EL
DOCTOR EN U.S.A.
Lo
primero que me molesta es que en la consulta del doctor siempre nos recibe una
joven y bonita muchacha -neófita en la materia- que pregunta: "¿Qué le
sucede?" y ahí, aunque tenga un simple catarro y para que la próxima vez
no vuelva a preguntarme le exagero y le miento: "Tengo una inflamación en
el frenillo del pene debido a que siendo un niño el veterinario no quiso
hacerme la circuncisión , además he notado que tengo un testículo más grande
que el otro ¿usted me revisa eso antes o espero que el médico le dé un
vistazo"...
Para
comenzar tengo que decirles que los médicos allá en Güines me mal acostumbraron
y me mal criaron tanto que NUNCA PUEDO ACEPTAR CON BENEPLÁCITO A SUS HOMÓLOGOS
EN ESTE PAÍS. Allá yo tenía un catarro, fiebre y tos y el médico venía a mi
casa, me chequeaba, me ponía una
penicilina, me daba unas cuantas pastillas, cobraba dos pesos y me despedía con
inmenso cariño y una sonrisa en su cara. Le decía a mi madre: “Ana, hágale una
sopa de pollo al niño” y mi papá tenía la gentileza de cargarle su maletín
hasta el carro.
Aquí con fiebre de 102 tengo que levantarme e irme al doctor. Si es
un fin de semana hay que esperar hasta al lunes, o ir a EMERGENCIA, y eso no se
lo recomiendo ni al peor de mis enemigos.
Llego
a la consulta del Doctor y aquello está lleno de enfermos. Inmediatamente me
parece que yo estoy mejor que todos los presentes y que seguramente me “van a
pegar lo que ellos tienen”.
Esta
vez me recibe otra muchacha que luce un poco amargada y eso lo acepto
mejor porque ¿Cómo no va a estar molesta, la pobre, rodeada el día entero por
personas quejándose? Además, como yo me siento mal tampoco me gustaría ver a la
recepcionista riéndose y contenta de la vida.
Como
esta es otra empleada me pregunta “¿Qué le pasa?” En primer lugar me parece
obvio lo que me pasa, estornudando y sonándome la nariz a cada instante, y en
segundo ya les dije que me cae como una patada tener que explicarle a nadie que
no sea el médico lo que me sucede. Por lo tanto, le digo de mala gana
"Creo que tengo una tuberculosis
extremadamente contagiosa" y la muchacha sin inmutarse me dice: “Tome
asiento”. Me cobra el deducible y esto es adicional a lo que paga mi seguro.
Antes
de sentarme cojo una revista. Total ya por experiencia sé que no voy a leer
nada. Me es imposible concentrarme en la revista con el desespero que me entra
por acabar de ver al médico e irme a acostar tranquilo en mi casa. Además los
magazines que tienen ahí son una basura y me perturba la idea de que
“deben tener 20 mil microbios de los
pacientes que han tocado esas revistas antes que yo”...
Después
de una hora una enfermera casi grita: “¡Esteban Fernández!” y ya estoy seguro de que voy a ver
inmediatamente al médico. Pero de eso nada, me meten solo en alma en un
cuartito más chiquito.
Ahí
descubro que además de catarro yo padezco de ansiedad, de claustrofobia, de
paranoia, de terror a la soledad y de delirium tremens. En ese momento traigo a
mi mente a Eddy Carreras, a Gerardito González, a René Cruz, a Armando
Valladares, a Eusebio Peñalver, y a cuanto ex preso político yo recuerdo para
poder decirme: Compadre, si estos patriotas estuvieron un montón de años
encerrados en las cárceles castristas ¿por qué tú no puedes estar aquí media
hora?
De
pronto, entra el doctor, parece que está apurado, me toma la presión (que no
tiene nada que ver con el muermo que yo tengo) me pone el termómetro en la
boca, me dice: “Ahora tienes un poco de fiebre". Me receta un montón de
antibióticos que yo sé me van a desbaratar el estómago. Le pregunto: “Doctor ¿me puede poner una
inyección mejor?”. Tajante me responde: “No señor, tome mucho líquido y vuelva
el próximo lunes y si sigue con
malestares te hacemos exámenes de
sangre, radiografías y entonces te refiero a un especialista”...
Y
me parece como que el galeno tiene más claustrofobia que yo porque solo estuvo
tres minutos en el cuartito conmigo. Al salir de la farmacia me doy cuenta que,
entre el médico y las medicinas, he gastado más que una vez que fui a Las Vegas a ver a Elvis Presley.
Recibido
por correo electrónico.
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