero este dinero no llega al doctor bien
preparado y dispuesto que se fue a trabajar día y noche para ayudar a su
familia; este dinero se le entrega al gobierno de Cuba que luego le paga al
médico menos del 10%. Pero claro, este
irrisorio 10% representa 16 veces lo que gana en Cuba, y con este mecanismo de
explotación, los médicos cubanos sobreviven y el gobierno de mi país recibe la
divisa que tanto necesita.
Ante
el déficit nacional de médicos, agudizado por estas misiones internacionales,
estudiar medicina se convirtió en una carrera priorizada en Cuba.
Hoy
en día, hasta los estudiantes preuniversitarios con los promedios más bajos
pueden optar por estudiar esta carrera. Los profesores de la universidad se
quejan de que no pueden suspender a sus estudiantes en los exámenes cuando no
cumplen los objetivos del mismo. Carlos, un profesor de la facultad de medicina
me contaba: “Los profesores que suspenden
a estudiantes de medicina en Cuba se pueden meter en serios problemas. Lo que
importa es la cantidad de médicos graduados y no la calidad de los mismos. El
objetivo es exportarlos y mientras más haya: mejor.” Por supuesto, en Cuba hay excelentes doctores,
no es mi intención opacar el mérito que se merecen. Conozco a muchos que les
apasiona la medicina, que lo hacen de corazón y que prueban ser excelentes
profesionales. Justo eso es lo que necesita mi país, médicos de vocación, no de
súper-producción nacional como la papa o la caña de azúcar.
Ya
en la mesa de mi casa éramos varios debatiendo. Además de mi padre y mi abuela,
se incorporaron mi madre y dos vecinos. Todos coincidimos en un punto. El
gobierno de Cuba dice que los bajos salarios estatales son debido a las
subvenciones y gratuidades como la salud. Entonces, si mi mamá que es
científica y gana 30 USD al mes pero que con sus manos le genera miles de
dólares al gobierno… ¡Tenemos el sistema de salud más caro del mundo!
Fuente:
Blog de Yusnaby Pérez.
*Bloguero
y escritor cubano. Amante de la democracia, la libertad y los Derechos Humanos.
Defensor de la pluralidad de criterios y modos de expresión. Vivo en La Habana.
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