lunes, octubre 31, 2005

Armas de penetración masiva.



Armas de penetración masiva.
Ser seleccionado en Cuba para cumplir una “honrosa Misión Internacionalista” conlleva una ruptura de valores, consideraciones personales y familiares y la sola decisión violenta el tiempo y el espacio. No existe la menor duda que aún está por analizarse, las profundas huellas dejadas en la sociedad cubana cuando cientos de miles de cubanos han sido y son enviados a trabajar a sitios tan distantes como Siberia, Namibia o el Paraguay.
De esta masiva experiencia sólo queda en lo personal: detritus de historias inacabadas, excrecencias de la memoria confundidas por los razonamientos y los recuerdos mezquinos, y sobre todo, un acontecer ya pretérito que todos tratan de borrar de sus mentes. Nunca he entendido como una experiencia tan rica que alcanza a tantos, e insertada en espectros  tan amplios en el orden geográfico y social, no es motivo de atención por los propios protagonistas.
Los cubanos que alcanzaron a participar en los eventos “internacionalistas’ tienen una especial tendencia a olvidarlo  todo; sufren de una amnesia lacunar  colectiva de la cual no pueden sustraerse. Es una conclusión colectiva: “la misión fue, - o es -, una pesadilla, igual de colectiva, y lo mejor es olvidar”.
En autor junto a otros cooperantes en el
Palacio de Convenciones en Managua, Nicaragua
1987

