Del crimen, el cinismo y la burla.
Boyeros, La Habana, 10 de febrero de 2011, (PD) A mediados de enero de 2010 la noticia conmovió a la opinión pública nacional e internacional: alrededor de tres docenas de enfermos mentales -según fuentes cercanas a los hechos- recluidos en el Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra) murieron víctimas de frío e inanición en la noche más fría de la temporada invernal.
Las fotografías dantescas e increíbles que muestran las condiciones deplorables que sufrían los pacientes de esta vitrina del sistema de salud cubano recorrieron el país y el mundo vía electrónica para dejar al descubierto la inhumana indolencia de las autoridades cubanas, siempre dispuestas a presumir de la supuesta excelencia de esas garantías sociales que dice proveer.
El escándalo provocado por el hecho obligó al gobierno cubano a emitir una declaración sobre el particular. El comunicado reconocía solo veintiséis fallecidos, atribuidos a problemas respiratorios provocados por las bajas temperaturas de aquella infausta noche. Sin embargo, a renglón siguiente la nota promete una investigación y el castigo a los supuestos responsables del hecho.
Así una escueta y contradictoria información saldó la primera referencia oficial a la tragedia. El ministro de salud pública, dirigente histórico de la revolución para más señas, conservó su cartera por varios meses como si nada hubiese ocurrido y sin siquiera molestarse en hacer una declaración sobre el hecho. Ni una autocrítica, ni la democión de un funcionario provincial y nacional, ni una palabra de condolencias para víctimas y familiares.
Pasó el tiempo y el mismo gobierno que necesitó solo un mes - del 13 de junio al 13 de julio de 1989- para detener, investigar, juzgar, condenar, ratificar y ejecutar a sus más grandes y legendarios héroes, el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia, el mismo gobierno que necesitó apenas unos días en marzo del año 2003 para condenar y ejecutar, ante la atónita y estremecida mirada de todo el planeta, a tres jóvenes negros que intentaron secuestrar una embarcación sin causar la mínima lesión a nadie, tardó exactamente un año para presentar a juicio a los supuestos culpables del genocidio.
Pero ¡oh, sorpresa!, la información oficial emitida sobre la vista oral del proceso nos revela como encartados solo a varios funcionarios y especialistas de la instalación hospitalaria. Con escalofriante impavidez, el periodista que informa nos dice que a pesar de existir en la institución las condiciones y disponibilidades materiales requeridas, los enfermos quedaron desprotegidos ante las inclemencias del tiempo, además de comprobarse "signos positivos de desnutrición" y "diagnósticos de anemia y niveles deficientes de vitaminas". Sin embargo, asombra sobremanera que el terrible genocidio de personas tan vulnerables se salde judicialmente con acusaciones de "abandono de menores, incapacitados y desvalidos" y "malversación".
Finalmente esos funcionarios menores -directivos del hospital, especialistas, y trabajadores de servicios- fueron declarados culpables y sancionados a penas que no rebasan los quince años. Así quedó cerrado el caso para las autoridades cubanas.
El tratamiento dado al lamentable asunto retrata de cuerpo entero al gobierno cubano, cuyo comportamiento hiere todas las sensibilidades y ofende la inteligencia aún del menos informado.
En primer lugar llama la atención ver como esa inflada burocracia que goza de toda clase de privilegios no cumple su función ni asume responsabilidad alguna por un crimen que a todas luces ellos debían haber evitado.
Cómo es posible que el Comandante sea capaz de preparar en dos días una brigada de setecientos médicos con el objetivo de inmiscuirse en un problema donde nadie lo ha llamado, de conocer al momento el dolor de oído que sufre el último damnificado en las heladas montañas de Pakistán o de dar cuenta de los grados de fiebre que padece el más ignoto enfermo de cólera en Haití y no existiera un funcionario partidista, sectorial, provincial o ministerial en capacidad de ocuparse de las deplorables condiciones en que malviven los enfermos de "Mazorra".
La evidencia grafica de la tragedia, que parcialmente se reproduce junto a estas valoraciones, demuestran que para llegar a ese nivel de depauperación física se necesitan muchos meses de hambruna total. No es parcial desnutrición y alguna deficiencia vitamínica los que muestran esas imágenes dantescas, que además dan cuenta del carácter consuetudinario del maltrato físico en la instalación hospitalaria.
Resulta lacerante y bochornoso que en un país donde emitir libremente una opinión o sacrificar una res puede implicar largas penas de cárcel, un asesinato alevoso y evitable como este ocurra y se ventile con encartados, penas y explicaciones que constituyen una burla a todos los cubanos, quienes, por cierto, podemos ser mañana víctimas o dolientes de nuevas desidias y nuevos crímenes.
*Historiador y politólogo. Miembro del Partido Arco Progresista. Representante en Cuba de la Revista Islas, reside en Boyeros. La Habana.
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