Entre
las ruinas de lo que fue un centro para curar la tuberculosis hoy se refugian
asaltadores y locos
¿Quién se acordará que hace algunos años este fue uno de los mejores
centros de salud de toda Cuba? Seguramente muy pocos, pues lo único que queda
del Hospital Materno Infantil Lebredo en el municipio de Arroyo Naranjo son
unas espantosas ruinas, aprisionadas por enormes marabúes que han desplazado a
las hermosas áreas verdes de la Loma de la Esperanza, donde en 1902 se ordenó
la construcción de esta instalación, dedicada originalmente a los pacientes con
tuberculosis.
Las destrozadas paredes sucumbieron al desfalco incesante de sus
ladrillos y ya no contienen las huellas de lo que fuera este enorme centro
hospitalario. Pero una escultura, característica de las construcciones de los
inicios del siglo XX y ubicada en la misma entrada, aún refleja algo del
fenecido esplendor de este legendario edificio.
El aire puro del lugar propiciaba que fuera un ambiente ideal para los
pacientes que sufrían tuberculosis. Pocos conocen que los montes verdes de sus
alrededores fueron el último paisaje que vio Rubén Martínez Villena antes de
morir.
A Laura Marrero, vecina de la zona, le conmueve pensar que allí
trabajó por más de 30 años su difunta madre. “Este hospital era nuestra vida, era el orgullo de todo el barrio, y mi
madre mantenía a toda la familia con su puesto de enfermera allí”, afirmó.
La señora también señala que, por su calidad constructiva, la amplitud
en sus recintos y los hermosos jardines que lo rodeaban, en muy poco tiempo
ganó un gran prestigio dentro de los centros de este tipo en el país.
“Después del (año) 59, fue
convertido en el Instituto de Desarrollo de la Salud y, por problemas en la
estructura, fue remodelado en los años 80. Luego pasó a ser un hospital materno
infantil”, relata Rogelio Aguilera, vecino del lugar por más de 50 años.
“Tenía buenos doctores y
especialistas. Aquí llegaban personas de muchos poblados de La Habana y de
otras provincias a atenderse”, añade.
A inicios del 2000, según sigue contando este vecino, decidieron
volver a darle mantenimiento al edificio pero nunca volvió a ser el mismo. “Dijeron que la estructura se estaba
hundiendo. No sé cómo, pero al final nada se hizo por rescatarlo y lo dejaron
en el abandono”, comenta.
En uno de sus gruesos muros de mampostería, lo único que dejaron
quienes se suponía repararan el inmueble fua una consigna pintada por los
albañiles de la empresa encargada: “Bush,
cara de guante, no hay agresión que Cuba no aguante”
“Tal parece que lo principal de
esa empresa es la propaganda barata y no la rehabilitación de edificios”,
refiere Rogelio, con una expresión de risa en su rostro.
Ruinas
sin amparo
“La situación la conocen todos
los dirigentes, sobre todo los de Salud Pública, y no han hecho nada ni
siquiera por demoler el edificio”, afirma Jesús Rodríguez, quien vive justo
al frente de la instalación. Para su desgracia, “eso se ha convertido en un criadero de mosquitos. Muchas personas
inescrupulosamente han entrado al lugar a recoger ladrillos y azulejos para sus
casas. También adentro se han alojado personas con problemas mentales, los
“rascabuchadores” (acosadores sexuales), y se han dado muchos casos de asalto”,
Lázara Montero comenta que cuando transita cerca del lugar lleva
siempre en su bolso una tijera u otro objeto punzante para protegerse, en caso
de un asalto.
“Antes éramos un barrio
privilegiado. Aquí siempre hubo agua y electricidad las 24 horas, pues todas
las instalaciones estaban interconectadas al hospital”, señala.
Por su parte, Laura Marrero ya perdió la fe en que su barrio recobre
el esplendor de años atrás. “Nos han
marginado completamente. Ahora dicen que este barrio es malo, pero no es así.
Los que decidieron dejar abandonado el edificio nos dejaron atrás a nosotros.
Nos han destruido el orgullo de nuestra zona y nadie se ha pronunciado por
esto”.
Los vecinos solo rememoran los tiempos gloriosos de este centro
hospitalario. El estado actual del inmueble impide que sea rescatado de las
ruinas. Mientras tanto, este gigante abandonado, de cinco pisos de atura y con
una vasta área a su alrededor, seguirá allí esperando por los milagros y la fe
con la que alguna vez un doctor decidió que se llamara Hospital de la
Esperanza.
*Manuel Díaz Mons: Nacido en La Habana, se graduó en
la carrera de Ciencias Informáticas en el 2007, ha colaborado en diversos
proyectos digitales del Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y de
manera autodidacta ejerce el periodismo desde el 2010 publicando en blogs y
medios nacionales y extranjeros.
Fuente: CUBANET.
Las fotos son del autor del artículo
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