Dr. Eloy A González.
Nuestro admirado y de
noble aceptación, el coterráneo de tantos, Osvaldo Sánchez, ha escrito una nota
nada desdibujada en el tiempo; sobre los avatares del abastecimiento del arroz
en nuestro país.
Nota ágil de acertado tono,
donde nos lleva de los tiempos aciagos de los noventas a la actualidad, en una
crónica personal e incisiva. Es una de esas notas que nos alejan de las especulaciones,
los entresijos y las deformaciones de la realidad. En la crónica sencilla de un
aspecto de la vida común, de gente común que solo le toca eso: vivir.
Por esos años de los
noventas, en circunstancias personales nada propicias y caminando como tanto el
abrupto camino de las privaciones y los sobresaltos viajaba no pocas veces a mi
pueblo natal, Buenavista, en procura de alimentos para paliar la situación crítica
y desventurada de mi familia en la capital.
Aquí les dejo la foto
del Médico, la del Carretonero no la tengo;
pero con gusto también la
incluiría.
Nos empleamos a fondo,
esto en los tempranos años de los noventas, en sembrar un amplio campo de arroz
en la Finca de la familia; y llegó la cosecha. Ese día fueron convocados todos
los que tenían asignados sus surcos del sembrado; el campo traía una abundante
cosecha. Todos estaban contentos, todos trabajaban a la par, todos eran solidarios
y animados. El preciado cereal, el arroz, estaría garantizado en las mesas de
sus familias.
Estaban, entre otros, Juan
Calandria que entonces trabajaba allí y el pastor Salomón que le metía duro
el hombro al trabajo. Todos trabajaron hasta el final; nadie se fue con su
parte hasta que no quedo cegada la ultima espiga y procurado el ultimo grano en
los sacos. Cada cual tomó el camino de regreso al pueblo.
El secado llevo algunos
días, por lo que tuve que regresar dos semanas después. Al punto para trillarlo,
tomé dos sacos los puse en el carretón, que para eso tenia, y a empujarlo hasta
la carpintería-trilladora que era conocida en el pueblo.
Cuando superé algunos
metros, y ya tempranamente cansado de empujar el carretón, un vecino del pueblo
con voz resuelta me dijo: ¡vaya…, un médico carretonero! Sí de eso se
trataba y mucho más; un padre en procura de sustento para su familia. Rápido
como suelo hacer le contesté: “el mismo médico que hace algunos años procuró y solucionó
la atención de su Padre en el Instituto de Oncología”. Nada más me dijo, se dio
media vuelta y siguió su camino. Por respeto a su señor Padre omito el nombre.
Tal vez no fue la mejor
respuesta, asumo eso. Pero fue muy aleccionador de mi parte que supiera
simultanear, por que no, las dedicaciones como Médico y las improvisaciones
como Agricultor y Carretonero.
mayo 29, 2020
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