Dr. Eloy A González.
Fragmentos del articulo: Testimonio inacabado, que está incluido en el libro: “Una Patria atesorada para
muchos y perdida para otros” de próxima aparición.
Recuperado de los problemas de salud que me aquejaban
me presenté en el Dpto. de Ubicación de la Dirección Provincial de Salud, la
funcionaria que me atendió me notificó de la existencia de una plaza disponible
en el Hospital Universitario Docente “Calixto García”. Posteriormente me
entreviste con el J’ del Grupo Provincial de Oncología (Dr. Hugo Reyes Gil),
este me aseguró que no había inconveniente alguno para que me incorporar a esa
posición. Una entrevista a continuación con el J’ de Servicio de Oncología del
Hospital Universitario Docente “Calixto García”, Dr. Víctor Samuel
Gonzalez Grillo, confirmó que no había inconveniente alguno; señalándome las
necesidades, características del trabajo
y explicándome en detalle las funciones que desempeñaría.
Quince días después de esta última entrevista, las
respuestas variaron por parte de las mismas personas que antes me atendieron,
las omisiones aparecieron, el asunto se tornó sombrío y las explicaciones se
hicieron dudosas. Se apeló a las mentiras más rampantes. Había, eso sí, un
engendro de respuesta común: “existen razones” para negarme esa posición
como profesional pero las razones no eran explicadas. ¿Cuáles eran las razones
que me negaban el derecho al trabajo? Pase rápidamente a la condición de
desempleado después de más de 20 años de dedicación profesional a la práctica
médica.
En este punto debo ser más explícito.
Procurando reincorpórame lo antes posible, había estado visitando el Departamento de Ubicación
y Reubicación de la Dirección de Salud de la capital; siempre me atendía la
Dra. Josefa Masó quien me dice que mi “caso era muy difícil” y que aún
no había ubicación para mí, entendí bien. En ese momento el director de esa
oficina y de otras era el Dr. Luis Curbelo quien es actualmente el director del
Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR).
Un día voy allí y me encuentro otra persona, el Dr.
Víctor Santamaría, quien me atendió de manera muy distinta; me orienta que debo
de ubicarme y me dice las plazas que hay disponibles. Pensé que había cambiado “la
orientación” y tomé una breve carta que me dio. Antes de decidir fui a ver
al J’ del Grupo Provincial de Oncología quien me atendió bien, pero sabía lo
que había…me dijo que allí no tenía plaza, lo cual no me interesaba pero que,
si había una plaza, pero estaba en el Hospital “Calixto García” …,. Me
dirigí allí sabiendo que el jefe del Servicio era el Dr. Víctor Samuel González
Grillo, quien en ese momento era uno de los directivos de la Junta de la
Convención Bautista de Cuba Occidental (OCBCOcc), líder del Departamento de la
Juventud y director en funciones del Hogar Bautista; entre otras dedicaciones.
De manera muy amable me dijo que, “si había una plaza que necesitaba que
comenzara de inmediato que él prefería que yo fuera el especialista para
trabajar con él, porque compartíamos una común fe y yo era una persona de
principios” (se refería a la iglesia); agregó que era mucho mejor que
estuviera allí que otro especialista que aspiraba también a la plaza, cuyo
nombre prefiero omitir.
Convenimos en
vernos en dos semanas porque él viajaba a los EE. UU.. Cuando regresó fui a
verlo. En un escenario preparado, me esperaban en una pequeña oficina además
del Dr. Gonzalez Grillo, un sujeto que a todas
luces era un agente de la
Seguridad del Estado (DSE), otra persona, este de bata blanca, estaba sentado
en una esquina como si no fuera parte del elenco; pero estoy convencido que era un testigo encajado. El agente y el
testigo no hablaron una sola palabra… no les fue necesario. El doctor Víctor
Samuel González Grillo me dijo que, había considerado mi solicitud y que no
aceptaba que yo trabajara allí,
sencillamente allí NO iba a trabajar ni ahora ni más adelante’. Sabía muy
bien lo que había ocurrido y no me empleé en una discusión que no tenía
sentido…, solo me dirigí en estos términos: “contéstame: “poniendo como
premisa que usted no debe mentir… ¿es así?… ¿esta decisión es suya o ha
intervenido otras personas, instituciones o funcionarios?” Todo esto
mientras miraba al agente….; “es mi decisión y asumo la responsabilidad”,
me dijo, me levanté y me fui.
Esto constituyó un golpe a la familia, sobre todo a
mis hijos que conocían de este sujeto como líder de la juventud en la Iglesia.
Decidí no formular una denuncia pública, podía hacerlo; contaba con los medios
y relaciones, pero sabia el alcance y las implicaciones que esto tendría.
Esperé tres meses y fui a hablar con otro de los miembros de la Junta Directiva
de la Convención Bautista (OCBCOcc) y le expuse todo el asunto…, le dije que no
haría una denuncia pública para proteger sobre todo a la iglesia y lo que esta
representa. Me escuchó…, ya finalizando me dijo casi en señas…, espera; y fue a
su oficina y me trajo una carta de unas 4 páginas que me dio para que la
leyera, me dijo: léela ahora pero no
hagas ningún comentario (temía que hubiera escuchas); yo conocía de esta
carta, ahora la tenía delante, y la más revelador no era lo que decía sino lo
que mostraban las entrelineas. Estaba firmada por el Dr. González Grillo.
Después cuando me iba, me llevó aparte a un jardín y me dijo con tono quedo…, “es
un infiltrado”.
Los cubanos acumulan un tiempo, demasiado prolongado
de delaciones y traiciones. También de extorsiones y chantajes. Es pues algo
ineludible a nuestra identidad; nos han inoculado el germen de la duda, la
intriga y el sigilo. Nos han hecho parte del andamiaje policial y por ende de la estructura represiva.
Chivatear, colaborar e informar son verbos que se conjugan con frecuencia; pero
que tiene muchas connotaciones que no
llegamos a considerar en sí. Superamos la zozobra de la duda y seguimos
viviendo como si con nosotros no fuera.
Hoy sabemos, después de la caída del campo socialista,
que la estructura de vigilancia y los mecanismos de delación alcanzan a la
familia ,el entorno laboral y la
iglesia. Es simplista afirmar que en este o aquel evento, muchas veces
anecdótico; intervino un aparato de información, delación y búsqueda de
información sobre individuos e instituciones con fines represivos y
canallescos.
Nadie es así de simple, un agente. Calificar con
liviandad a las personas no es acertado. Las personas en un estado policial
pueden responder a circunstancias en que se ven envueltos; sin que muchas veces
sepan cuanto están colaborando con las fuerzas oscuras de la represión. Los órganos de la Seguridad
del Estado asumen el derecho de convertir o utilizar a cualquier individuo como
colaborador en un momento dado, apelando a su esperada consagración a velar por
la Revolución; más infame aun es exigir colaboración cuando se apela a
la extorsión y al chantaje. No siempre
se asume el rol de “informante” o “colaborador” tan a la ligera.
La estructura organizativa de la policía política establece rangos para esto que van, desde la “persona
en estudio” hasta el “agente”. Pero tal vez los más empleados son: “la
persona de interés”, “los vínculos útiles” y “la persona de confianza”.
Hay una categoría entre la aceptación y la participación. Resulta festinado
hablar a la ligera de “agentes”, “chivatos” e “infiltrados”;
debemos ser cuidadosos al asumir algo que pude acabar en un daño a la
reputación; tal y como hacen, muchas veces, los agentes del régimen.
Continuará……,
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