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Por: Frank Correa.*
LA HABANA, Cuba, abril 2008.- El Hospital Materno Eusebio Hernández, de Marianao, en Ciudad de La Habana, es uno de los más importantes de la capital, pero necesita tratamiento urgente.
Desde temprano se observa un gran número de mujeres embarazadas en el Hospital, esperando la consulta correspondiente.
Lo primero que se observa es la falta de baños y el malestar de las mujeres en estado de gestación, que necesitan utilizarlo con frecuencia. Hay solamente dos y las auxiliares de limpieza no los abren hasta las nueve. Las embarazadas deberán esperar a que los limpien.
La algarabía no deja escuchar los gritos de las enfermeras llamando por sus nombres a las mujeres. De repente, sobre el murmullo colectivo, se eleva una voz:
-¿Quién fue el idiota que te mando para aquí? ¿No sabe que hace un mes no se están haciendo exudados vaginales por falta de aplicadores?
Un médico canoso y con gafas acaba de soltarle una reprimenda a una joven incauta que sostiene en la mano la remisión.
En la consulta de Hematología la doctora no ha llegado, pero la enfermera advierte a las embarazadas que deben pasar por el laboratorio a recoger ellas mismas los resultados de los análisis o no podrán ser atendidas. Entonces muchas mujeres se abalanzan en tropel por el pasillo, pero un hombre con bata blanca y cara de sueño las detiene en la puerta del laboratorio.
-La secretaria no ha llegado todavía. Los análisis están allí –señala hacia una caja que contiene un paquete de papeles-, pero ella es la única que puede entregarlos.
Al fin hay un baño listo y las embarazadas forman una cola que avanza poco a poco, mientras que la auxiliar de limpieza muestra unos hules para colchones de recién nacidos, evidentemente sustraídos del hospital, y los oferta a cien pesos cada uno.
Se establece una buena comunicación con la auxiliar de limpieza, que cobra un peso por cada embarazada que utilice el servicio, mientras les explica que el Hospital es un caos, que no hay agua casi nunca, que los baños de la sala están en crisis, con insectos y bichos y que se cuiden de no parir allí o en último caso acudir sólo cuando los dolores sean imposibles de resistir.
En la medida que van aliviando sus esfínteres, las gestantes regresan al laboratorio, pero la secretaria no ha llegado. Las voces suben de tono, en una protesta colectiva, mientras el laboratorista, con cara de sueño repite que nada se puede hacer hasta que no llegue la secretaria. Por suerte tampoco ha llegado la doctora hematóloga. Las embarazadas la caja sobre la mesa, donde está el paquete de papeles con los resultados de los análisis. Insisten, pero no hay solución.
Un policía, marido de una de las mujeres, penetra en el laboratorio, toma el paquete de análisis a la fuerza y comienza a leer en voz alta los nombres. Las embarazadas, ya con los resultados en la mano regresan corriendo a la consulta pero la doctora aún no ha aparecido.
-¡Eso es abuso de poder! –dice el laboratorista con la caja vacía en la mano y mirando con odio al policía.
-¡Lo sé! -dice el uniformado, y exclama-: ¡potencia médica! Está bien. ¿Pero dónde están los trabajadores de la salud?
* Periodista independiente cubano.
Foto: El Hospital de Maternidad Obrera. La Habana, Cuba. Haga CLIC AQUÍ para ver una vista de Google Hearth del Hospital.
Por: Frank Correa.*
LA HABANA, Cuba, abril 2008.- El Hospital Materno Eusebio Hernández, de Marianao, en Ciudad de La Habana, es uno de los más importantes de la capital, pero necesita tratamiento urgente.
Desde temprano se observa un gran número de mujeres embarazadas en el Hospital, esperando la consulta correspondiente.
Lo primero que se observa es la falta de baños y el malestar de las mujeres en estado de gestación, que necesitan utilizarlo con frecuencia. Hay solamente dos y las auxiliares de limpieza no los abren hasta las nueve. Las embarazadas deberán esperar a que los limpien.
La algarabía no deja escuchar los gritos de las enfermeras llamando por sus nombres a las mujeres. De repente, sobre el murmullo colectivo, se eleva una voz:
-¿Quién fue el idiota que te mando para aquí? ¿No sabe que hace un mes no se están haciendo exudados vaginales por falta de aplicadores?
Un médico canoso y con gafas acaba de soltarle una reprimenda a una joven incauta que sostiene en la mano la remisión.
En la consulta de Hematología la doctora no ha llegado, pero la enfermera advierte a las embarazadas que deben pasar por el laboratorio a recoger ellas mismas los resultados de los análisis o no podrán ser atendidas. Entonces muchas mujeres se abalanzan en tropel por el pasillo, pero un hombre con bata blanca y cara de sueño las detiene en la puerta del laboratorio.
-La secretaria no ha llegado todavía. Los análisis están allí –señala hacia una caja que contiene un paquete de papeles-, pero ella es la única que puede entregarlos.
Al fin hay un baño listo y las embarazadas forman una cola que avanza poco a poco, mientras que la auxiliar de limpieza muestra unos hules para colchones de recién nacidos, evidentemente sustraídos del hospital, y los oferta a cien pesos cada uno.
Se establece una buena comunicación con la auxiliar de limpieza, que cobra un peso por cada embarazada que utilice el servicio, mientras les explica que el Hospital es un caos, que no hay agua casi nunca, que los baños de la sala están en crisis, con insectos y bichos y que se cuiden de no parir allí o en último caso acudir sólo cuando los dolores sean imposibles de resistir.
En la medida que van aliviando sus esfínteres, las gestantes regresan al laboratorio, pero la secretaria no ha llegado. Las voces suben de tono, en una protesta colectiva, mientras el laboratorista, con cara de sueño repite que nada se puede hacer hasta que no llegue la secretaria. Por suerte tampoco ha llegado la doctora hematóloga. Las embarazadas la caja sobre la mesa, donde está el paquete de papeles con los resultados de los análisis. Insisten, pero no hay solución.
Un policía, marido de una de las mujeres, penetra en el laboratorio, toma el paquete de análisis a la fuerza y comienza a leer en voz alta los nombres. Las embarazadas, ya con los resultados en la mano regresan corriendo a la consulta pero la doctora aún no ha aparecido.
-¡Eso es abuso de poder! –dice el laboratorista con la caja vacía en la mano y mirando con odio al policía.
-¡Lo sé! -dice el uniformado, y exclama-: ¡potencia médica! Está bien. ¿Pero dónde están los trabajadores de la salud?
* Periodista independiente cubano.
Foto: El Hospital de Maternidad Obrera. La Habana, Cuba. Haga CLIC AQUÍ para ver una vista de Google Hearth del Hospital.
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