sábado, noviembre 23, 2024

Dr. Fernando P García, el abuelo que no conocía.

 

Conocí al Dr. Fernando Primitivo García Rodríguez, quien no le gustaba que le mencionaran su segundo nombre, en los años 70 en el Instituto Nacional de Oncología Radiobiología [INOR], compartimos las rotaciones en la residencia; ya se desempeñaba como Médico en Matanzas atendiendo pacientes con Cáncer. Leo con interés estos datos aportados por su nieto y quedo sorprendido de algunas de sus dedicaciones. Después, en los años 80 cuando trabajé en aquella provincia y compartí con él algunas experiencias en la docencia médica en Farmacología de la cual fui parte. Tengo como norma compartir las informaciones de las personas que he conocido, sobre todo en la misma línea de mis especialidades médicas, con independencia de las opiniones que puedan tener otros. Toda experiencia de dedicación enriquece y la comparto.[Dr. Eloy A González]

El abuelo que no conocía

Entrevista al Doctor Fernando García Rodríguez, médico matancero y profesor de generaciones

Por Andy Lanz García.

Atender personas con cáncer y, de paso, salvarles la vida es una noble labor que ha realizado el Dr. Fernando García Rodríguez por más de cuarenta años. En su amplia trayectoria laboral, el longevo galeno de 78 años, ha tenido numerosas batallas contra la mismísima muerte.

Nacido el 27 de noviembre de 1940 en la calle Río, entre Guachinango y Buena Vista, en la ciudad de Matanzas, precisa que lo que no puede faltarle a un médico es humanidad. No acostumbra decir fríamente a los pacientes que tienen cáncer debido al impacto psicológico que esta palabra suele tener. Ha tenido tantos pacientes que le cuesta trabajo acordarse del primero.

Describe como «buenas» las condiciones de trabajo del médico en Cuba porque a pesar de las dificultades económicas, los estudiantes se preparan bien. Aclara que en nuestro país hay tradición de excelentes médicos y, que en comparación con épocas anteriores a 1959 se ha avanzado profundamente. Está orgulloso del tratamiento que recibe el cáncer en la mayor de las Antillas, a pesar del subdesarrollo.

DR FERNANDO GARCÍA.

Su compañera de vida por más de 50 años, Asela Díaz Arocha, profesora retirada, ha sido su mayor inspiración. Con ella, y parte de su familia, vive hoy en el reparto Ciudad Mar en el barrio de La Playa. Sus tres hijos, junto con cuatro de sus cinco nietos, se inclinaron por las batas blancas.

Vive enamorado del cine y la historia. Admira la resistencia del pueblo ruso en las guerras contra Napoleón Bonaparte y contra Hitler, donde tuvieron al fuerte invierno como aliado. Es amante de nuestro proceso revolucionario, al cual apoyará con un Sí el próximo 24 de febrero en el Referendo Constitucional.

—¿Desde cuándo se propuso ser médico?

—Me propuse ser médico desde niño, motivado por mis padres. Mi madre, sobre todo, quería que yo estudiara medicina y siempre trató de inculcarme ser médico, inclusive en los días de los Reyes Magos me regalaba juguetes que tenían que ver con la medicina. Fue así como adquirí con el tiempo vocación por esa profesión.

—¿Cómo fueron sus inicios en la carrera?

—Yo empecé a estudiar en 1960 en el Instituto Victoria de Girón donde se formaron los primeros médicos revolucionarios. Me gradué en 1968. Previamente, fui joven rebelde, fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias. Pertenecí a la lucha contra bandidos, estuve en varias limpias en Matanzas.

«Después fue necesario ir al exterior, por lo que fui a Libia donde cumplí satisfactoriamente mi misión internacionalista, a pesar de haber tenido un accidente en una tormenta de arena que por poco me cuesta la vida».

—¿Cómo fue ese accidente?

—Me trasladaba de un pueblo a otro en el desierto del Sahara. Apareció una tormenta de arena de las que se forman en los desiertos. El carro en que iba se volcó e incendió, por suerte pude salir y estuve dos horas en plena tormenta. Luego, debido a una fractura de tibia y peroné, estuve cinco meses enyesado.

