Una supuesta pesquisa y un Juicio amañado.
A finales de noviembre recibo una citación para
presentarme en una oficina, no especificaba el organismo del que se trataba.
Estaba en una edificación localizada a la altura de 66A y 31 Avenida;
dirigiéndose desde el Crucero de la Playa hacia el obelisco, quedaría a la
derecha. No era una oficina relacionada con los órganos de impartición de
justicia. Cuando llegué comprendí que se trataba de una dependencia del
Ministerio del Interior.
Me presenté en la recepción y la oficial me indicó que
tomara el pasillo a la derecha. Cuando caminaba por ese pasillo hacia una oficina
que me mostraron, se me acercó una joven oficial y sin mediar palabras me
preguntó: ¿Usted es el doctor Gonzalez?, Sí, le dije y agregó con voz
queda, pero resuelta: “Médico…, lo quieren joder”, sin más se dio media
vuelta y desapareció.
En la oficina estaban dos oficiales que no se
presentaron y me expusieron un dibujo que mostraba las posiciones de los
vehículos comprometidos en aquel supuesto accidente de tránsito. No me interesó
y les dije que estaba sorprendido por la pesquisa porque allí no llegó ningún
policía; ¿quién hizo la denuncia?, pregunté, el oficial a mi derecha
respondió: “el ingeniero Menéndez del Acueducto de La Habana”; nada de
eso fue así les dije y me retiré de aquel lugar. Ellos sabían tanto como yo que
todo aquello era una farsa mal montada y por lo demás a destiempo.
42 y Avenida 35. Zona donde se provocaron los hechos.
No se quedarían, así como así, les había salido mal el
intento y algo tenían que hacer. El día 29 de diciembre, recibo una citación
para presentarme el 31 de diciembre a las 9:00 a.m. en una dependencia, no
especificada, localizada al lado y por la avenida 29 de la Funeraria de la
Calle 70 en la barriada de Buenavista. Era un local amplio muy concurrido y que
simulaba un tribunal; se estaban celebrando un maratón de juicios. No era esta
la sede del Tribunal Municipal de Playa ni de Marianao. Yo no estaba preparado
para un juicio, pero tenía una cita con la justicia popular el último día de
ese inolvidable y aterrador año de 1992.
Fui el tercero de aquel caricaturesco tribunal
enfrentando un juicio amañado; sobre mi presunta culpabilidad por el accidente
de tránsito, al que me he referido con detalles en este artículo. Fue rápido
aquel sujeto que era juez y fiscal a la vez. Cuando tomé la palabra para poder
defenderme de aquella petulante monserga; el juez y única voz allí me dijo en
todo agresivo y áspero: “usted se calla, que nada tiene que decir aquí”
y dio por terminado el juicio. Días después recibo un documento, algo así como
un fallo condenatorio, que me obligaba a pagar los daños al vehículo del
supuesto ingeniero Menéndez por la suma de 800 pesos. Nunca los pagué
hasta que 7 años después, cuando hacia los trámites para salir al exilio, lo
hice para evitar sorpresas de última hora.
Pienso que desde que se produjo el incidente, debí de
consultar con un abogado de los que, por ese tiempo, eran parte de la oposición
interna; no lo hice. Tampoco lo hice cuando recibí las dos citaciones. Ellos
podían asesorarme en los procedimientos de la pesquisa policial y, sobre todo,
en los aspectos de la Ley de Procedimiento Penal; que yo no conocía y que sin
duda cuestionaba el juicio tremebundo al que me sometieron.
No tengo la más mínima duda que lo ocurrido en la
intersección de la calle 42 y la avenida 35, aquel día de octubre de 1992, fue
una tentativa de asesinato. Lo que nunca llegué a comprender, cómo llegaron a
decidir esto. Conozco muy bien de la dedicación de los personeros del régimen
al crimen, hay una consagración permanente y enfermiza a dañar en todo lo posible
a los opositores. Cuando estuve preso en Villa Marista y después, cuando no
acepte colaborar con la Seguridad del Estado, me dijeron que tendrían una hoja
de ruta para hostigarme y acosarme, me la dijeron en detalle y lo hicieron;
solo que nunca pensé que llegarían a actos como este. No es que no sean capaces
de matar, sino que no es una decisión festinada e irracional en sí.
Cuando fui detenido era un opositor, por así decirlo,
de bajo perfil, estaban sorprendidos y me lo hicieron saber. Es cierto
que en los procedimientos de la policía política intervienen distintos sujetos
que entran en la investigación, salen en la detención, participan en los
interrogatorios, hacen el seguimiento y son después esos que suelen
denominarse: “el o los compañeros que me atienden”.
Durante ese año más que atemorizarme continúe mi
desempeño como activista de DDHH y mi trabajo profesional. Pero, sobre todo, me
relacioné con muchas personas de la oposición, de la iglesia, profesionales de
la salud, extranjeros e incluso diplomáticos. En ocasiones opté por la
temeridad y el desafío, lo cual no era prudente. En todo ello conversaba,
opinaba y me movía con desenfado…, en mi auto. En algún momento del trabajo
operativo de los agentes del DSE todo esto les molestó, me sobredimensionaron y
decidieron actuar.
Este es un testimonio de un intento de homicidio. Fue
el resultado de una sobredimensión que interesaba mi dedicación y la
interpretación de otros sobre el desafío, la culpa y el sentido vengativo de
estos. Consistente con las jugadas de la conciencia y los secretos o recuerdos
que condicionan las decisiones de los otros y las nuestras. Tal vez de esto
nunca se sepa, pero al menos dejo estas notas sin culpas, sin odios y sin
perdones, así no más…,
Esto de morir en un instante de un impacto feroz, es
escalofriante y enigmático. Nadie es dueño de su propia muerte…, hasta tanto
sigo viviendo.
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