Hurgando en la higiene de La Habana.
Por: Juan Carlos Linares. *
La Habana, Cuba - Julio 2006.- La Enciclopedia Popular Cubana de Bustamante, editada en la década del 40, al referirse a la sanidad en el período que Cuba fue colonia de España señala que "en La Habana, la constante suciedad de su puerto, el hacinamiento de sus muchos habitantes en sus casas, la basura amontonada en lugares de concurrencia, el lastimoso estado de los hospitales y la falta de precaución por la higiene pública, fueron otros tantos incentivos para que se desarrollasen epidemias…"
La Enciclopedia informa que durante el periodo colonial, disímiles y cruentas epidemias asolaron la isla y con mayor incidencia a La Habana. La Fiebre Pútrida mató en 1649 al 30 % de la población habanera. Desatada en una flota naval anclada en el puerto de la bahía en 1670, un brote de la llamada Fiebre Tifoidea exterminó casi por completo a la tripulación. En 1761 surgen los primeros apuntes estadísticos de Fiebre Amarilla, una de las enfermedades más temidas en la isla, debido a rápida virulencia. La Fiebre Amarilla ocasionó más muertes que las dos guerras por la independencia juntas, la del 1868-78 y la del 1895-98. El Cólera Morbo asoló en 1833 con una mortandad diaria de 435 personas en el momento de mayor contagio, y volvió a reaparecer en 1850 y en 1867.
Con el gobierno de ocupación norteamericano (1898 al 1902), en específico con el mandato del general Leonard Wood en 1899, comenzaría a organizarse una cultura higiénica desconocida hasta entonces por la mayoría de los cubanos.
A partir del descubrimiento de Carlos J. Finlay, las primeras acciones higiénico-sanitarias de carácter popular fueron orientadas con un objetivo profiláctico: la erradicación del mosquito transmisor de la Fiebre Amarilla. Con ese objetivo se difundió la construcción de letrinas cementadas y la comercialización de inodoros, se hicieron estudios sobre la recogida de basura y se procedió al sellado de los pozos de aguas contaminadas.
Estas y otras disposiciones irían configurando lo que poco tiempo después sería el Ministerio de Salubridad.
No deben quedar en el olvido las donaciones del pueblo norteamericano, en particular la ayuda canalizada por Clara Benton al frente de una misión humanitaria que incluía asistencia médica, medicamentos y medios higiénicos.
Cuando la Corona Española perdió la soberanía sobre Cuba, otro importante aporte a la salud pública fue que la industria farmacéutica norteamericana sustituiría los anticuados métodos de la farmacopea tradicional, que consistía en la elaboración de fórmulas y pociones en las llamadas boticas.
Después de instaurada la República el 20 de mayo de 1902, comienza un despegue vertiginoso en materia de salubridad y cultura higiénica social, que alcanza su mayor esplendor durante la década de los años cincuenta del siglo pasado. Para esa época, eficientes redes de alcantarillado y servicio de agua corriente, unido a un efectivo sistema de recogida de basura y confortables hospitales públicos y privados hacían del paisaje habanero una moderna ciudad. El embellecimiento del entorno urbano se consideraba parte indispensable de la salud colectiva.
Por su parte, desde su inauguración en 1922, la radio jugó un importante rol en el creciente desarrollo de la higiene de los cubanos. Y con la entrada de la televisión en 1951 se incrementarían los aportes en materia de pulcritud, promovidos mediante la publicidad de los productos de limpieza y de aseo personal.
Al tomar el poder en enero de 1959, el actual gobierno heredó una sólida infraestructura nacional para la prevención de epidemias, que no era sólo exclusiva de la capital como señala la presente historiografía oficial. De hecho, la mayoría de aquellas obras pluviales, sanitarias e hidráulicas, y hospitales y policlínicas se extendían por todo el país en mayor o menor grado. Muchas aún se mantienen funcionando a pesar del pésimo ciclo de mantenimiento. El progreso heredado de los primeros sesenta años del siglo veinte permitió al gobierno actual continuar desarrollando nuevos programas de prevención de enfermedades como la poliomielitis, la hepatitis, etc.
Para 1960 ya se habían truncado casi todos los novedosos programas privados y gubernamentales diseñados con anterioridad sobre la base de una economía capitalista, dando paso a otros proyectos de corte seudo comunistas, muchos de ellos concatenados a ideas desatinadas. De tal manera el progreso de la salud pública vendría frenándose en determinadas áreas, y en otras se retrogradaría a niveles de la era colonial.
Un ejemplo de retrocesos se evidencia en la recolección y reciclaje de la basura. Hoy día resultan escenas cotidianas las montañas de desperdicios en plena vía pública, en las cuales habitan a sus anchas ratas, moscas, mosquitos y otros vectores. También es común ver a perros disputándose una inmundicia. Así, dispersan por doquier almohadillas sanitarias, condones o jabas plásticas con heces fecales lanzadas por los balcones de edificios en las zonas densamente pobladas. Tampoco ya constituye una noticia la presencia de salideros de aguas albañales o tupiciones en las redes de desagüe, que provocan inundaciones después de un simple aguacero. Ni la escasez de antibióticos y de reactivos. Ni los brotes de enfermedades infecciosas que azotan a los capitalinos, siendo todo esto minimizado o silenciado por el gobierno.
Desgraciadamente reapareció el dengue. Otras enfermedades como la hepatitis o afecciones pulmonares están llevando todos los días a las salas de terapia intensiva a un desconocido número de capitalinos. El miedo de las autoridades es que tales informaciones trasciendan a entidades internacionales de salud y en sentido general afecten los planes turísticos y económicos.
Hoy por hoy, la capital de los cubanos ha devenido en la meca de la suciedad, con visos de anarquía social. Mientras tanto, como solución coyuntural, el régimen mantiene afilada su guillotina para cuando sea necesario defenestrar a algún dirigente y aplacar a la opinión pública.
* Periodista independiente cubano ,radicado en Ciudad de la Habana, Cuba.
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