El también especialista de primer grado en Oncología y actual contratado de la Unidad Oncológica yumurina, perteneciente al Hospital Faustino Pérez, advirtió sobre la referencia moral que constituye para la sociedad un médico, el cual debe mantenerse actualizado sobre las novedades que aparecen con el desarrollo de la ciencia.

—Tengo entendido que usted se retiró más allá de la edad establecida, ¿qué lo motivó a prolongar su vida laboral?

—Yo me retiré a los 74 años. Después seguí porque eran necesarios mis servicios en mi centro de trabajo, puesto que no había un personal adecuado para sustituirme. Se aprovechó la experiencia que tenía en este tipo de labor, sumado a los resultados que había obtenido. Independientemente, me sentía apto síquica e intelectualmente para desarrollar esa actividad.

El Dr. García se desarrolló como jefe de Cátedra de Farmacología y profesor por casi 20 años, lo que le permitió incrementar su acervo cultural en relación con la medicina general y contribuir a la docencia médica en su provincia, en la que fue de los primeros en impartir Fármaco-epidemiología lo que ayudó a mejorar el control de medicamentos en la Atenas de Cuba.

Opina que el salario de los profesionales de la salud es mejor que en otros tiempos, «pero no está acorde con las necesidades económicas. Hay que mantener a la familia y todo está muy caro. Con el salario se resuelven muchos problemas, pero no todos, por eso tantos médicos en la actualidad quieren ir de misión internacionalista».

—¿Cuál ha sido el reto más difícil que le ha puesto la vida?

—Hace aproximadamente diez años, fui diagnosticado de un cáncer de próstata. No obstante, hice el tratamiento adecuado. Dicho diagnóstico no fue impedimento para continuar con mi profesión, incluso yo mismo me hacía los tratamientos.

«Esto me ayudó a comprender mejor al paciente —dice con voz entrecortada—, ya que me pude percatar de todas las dificultades tanto emocionales como físicas que tiene un enfermo de cáncer —aparecen lágrimas en sus ojos— que al igual que yo, tiene los mismos intereses de vivir, de soñar y las ansias de compartir con su familia.

A todos nos llega en un momento no determinado la hora de morir. Pero aparecen personas como el Dr. García, llenas de profesionalidad y amor, para hacer que la existencia de los desfavorecidos por estas patologías sea alargada. Al igual que la cantautora chilena Violeta Parra, no me queda más que dar gracias a la vida por darme la oportunidad de entrevistar a esta personalidad de semejante calidad humana y, sobre todo, por el hecho de tenerlo por abuelo.

Fuente: “Matanzas, Varadero y más…”

miércoles, noviembre 20, 2024

Colegio Médico Cubano en el Exilio [1961]

Colegio Médico Cubano en el Exilio [1961]

Cuban Medical School in Exile [group portrait]

Para nuestro magnífico Decano de la Escuela de Medicina, con mi mejor afecto de siempre. E Huertas. Recuerdo de los Elecciones [¿?] médicos, para el 

Dr. Ángel Vieta.

Miami, En el exilio, octubre 28/61"


jueves, noviembre 07, 2024

¿A dónde van a parar las donaciones que llegan a Cuba?

 

El tiempo de cosecha es cuando los ciclones pasan por Cuba, pero no es solo este tiempo. Donación que llega a Cuba, donación que controla el régimen hasta el más mínimo detalle. Recuerdo en los 90 cuando se creó una farmacia especial en el Hospital, donde trabajaba con medicamentos que venían de las Farmacias Panamericanas [venta en dólares] vencidos, para que fueran reutilizados en el Hospital. De primera mano conocí que las donaciones que llegaban a Cuba de Caridades Católicas, eran requisadas en el puerto y el gobierno se tomaba el 75% del contenido de cada contenedor para la reserva estatal; y el resto era para las instituciones caritativas y hogares de ancianos de la Iglesia Católica cubana.

