El Dr. San
Martin fue mi profesor de Medicina en el año de 1971, después que de manera circunstancial
me trasladaron de Clínicas Altos a la
Sala San Martin. Esta es una nota, la única que hay en la red, sobre este
destacado profesor de Medicina Interna. Aquí la dejo.
24 de
septiembre de 1996 la medicina cubana sufrió un duro golpe al perder uno de sus
miembros más ilustres: el Profesor Antonio San Martín Marichal, internista de
ilimitados recursos que supo mantener en alto el prestigio que ha caracterizado
siempre a nuestra medicina.
Nació en un
hogar humilde en la Ciudad de La Habana el 8 de diciembre de 1922, cursó su
primera enseñanza en la Escuela Pública No. 87 de La Habana, donde dio muestras
desde entonces de su inquietud investigativa, pues solía dedicar horas de su
tiempo al estudio de pequeños animales que disecaba con los escasos
conocimientos de su edad.
En el
Instituto No. 1 de La Habana hizo sus estudios de bachillerato en Ciencias y
Letras. En 1941 ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de La
Habana. Fue alumno interno por concurso los 2 últimos años de la carrera.
En 1948,
recibió el título de Doctor en Medicina y, a partir de entonces, comenzó a
ejercer como médico en el Hospital Universitario "General Calixto
García", en cuya Cátedra de Tuberculosis inició su carrera docente, donde
se mantuvo activo ininterrumpidamente y donde, precisamente, falleció.
Fueron 48
años de prolífera y profunda labor asistencial, docente e investigativa que
dejarán su huella imborrable entre los vetustos pabellones del querido
"Calixto".
Foto a la derecha del Hospital Calixto Garcia donde el la Sala San Martin desarrollo su labor docente. No tengo foto del Profesor San Martin.
Su carrera
docente comenzó en 1953 en la cátedra de Patología Clínica e Higiene
Terapéutica de las Enfermedades Tuberculosas del Hospital "Calixto
García", primero como adscripto y luego como instructor, donde se mantuvo
hasta 1960 en que pasó a Medicina Interna como profesor interino, fue nombrado
Profesor Titular en 1962. Prestó asesoría docente en las facultades de Santiago
de Cuba, Villa Clara y Matanzas en los momentos en que éstas fueron abiertas.
Su larga y fructífera vida docente dejó para nuestro país un inmenso caudal de
descendencia en profesionales médicos, muchos de los cuales hoy son
prestigiosos profesores que llevan sus enseñanzas como un sello indeleble y que
han hecho del Profesor San Martín un Maestro de Maestros.
Quiso el destino
que durante 26 años, los últimos de su vida, laborara en la Sala San Martín y
muchos pacientes, alumnos y trabajadores creían que a él se debía el nombre de
la sala, ¡tanto era el prestigio que tenía! Hoy pudiéramos decir que este hecho
casual tendrá que ver con él para siempre.
Su profundo
conocimiento de las ciencias básicas, su dominio de la semiología y su
insaciable adquisición de conocimientos hicieron de él el ejemplo más vivo de
un clínico eminente, de un internista acucioso cuyas valoraciones en el terreno
diagnóstico y disertaciones en grupos se convirtieron en sesiones de alto nivel
científico y disfrute colectivo; era habitual que estudiantes, médicos y
profesores del hospital, de otros centros asistenciales de la ciudad y de otros
lugares del país vinieran a él en busca de ayuda para familiares y pacientes.
Estuvo
presente, por llamado de las autoridades ministeriales, en casi todas las
epidemias de origen oscuro o conflictos con repercusión para la salud de la
población que ocurrieron en el país, como la fiebre tifoidea de Bayamo, el
síndrome de distensión abdominal de Camagüey, la intoxicación por talio del
Hospital "Fajardo", etc.
Su inquietud
científica lo llevó a investigar en el terreno clínico una serie de procesos
que han afectado a nuestro país y cuyas causas pocas veces pudieron ser
demostradas; dedicó años al estudio del síndrome de distensión abdominal, la
trombosis de los vasos centrales de la retina y la polineuropatía epidémica;
sobre todos ellos enunció hipótesis y describió mecanismos que daban
explicación a etiologías que no habían podido ser demostradas con anterioridad.
Infinidad de pacientes con estas enfermedades acudían diariamente a su consulta
del hospital solicitando su ayuda y refiriendo logros evolutivos en sus síntomas.
La investigación sobre la trombosis de los vasos retinianos fue seleccionada
como el trabajo de mayor valor científico y originalidad entre los presentados
en el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana en 1989. Es
incalculable el caudal de información inédita sobre estas investigaciones que
ha quedado en su biblioteca.
Viajó a
muchos países, siempre en misiones científicas. Así por ejemplo, en 1970 fue
becario de la Organización Mundial de la Salud para el estudio de las unidades
de cuidados intensivos en diferentes países con el objeto de introducirlas en
Cuba.
Alcanzó los
más altos grados en todo su quehacer científico: Especialista de II Grado en
Medicina Interna, Profesor Titular desde 1962 y Doctor en Ciencias desde 1981.
Recibió
numerosos reconocimientos y condecoraciones; fue vanguardia nacional en
repetidas ocasiones y se le otorgaron las órdenes "Carlos J. Finlay"
y "Frank País" de I y II grado, la Medalla por el 250 Aniversario de
la Universidad de La Habana, la Distinción por la Educación Cubana del
Ministerio de Educación Superior y la Medalla "Manuel Fajardo Rivero"
del Sindicato de Trabajadores de la Salud y el MINSAP por 35 años de servicio.
La
realización de su vida no fue sólo en el plano profesional, también logró una
vida familiar acorde con sus valores y principios. Supo escoger a María, médica
también, para que lo acompañara durante 37 años de matrimonio y el fruto de
esta unión sus 2 hijos, fue una de sus más grandes satisfacciones y su orgullo,
pues ambos siguieron el camino de la ciencia.
Una vida tan
valiosa y fructífera no puede terminar con la muerte, su simiente fue tan
fértil que la cosecha será infinita. Son innumerables los médicos y profesores
por él formados; por eso podemos decir con legítimo orgullo: Maestro, aquí
estamos para continuar tu obra, en ella estará tu vida y, por tanto, no te has
ido para siempre, sino todo lo contrario, has quedado para siempre.
Fuente: Biblioteca
virtual de salud.
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