Por: Aleaga Pesant.*
LA HABANA,Cuba agosto 2008 - Julio es un muchacho inteligente e intranquilo. Estudia el cuarto grado en una escuela del municipio Centro Habana. Vive con su mama y su abuela, en un confortable apartamento, frente al Parque Maceo. Su padre le envía cien pesos convertibles todos los meses. Por eso tiene muchas de las comodidades negadas a la mayoría de sus condiscípulos.
Su madre, médica altamente calificada, trabaja en el hospital Hermanos Ameijeiras. Cumplió misiones internacionales. Una de ellas en Pakistán. Con cuarenta años, a la mama de Julio, le es difícil volver a encontrar pareja.
Rodrigo tiene 16 años, vive en Bayamo, atiende y protege con mucho cariño, junto a la abuela, a su hermano Manuel, de 10. Sus padres son médicos.
La pareja vivía armónicamente, hasta que por acuerdo familiar el progenitor fue a trabajar en el exterior hace cinco años. Primero dos años en Guatemala. El resto en Venezuela. Al tercer año de faltar de casa decidió divorciarse aduciendo infidelidad. De paso, le retiró la ayuda al hogar. Una asignación de 25 CUC mensuales, por trabajar en el extranjero. Además, los benjamines perdieron la esperanza de apertrechar su humilde hogar con los bienes traídos por el padre.
Con un escenario familiar tan complicado, la mamá de Rodrigo y Manuel optó como nueva líder de la familia, por salir a trabajar al exterior en su especialidad de Medicina General Integral. La enviaron al desierto de Eritrea, África oriental. De donde no regresará, al menos en dos años.
El problema de Julio, Rodrigo y Manuel no es atípico. Muchos son los hijos de colaboradores cubanos en el exterior que deben crecer sin uno o dos de los padres. El diario Granma argumentó hace dos años el caso de una joven entrenadora camagüeyana que dejó a su hijo lactante en la isla para ir a entrenar al equipo de voleibol femenino de Venezuela.
La raíz del desamparo de estos niños está en la política del gobierno de enviar a los profesionales sin sus familias a cumplir contratos de trabajo al exterior.
Según datos oficiales, más de 30 mil médicos trabajan en diferentes países del mundo. Si a esta cifra se le suman otras categorías de profesionales que ejercen en el exterior, como entrenadores deportivos, paramédicos y maestros, la cifra de hogares afectados puede sobrepasar los 50 mil.
A la pregunta de ¿por qué los médicos se van a Venezuela o a la selva, alejados de sus familias por periodos tan largos?, el doctor Santiago Márquez Frías, Presidente del Colegio Medico Independiente de Manzanillo (CMIM) dijo: “A pesar de lo que plantea el régimen sobre altruismo e internacionalismo, existe una cuestión personal y de mejoría económica por parte de los médicos. Se sabe, que con el salario que paga el gobierno por trabajar en una institución de salud, no se puede alimentar dignamente a la familia. Por eso, la única manera de ganar moneda fuerte, de obtener una vivienda, un auto o una mejoría desde el punto de vista personal, con equipos de tecnología que aquí no hay, como computadora personal, lector de DVD, ropa y otras cosas, es salir a trabajar al exterior”.
Mientras se esperan las medidas del gobierno, que mejoren la calidad de vida de los cubanos, los hijos de los médicos que están afuera esperan el regreso de sus progenitores.
*Periodista independiente cubano, E-mail: aleagapesant@yahoo.es
LA HABANA,Cuba agosto 2008 - Julio es un muchacho inteligente e intranquilo. Estudia el cuarto grado en una escuela del municipio Centro Habana. Vive con su mama y su abuela, en un confortable apartamento, frente al Parque Maceo. Su padre le envía cien pesos convertibles todos los meses. Por eso tiene muchas de las comodidades negadas a la mayoría de sus condiscípulos.
Su madre, médica altamente calificada, trabaja en el hospital Hermanos Ameijeiras. Cumplió misiones internacionales. Una de ellas en Pakistán. Con cuarenta años, a la mama de Julio, le es difícil volver a encontrar pareja.
Rodrigo tiene 16 años, vive en Bayamo, atiende y protege con mucho cariño, junto a la abuela, a su hermano Manuel, de 10. Sus padres son médicos.
La pareja vivía armónicamente, hasta que por acuerdo familiar el progenitor fue a trabajar en el exterior hace cinco años. Primero dos años en Guatemala. El resto en Venezuela. Al tercer año de faltar de casa decidió divorciarse aduciendo infidelidad. De paso, le retiró la ayuda al hogar. Una asignación de 25 CUC mensuales, por trabajar en el extranjero. Además, los benjamines perdieron la esperanza de apertrechar su humilde hogar con los bienes traídos por el padre.
Con un escenario familiar tan complicado, la mamá de Rodrigo y Manuel optó como nueva líder de la familia, por salir a trabajar al exterior en su especialidad de Medicina General Integral. La enviaron al desierto de Eritrea, África oriental. De donde no regresará, al menos en dos años.
El problema de Julio, Rodrigo y Manuel no es atípico. Muchos son los hijos de colaboradores cubanos en el exterior que deben crecer sin uno o dos de los padres. El diario Granma argumentó hace dos años el caso de una joven entrenadora camagüeyana que dejó a su hijo lactante en la isla para ir a entrenar al equipo de voleibol femenino de Venezuela.
La raíz del desamparo de estos niños está en la política del gobierno de enviar a los profesionales sin sus familias a cumplir contratos de trabajo al exterior.
Según datos oficiales, más de 30 mil médicos trabajan en diferentes países del mundo. Si a esta cifra se le suman otras categorías de profesionales que ejercen en el exterior, como entrenadores deportivos, paramédicos y maestros, la cifra de hogares afectados puede sobrepasar los 50 mil.
A la pregunta de ¿por qué los médicos se van a Venezuela o a la selva, alejados de sus familias por periodos tan largos?, el doctor Santiago Márquez Frías, Presidente del Colegio Medico Independiente de Manzanillo (CMIM) dijo: “A pesar de lo que plantea el régimen sobre altruismo e internacionalismo, existe una cuestión personal y de mejoría económica por parte de los médicos. Se sabe, que con el salario que paga el gobierno por trabajar en una institución de salud, no se puede alimentar dignamente a la familia. Por eso, la única manera de ganar moneda fuerte, de obtener una vivienda, un auto o una mejoría desde el punto de vista personal, con equipos de tecnología que aquí no hay, como computadora personal, lector de DVD, ropa y otras cosas, es salir a trabajar al exterior”.
Mientras se esperan las medidas del gobierno, que mejoren la calidad de vida de los cubanos, los hijos de los médicos que están afuera esperan el regreso de sus progenitores.
*Periodista independiente cubano, E-mail: aleagapesant@yahoo.es
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