Durante 65 años han estado saqueando las donaciones que llegan a Cuba, haya o no alguna contingencia, como sucedía con los desastres naturales.

Este artículo que pueden leer en el enlace son las declaraciones de un ex oficial en Cuba que trabajó por 30 años en los almacenes de la Reserva Estatal. Es un testimonio único de algo que todos sabíamos: que llevan décadas robándose lo que gobiernos extranjeros, organizaciones no gubernamentales, instituciones o personas a título personal llevaban a Cuba de buena fe para ayudar a los más necesitados y acababan en los almacenes de estos ladrones, que les llamo: “ladrones de cuello verde olivo”.

Hoy veo las noticias de las personas en Imías, Guantánamo pidiendo una colchoneta para poner a dormir a sus hijos después de que lo han perdido todo. Si les llega algo, tendrán que pagarlo. Las donaciones, si son de calidad, se quedarán en los almacenes de la reserva estatal para cubrir la demanda de los hoteles de lujo que se han construido o que se construyen en la isla cárcel.

Lean debajo y háganlo despacio.

Temporada de ciclones: tiempo de cosecha para la Reserva Estatal

Lo de los militares está asegurado en alguno de los almacenes de la Reserva Estatal, mientras que al pueblo no le queda otra opción que "salir a guapear la comida".

Colaborador desde Cuba. Noviembre 7, 2024

LA HABANA, Cuba. – Según informan algunos medios de prensa, un “actor económico no estatal” regaló decenas de colchones a los damnificados de Imías mientras que el régimen y sus “actores estatales” se los cobran —dicen ellos que a mitad de precio— bajo la premisa raulista de acabar con las gratuidades, aun cuando, antes de que las aguas y los vientos de Óscar arrasaran Guantánamo, ya el huracán de la “Tarea Ordenamiento” había arrasado los bolsillos de quienes hoy deben pagar por “ayuda”.

Los pobres se endeudan una vez más con ese Banco Central que por estos días atesora más decretos-leyes y trampas atrapa bobos que dinero en sus bóvedas, y pagan por los colchones y los materiales “de donativo” para levantar sus casas, así como por la comida que no es precisamente la que llegara ayer de afuera en aviones como regalo sino la que “rotan” los militares en sus reservas de “tiempo de guerra” cuando están casi a punto de expirar, de modo que su bien pertrechado stock de granos y enlatados se renueva gratuitamente con cada desastre natural, a la espera de una invasión enemiga que jamás llega.


“Es una práctica habitual”, así lo reconoce en conversación con CubaNet un exoficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que trabajó durante más de 30 años en varios de los almacenes de la llamada Reserva Estatal, en Berroa, al este de La Habana, así como en otras dos “unidades de aseguramiento” al oeste —una en Siboney y otra en Jaimanitas— en donde no solo aún se guardan alimentos sino todo tipo de mercancías entre ropas, electrodomésticos, piezas de autos, mobiliario de hogar y oficina, computadoras, pinturas, medicamentos y otra serie de productos para nada relacionados con un escenario militar, como relojes de pulsera de hombre y de mujer, accesorios diversos entre joyas de oro y prendas de fantasía para adornar el cuerpo, juguetes para niños (y hasta para adultos) más todo tipo de bebidas importadas.

“Lo que no encuentras en ningún lugar está ahí, y nada de eso se cobra cuando se asigna a una entidad [que] casi nunca era propiamente una unidad [militar] sino a hoteles militares, casas de descanso, algunas actividades y hasta a personas, dirigentes, generales, muchos de ellos con el poder de pasar por allí y agarrar lo que se les antojara”, asegura el militar que hoy está retirado con una pensión relativamente alta en comparación con el promedio de pensiones de los trabajadores civiles, aunque dice no alcanzarle ni siquiera para comprar lo básico en el hogar.


“Nada se cobraba porque todo se inventariaba por cantidades y no se tenían registros de costos para el despacho, sobre todo cuando se trataba de artículos de donación”, afirma el entrevistado. “Sí se calculaba un estimado para cuando llegaban las rotaciones (…), por ejemplo, si pasaba un huracán se sacaba la comida del año anterior y la que estaba a punto de vencer, y se hacía espacio para la que llegara [por donación], y así todos los años se hacía la rotación”.

