viernes, mayo 14, 2010

El último médico que atendió a Napoleón Bonaparte vivió y ejerció en Cuba.

Ultimo médico que atendiera a Napoleón, residió en Cuba y aquí falleció en 1838 víctima de la fiebre amarilla. Sus restos reposan en el osario del panteón de la familia Portuondo, a la entrada del cementerio de Santa Ifigenia.
Además de sus valores personales y profesionales, a Antonmarchí ( foto de la derecha) le correspondió el sitio en la historia de haber visto expirar a Napoleón Bonaparte; a los cubanos, que decidiera su final en esta Isla que lo acogió y cuida de sus mortales restos.
La veracidad de este hecho fue confirmada en 1994 por el doctor Antonio Cobo Abreu, especialista en medicina legal de esa ciudad oriental, quien procedió a la identificación, y así se dio a conocer en el Festival del Caribe, que habitualmente se celebra en esa ciudad, aquella vez precisamente dedicado a los pueblos de habla francesa.
La identificación legal se hizo a partir de una caja rectangular de plomo de 70 x40 centímetros, sellada y con la única inscripción E.P.D., que no correspondía a ningún miembro de la familia mencionada. Las estructuras óseas encontradas en el interior del recipiente evidenciaron que se trataba de un individuo europoide de aproximadamente 50 años que medía 1,92 metros al fallecer, suceso que ocurriera hacía más de un siglo. Una pintura que se conservara del rostro de Antonmarchí permitió realizar comparaciones con el cráneo encontrado y se demostró la coincidencia entre la forma de la cara, la separación de las cuencas oculares y los rasgos característicos del mentón y la nariz. Un elemento definitorio fue la gran estatura del personaje. Luego del trabajo investigativo y la certificación legal, los restos fueron preservados embadurnándolos con barniz y depositados nuevamente en el osario del panteón de la familia Portuondo.
El doctor Francisco Antonmarchí había nacido en la francesa isla de Córcega, el 6 de julio de 1789, y se hizo médico en la Universidad de la italiana ciudad de Florencia. Particularmente se destacó por la publicación de dos atlas anatómicos, su labor al frente de la cátedra de Medicina de ese centro de estudios superiores, así como por sus investigaciones acerca de las enfermedades tropicales, currículum que le valió para llegar a ocupar un puesto como médico en la nómina del ejército imperial francés.
Al abdicar Napoleón como emperador, Antonmarchí salió de París y se unió a él hasta acompañarlo en 1815 en la batalla de Waterloo. Una vez derrotado y refugiado en la isla de Santa Elena, Bonaparte quedó sin su médico de cabecera y Antonmarchí fue aceptado para sustituirlo, función que cumplió desde el 18 de septiembre de 1819 hasta el 5 de mayo de 1821.
Al morir Napoleón, Antonmarchí se trasladó a Polonia, país en el cual se desempeñó como cirujano; estuvo más tarde un tiempo en Italia y luego de pasar por Francia decidió trasladarse a América. En este continente residió primero en los Estados Unidos de América, en el sureño estado de Luisiana, y posteriormente pasó a México.
Proveniente de tierras aztecas, llegó Antonmarchí a La Habana en los primeros meses de 1837. Entre los valiosos objetos que con sumo cuidado traía consigo, estaban el molde de la mascarilla que había hecho a Bonaparte momentos después de que falleciera, y las memorias del emperador. De La Habana partió hacia Santiago de Cuba al encuentro de su primo hermano, el dueño de cafetales Antonio Benjamín Antonmarchí y Chaigneas, radicado en la villa de El Cobre, cercana a esa ciudad.
A los pocos meses de haberse establecido allí, la comunidad santiaguera reconoció muy pronto los valores profesionales del Médico de Napoleón como la mayoría le denominaba, utilizando sus útiles y prestigiosos servicios, por lo que la noticia de su fallecimiento el 3 de abril de 1838, conmovió a todos. El cadáver del galeno fue depositado en la iglesia de Santo Tomás y se le dio sepultura en el cementerio de Santa Ana, en la bóveda familiar del marqués de las Delicias de Tempú, uno de sus pacientes. En el traslado de todos los restos de este panteón hacia el nuevo cementerio de Santa Ifigenia, fueron colocados junto a los de la familia Portuondo, que luego ostentó el marquesado de Tempú, sitio donde fueron identificados hace pocos años.
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