No lo creo así. Hay experiencias  que todos quieren soslayar pero muchas tiene un valor anecdótico que no se pueden cuestionar y sirven de asidero a nuestra memoria para, entre otras cosas, poder escribir, siempre que sea posible, con apego a la verdad. Y así hago.
Contemos la historia, algo sórdida pero historia al fin.
Enviado a trabajar a la República de Nicaragua como Médico Internacionalista, creí conveniente insertarme en la sociedad nicaragüense toda vez que allí estaría viviendo y trabajando durante dos años; también debido a mi interés por este país  que se había despertado desde que fui seleccionado por el Ministerio de Salud Pública (¿?) para que fuera a prestar mis servicios como Especialista de Medicina Interna (¿?).
Para comprender un país lo mejor es relacionarse de inmediato con sus nacionales, pero esta lógica no funcionó. Al llegar a la Brigada Médica que nos fue asignada el Jefe de Brigada , un oscuro personajillo lleno de complejos y el Secretario del Partido (PCC), un cínico y libidinoso ambulanciero; se reunieron de inmediato conmigo para “leerme la cartilla” y entre otras cosas se me informó que las relaciones, fuera de las que se establecían durante y en relación al trabajo, respondían a un turbio reglamento no escrito donde  quedaban excluidos los extranjeros (personas de otras nacionalidades radicadas en Nicaragua).Con relación a los nicaragüenses;  toda relación amistosa, visita a las casas de los mismos , a sus  centros de trabajo o de recreación; debía de ser informada con antelación y estaba sujeto a aprobación o no por parte de la Jefatura de la Brigada, de la Misión Médica Cubana en el país , o incluso de la Embajada Cubana. Esta tortuosa agresión a la individualidad tenía explicaciones porque se asumía que estábamos en un país en guerra y que corríamos peligro de ser objetos de atentados. Aquello no se lo creía nadie, pero lo mejor estaba por venir.
Días después, cuando se sumaron otros cooperantes a la Brigada Médica, se convocó una reunión. Ya me parecía algo raro que a pesar del círculo cerrado que eran  estas Brigadas,  la información que se manejaba allí y lo que era visible: como armas, uniformes, parque militar y documentos; en aquel escenario deambulaban alguna jóvenes y otras no muy jóvenes nacionales, que a ratos y respondiendo a una órdenes dadas mediante miradas; se perdían en la privacidad de las habitaciones individuales. Y se dio la información sin reservas ni medias tintas: estaba debidamente autorizado las relaciones con las nacionales (léase nicaragüenses) incluso podían compartir todas las facilidades de las brigadas, pero eso sí, cuando el número de “relaciones” superaban el  número 4 y se hacía evidente  que la relación afectiva se consolidaba, el cooperante debía llenar el modelo. ¡¿Llenar el modelo?!
En efecto cuando se establecían relaciones afectivas, lo que pudiéramos llamar “soxuales” (sociales –sexuales), el Jefe de Brigada echaba mano a un grupo de planillas o formas como se les dice por estas partes y en todo solemne se la hacía llegar al cooperante cubano. La planilla era un modelo impreso en una hoja “de las largas” en Dito, tinta azul. En su primera página el cooperante debía poner todos los datos de la compañera nicaragüense que compartía su afecto así como la de sus familiares. Era tal la abundancia de datos que incluía las señas personales de sus parientes. Al dorso de la hoja, el cooperante se encontraba un primer aspecto donde debía de poner sus opiniones sobre las familias y sus miembros, en relación a sus hábitos y preferencias políticas; un segundo aspecto dejaba un margen de opinión de lo que el cooperante consideraba de “utilidad” futura en esta familia. La planilla se hacía llegar al agente de la Dirección General de Inteligencia  cubana (DGI), que radicaba en Managua, Nicaragua y  atendía la Brigada; un sujeto rastrero y miserable por excelencia.
Obra mezquina, cínica y sucia de la Dirección General de Inteligencia para ser aplicadas en un país extranjero como forma de obtener información utilizando el sexo, o mejor el Himeneo, de una masa de cooperantes hombres a los cuales hay que utilizar de alguna manera; aún en su intimidad. Qué golpe bajo, cuanta ruindad en  esto que obligaba a los médicos, enfermeros, y todo el personal a prostituir su relación y que en no pocas ocasiones produjo consecuencias aberrantes y desgarramientos. Había descubierto la utilización de las armas de penetración masiva, en el exacto sentido de las palabras.
El pueblo nicaragüense, su parte  más pobre y desprotegido, es un pueblo noble y de actitud amable para con los extranjeros. Tenían una especial preferencia en el trato con los cubanos, pero los dirigentes comunistas cubanos a todos los niveles, pisotearon a este pueblo con la complicidad de los dirigentes sandino-comunistas, quienes poco le importaban la soberanía y su integridad moral. Tratando de extrapolar un patrón machista y promiscuó, los agentes cubanos de la DGI en Nicaragua, no tuvieron el más mínimo recato de utilizar a los cooperantes en este innoble y canallesco episodio por el cual debimos y aún debemos pedir perdón.
Las relaciones sinceras que se establecían ,muchas veces eran tratadas por estos “jefecillos y agentes vela- portañuelas” ,  de forma cruel; pisoteando los sentimiento más puros de algunas parejas, y produciendo no pocos problemas cuando, al margen de la sucia planilla , crecía un amor genuino que era rápidamente desarraigado por la nefastas interpretaciones socio-políticas,  que siempre  pasaban por criterios disparatados; solo producidos  en nuestra tierra con más 40 años de perversión del pensamiento. Criterios de difícil interpretación para aquellas jóvenes nicaragüenses que solo entendían de amar y ser amadas.
Al escribir este artículo, he dejado a un lado un sinnúmero de anécdotas que por crueles nos haría palidecer; mientras que otras nos arrancarían la hilaridad. Casos hubo en que se torció el Amor, mientras que en otros primó las actitudes deshonestas  que dieron paso a una suerte de prostitución masculina que producía una relación vacía, que solo buscaba garantizar la pacotilla de unos empobrecidos internacionalistas cubanos que solo recibían como salario unos 2,5 dólares mensuales como promedio.
Tal vez nos acerquemos más a la virtud desoyendo la conciencia y limitándonos a decir la historia sin remordimientos ni temores. Contar algo produce un acercamiento a lo humano, a lo que en realidad valió la pena vivir.

Al terminar este artículo quiero dejar a un lado las sucias y viles  maquinaciones de los servicios de inteligencia del Castro-comunismo para recordar las cosas más positivas de aquel pueblo nicaragüense que encontré inmerso en una guerra fratricida, transitando el camino de la desesperanza y aguijoneados por la pobreza y la desesperación; pero que  nunca olvidaron,-sobre todos los niños, de regalarme una sonrisa. Nada me pidieron a cambio.

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