La estabilidad de una democracia no puede depender de maniobras arbitrarias, manipuladoras y mezquinas, con el único propósito de favorecer a una facción política. Nosotros no creemos en eso. Eso no es un juego limpio.
BY THE EDITORIAL BOARD 02.07.21
Está mal conspirar en contra del curso natural de los
procesos electorales en Estados Unidos. Terrible, a menos que lo haga el
Partido Demócrata, en contra de Donald Trump. Entonces, es laudable, deseable.
Entonces, es una conspiración aplaudida.
Por meses la campaña del expresidente Trump denunció
la conjugación de fuerzas para, de manera abusiva, arrebatarle la presidencia.
Hoy la revista
TIME publica un extenso reportaje en el que, de alguna manera, le da la
razón al expresidente y a su campaña. No se trata de fraude. Se trata de la
manipulación obscena para apuntalar la campaña del contrincante de Donald
Trump; en este caso, Joe Biden.
En el reportaje, la periodista Molly Ball escribe
sobre «La historia secreta de la campaña en las sombras que salvó las
elecciones de 2020». Hablamos, según relata Ball, de cómo «una camarilla
bien financiada de personas poderosas, de diferentes sectores e ideologías,
trabajó junta, entre bastidores, para influir en las percepciones, cambiar las
normas y las leyes, dirigir la cobertura de los medios de comunicación y
controlar el flujo de información».
«Su trabajo (el de la camarilla), tocó cada aspecto de
la elección. Lograron que los estados cambiaran el sistema de votación y las
leyes y ayudaron a conseguir cientos de millones de dólares en fondos públicos
y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de votantes,
reclutaron ejércitos de trabajadores electorales y consiguieron que millones de
personas votaran por correo por primera vez. Presionaron con éxito a las
compañías de redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la
desinformación y utilizaron estrategias basadas en datos para luchar contra las
difamaciones virales. Llevaron a cabo campañas nacionales de concienciación
pública que ayudaron a americanos a entender cómo se desarrollaría el recuento
de votos a lo largo de días o semanas».
Lo que leemos en el reportaje de TIME es alarmante. Lo
anterior es solo una pequeña síntesis de los esfuerzos. La manipulación fue
amplia. La periodista perfila a Mike Podhozer, el asesor principal del
presidente de la AFL-CIO, la mayor federación sindical, como el gran arquitecto
de la conspiración. Pero son muchos los rostros; entre ellos, el de Mark
Zuckerberg. Se concretó, a espaldas de millones de americanos, una conjura
orquestada gracias a una alianza entre «activistas de izquierda y titanes
empresariales».
Sin embargo, lo más aterrador de todo es que no se
trata de una profunda investigación periodística. Los mismos protagonistas
acudieron a TIME para, orgullosos, relatar sus testimonios. «Cada intento de
interferir con el desarrollo de las elecciones fue neutralizado. Es muy
importante que el país entienda que esto no ocurrió accidentalmente. El sistema
no funcionó por arte de magia. La democracia no se ejecuta por sí misma»,
dice a la revista Ian Bassis, cofundador de Protect Democracy, un grupo no
partidista que se denomina defensor del Estado de derecho. Y es, por esa razón,
según escribe la periodista, que los autores quisieron relatar su historia: «No
estaban amañando las elecciones, sino fortaleciéndolas. Y creen que el público
debe comprender la fragilidad del sistema para garantizar que la democracia en
Estados Unidos perdure».
Prepotentes, sin duda alguna. Y muy peligroso. La
estabilidad de una democracia no puede depender de maniobras arbitrarias,
manipuladoras y mezquinas, con el único propósito de favorecer a una facción
política. Nosotros no creemos en eso. Eso no es un juego limpio.
Conspirar no es ilegal, es cierto. Tampoco lo es
censurar, desaparecer al presidente de Estados Unidos de todas las plataformas
de redes sociales, mentir, manipular, alterar las reglas y las normas,
neutralizar la información que desfavorezca a un candidato y ocultar la
corrupción de su hijo. Pero es bajo. Es inmoral y no debe ser legitimado por
los americanos que confiamos en las instituciones de Estados Unidos.
Los americanos deben rechazar con energía los
esfuerzos de quienes pretenden entrometerse en la labor que le corresponde a
las instituciones y la Constitución. Avalar esta conspiración, revelada por TIME
y perfilada como un impulso encomiable, es dejar el país en manos de las
élites cuyo único propósito es resguardar sus intereses. Aunque los medios
mainstream traten de mercadearlo de esa manera, no se trata de una conspiración
plausible. Un grupo de poderosos ha cambiado, para provecho propio, el curso
natural de los hechos.
Editorial
Board
Fuente:
AM ElAmerican.
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