Una actividad que, al menos hasta 2019 —momento en que nuestro entrevistado se licenció de las FAR— no se restringía solo a la actualización de los alimentos, a sacar los viejos para darle lugar a los nuevos y más frescos, sino a todo aquello que, aunque no les costaba ni un peso porque llegaba del exterior como ayuda a las víctimas de los usuales fenómenos meteorológicos que afectan a Cuba, los militares entendían como demasiado valioso y entonces debía pasar a su reserva.

De acuerdo con la misma fuente, buena parte de las donaciones que llegaban durante una emergencia primero eran requisadas por oficiales de la Reserva Estatal incluso adelantándose a los procesos aduanales normales en puertos y aeropuertos, e ignorando la jerarquía de la Defensa Civil ante este tipo de situaciones, aunque con el consentimiento de esta como parte del ejército.

“Se apostaba permanentemente un equipo en los lugares de recepción y se inspeccionaban las cargas buscando lo que fuera de interés [para la Reserva Estatal]”, afirma el exmilitar. “Por ejemplo, si llegaban colchones, plantas eléctricas, equipos médicos y cosas así, se revisaban, y si eran de mejor calidad que los que teníamos en existencia, entonces se sustituían, o se integraban al inventario (…). Recuerdo una vez, cuando el huracán Matthew [octubre de 2016], que llegaron unos colchones buenísimos, creo que de Italia, eran como 1.000, y en Jaimanitas no teníamos tantos en ese momento, no llegaban a 200, y no eran de la misma calidad, eran unos colchones de espuma, donados por China; entonces se fue a las unidades y se sacaron 300 colchonetas de uso, se les puso la envoltura de los colchones italianos, se sellaron como nuevos (…), y esos fueron los que se mandaron a los damnificados (…); los italianos se quedaron en Jaimanitas”.


Pero solo por poco tiempo. Gran parte de esos colchones de calidad, de acuerdo con el testimoniante, más tarde sirvieron para completar los mobiliarios de algunos hoteles administrados por militares o se regalaron “por asignación” a altos oficiales, mientras que por las colchonetas de uso los damnificados tuvieron que pagar cantidades que oscilaron entre los 300 y los 1.000 pesos, una cantidad que el régimen considera “mínima” comparada con los precios en el mercado informal y en sus tiendas en MLC, pero que para muchos cubanos se corresponde con más del 50 por ciento de un salario o pensión mensuales.

“Se les hacía una ficha de costo, por el transporte y el combustible que se gastaba,  como si en realidad hubieran costado algo. Les habíamos cambiado la vaca por la chiva y aun así se los cobraban”, dice el exoficial.

La realidad es que no solo para los militares los peligrosos fenómenos naturales, por las regalías y gratuidades que llegan posterior a los desastres, representan un momento de cosechar y de renovar sus almacenes, de “guapear” para sus hogares, sino que, deformados por esas actitudes corruptas, por tales insensibilidades, otros muchos cubanos aprovechan las aguas revueltas de la calamidad para lucrar con ella.

Así, una vez que comienzan a arribar los tan anhelados donativos, el mercado informal se activa, y nadie sabe por cuáles vías esos productos que debieran llegar de inmediato, de modo gratuito, a las manos de quienes los necesitan con urgencia, terminan vendiéndose no solo a los damnificados sino, sobre todo en internet o ya en las mismas calles, sin que a las autoridades les preocupe demasiado saber cuán poroso y descontrolado es su sistema de control.

A fin de cuentas, lo de ellos pareciera estar asegurado en alguno de esos almacenes de la Reserva Estatal, mientras que, al pueblo, a pedido de “su presidente”, según sus propias palabras, no le queda otra opción que “salir a guapear la comida y dejar de pensar en lo que vende el Gobierno por la libreta”.

Fuente: Cubanet

Vea el video :       https://dai.ly/x8evc22