martes, junio 08, 2021

La ruptura de una pasión y la perdida de una profesión que me fue arrancada. Primera Parte.

 Dr. Eloy A González.

Fragmentos del articulo: Testimonio inacabado, que está incluido en el libro: “Una Patria atesorada para muchos y perdida para otros” de próxima aparición.

Recuperado de los problemas de salud que me aquejaban me presenté en el Dpto. de Ubicación de la Dirección Provincial de Salud, la funcionaria que me atendió me notificó de la existencia de una plaza disponible en el Hospital Universitario Docente “Calixto García”. Posteriormente me entreviste con el J’ del Grupo Provincial de Oncología (Dr. Hugo Reyes Gil), este me aseguró que no había inconveniente alguno para que me incorporar a esa posición. Una entrevista a continuación con el J’ de Servicio de Oncología del Hospital Universitario Docente “Calixto García”, Dr. Víctor Samuel Gonzalez Grillo, confirmó que no había inconveniente alguno; señalándome las necesidades, características del trabajo  y explicándome en detalle las funciones que desempeñaría.

Quince días después de esta última entrevista, las respuestas variaron por parte de las mismas personas que antes me atendieron, las omisiones aparecieron, el asunto se tornó sombrío y las explicaciones se hicieron dudosas. Se apeló a las mentiras más rampantes. Había, eso sí, un engendro de respuesta común: “existen razones” para negarme esa posición como profesional pero las razones no eran explicadas. ¿Cuáles eran las razones que me negaban el derecho al trabajo? Pase rápidamente a la condición de desempleado después de más de 20 años de dedicación profesional a la práctica médica.

En este punto debo ser más explícito.

Procurando reincorpórame lo antes posible, había  estado visitando el Departamento de Ubicación y Reubicación de la Dirección de Salud de la capital; siempre me atendía la Dra. Josefa Masó quien me dice que mi “caso era muy difícil” y que aún no había ubicación para mí, entendí bien. En ese momento el director de esa oficina y de otras era el Dr. Luis Curbelo quien es actualmente el director del Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR).

Un día voy allí y me encuentro otra persona, el Dr. Víctor Santamaría, quien me atendió de manera muy distinta; me orienta que debo de ubicarme y me dice las plazas que hay disponibles. Pensé que había cambiado “la orientación” y tomé una breve carta que me dio. Antes de decidir fui a ver al J’ del Grupo Provincial de Oncología quien me atendió bien, pero sabía lo que había…me dijo que allí no tenía plaza, lo cual no me interesaba pero que, si había una plaza, pero estaba en el Hospital “Calixto García” …,. Me dirigí allí sabiendo que el jefe del Servicio era el Dr. Víctor Samuel González Grillo, quien en ese momento era uno de los directivos de la Junta de la Convención Bautista de Cuba Occidental (OCBCOcc), líder del Departamento de la Juventud y director en funciones del Hogar Bautista; entre otras dedicaciones. De manera muy amable me dijo que, “si había una plaza que necesitaba que comenzara de inmediato que él prefería que yo fuera el especialista para trabajar con él, porque compartíamos una común fe y yo era una persona de principios” (se refería a la iglesia); agregó que era mucho mejor que estuviera allí que otro especialista que aspiraba también a la plaza, cuyo nombre prefiero omitir.

 Convenimos en vernos en dos semanas porque él viajaba a los EE. UU.. Cuando regresó fui a verlo. En un escenario preparado, me esperaban en una pequeña oficina además del Dr. Gonzalez Grillo, un sujeto que a todas  luces  era un agente de la Seguridad del Estado (DSE), otra persona, este de bata blanca, estaba sentado en una esquina como si no fuera parte del elenco; pero estoy convencido  que era un testigo encajado. El agente y el testigo no hablaron una sola palabra… no les fue necesario. El doctor Víctor Samuel González Grillo me dijo que, había considerado mi solicitud y que no aceptaba que yo  trabajara allí, sencillamente allí NO iba a trabajar ni ahora ni más adelante’. Sabía muy bien lo que había ocurrido y no me empleé en una discusión que no tenía sentido…, solo me dirigí en estos términos: “contéstame: “poniendo como premisa que usted no debe mentir… ¿es así?… ¿esta decisión es suya o ha intervenido otras personas, instituciones o funcionarios?” Todo esto mientras miraba al agente….; “es mi decisión y asumo la responsabilidad”, me dijo, me levanté y me fui.

Esto constituyó un golpe a la familia, sobre todo a mis hijos que conocían de este sujeto como líder de la juventud en la Iglesia. Decidí no formular una denuncia pública, podía hacerlo; contaba con los medios y relaciones, pero sabia el alcance y las implicaciones que esto tendría. Esperé tres meses y fui a hablar con otro de los miembros de la Junta Directiva de la Convención Bautista (OCBCOcc) y le expuse todo el asunto…, le dije que no haría una denuncia pública para proteger sobre todo a la iglesia y lo que esta representa. Me escuchó…, ya finalizando me dijo casi en señas…, espera; y fue a su oficina y me trajo una carta de unas 4 páginas que me dio para que la leyera, me dijo:  léela ahora pero no hagas ningún comentario (temía que hubiera escuchas); yo conocía de esta carta, ahora la tenía delante, y la más revelador no era lo que decía sino lo que mostraban las entrelineas. Estaba firmada por el Dr. González Grillo. Después cuando me iba, me llevó aparte a un jardín y me dijo con tono quedo…, “es un infiltrado”.

Los cubanos acumulan un tiempo, demasiado prolongado de delaciones y traiciones. También de extorsiones y chantajes. Es pues algo ineludible a nuestra identidad; nos han inoculado el germen de la duda, la intriga y el sigilo. Nos han hecho parte del andamiaje policial  y por ende de la estructura represiva. Chivatear, colaborar e informar son verbos que se conjugan con frecuencia; pero que tiene muchas connotaciones que no  llegamos a considerar en sí. Superamos la zozobra de la duda y seguimos viviendo como si con nosotros no fuera.

Hoy sabemos, después de la caída del campo socialista, que la estructura de vigilancia y los mecanismos de delación alcanzan a la familia  ,el entorno laboral y la iglesia. Es simplista afirmar que en este o aquel evento, muchas veces anecdótico; intervino un aparato de información, delación y búsqueda de información sobre individuos e instituciones con fines represivos y canallescos.

Nadie es así de simple, un agente. Calificar con liviandad a las personas no es acertado. Las personas en un estado policial pueden responder a circunstancias en que se ven envueltos; sin que muchas veces sepan cuanto están colaborando con las fuerzas oscuras  de la represión. Los órganos de la Seguridad del Estado asumen el derecho de convertir o utilizar a cualquier individuo como colaborador en un momento dado, apelando a su esperada consagración a velar por la Revolución; más infame aun es exigir colaboración cuando se apela a la extorsión y al chantaje. No  siempre se asume el rol de “informante” o “colaborador” tan a la ligera. La estructura organizativa de la policía política  establece rangos para esto que van, desde la “persona en estudio” hasta el “agente”. Pero tal vez los más empleados son: “la persona de interés”, “los vínculos útiles” y “la persona de confianza”. Hay una categoría entre la aceptación y la participación. Resulta festinado hablar a la ligera de “agentes”, “chivatos” e “infiltrados”; debemos ser cuidadosos al asumir algo que pude acabar en un daño a la reputación; tal y como hacen, muchas veces, los agentes del régimen.

Continuará……,

1 comentario:

Eloy Gonzalez dijo...

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