Elogio del orden…
Quizá sea el momento de meditar acerca del
orden o del colocar la cosas en el lugar que corresponde; quizá sea oportuno
escribir sobre el Orden de Dios en medio de una sociedad desintegrada, sin
concierto y sumisa, traída a este punto mediante la fría y cruel estrategia del
castrocomunismo en cuyo cieno paralizante nos han sumergido; más vergonzoso
aún, con nuestro consentimiento. Una sociedad donde se ha desmoronando el
núcleo familiar, donde racionalizar el mentir ya no es pecado, donde se han
relajado al extremo los valores éticos y morales, donde no hay honor ni
respeto, donde todo se resume en una lucha por el control de la vida de los
otros en aras de bastardos intereses. Sin ningún pudor aceptamos degradarnos
ante un gobierno que nos ofrece dinero a cambio de integridad y del regalo de
la patria misma. Nadie puede creerse lo que nos ocurre. Estamos desbocados en
un festín donde no hay dolor por el dolor de los demás, donde el principio del
placer ha suplantado al principio del deber… Lo que no nos cuesta, hagámoslo
fiesta… Triste y perverso ¿no…?
Ya no nos preguntamos cómo andan nuestros
hospitales, cuánto sufren nuestros pacientes en esperas interminables y migajas
al suelo tiradas, si sigue ocurriendo la migración forzada de médicos
preparados para suplantarlos por otros maltrechos, nacidos del engaño y la ideologización, estafados ellos mismos...
Campean las epidemias en medio de la inacción y la chapucería; quienes fueron
decorosos ahora están contagiados de odio, son presas de la ruindad y la
parálisis; ¡quién
los mandó a enfermarse! El país
o lo que queda de él está siendo regalado al peor postor. Impostores,
infiltrados y malnacidos luchan por el poder llenos de grandeza inventada.
Corintios 14:40. Pero hágase todo
decentemente y con orden...
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