Arroyo Naranjo, La Habana, (PD)
Conozco a varios médicos habaneros (ortopédicos y pediatras) que por estos días
indagan ansiosamente cómo es la vida en Arabia Saudita. Supieron que buscan
doctores en la lejana y misteriosa Península Arábiga y que el gobierno cubano,
ávido de divisas, está presto a enviárselos.
Recientemente, el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) informó
informó que "médicos cubanos serán contratados temporalmente por Arabia
Saudita como parte del programa Médico Visitante, diseñado por el Ministerio de
Salud del Reino para proveer los principales centros hospitalarios del país con
especialistas extranjeros altamente calificados".
Un acuerdo en ese sentido fue suscrito por el asistente del
viceministro para Asuntos de Hospitales, Aqeel Bin Gamman Al Ghamdi, y el
embajador cubano, Enrique Enríquez.
Según la información del MINREX, "el primer grupo de galenos
cubanos laborará en el King Saud Medical City y el Prince Salman Hospital, dos
de las más prestigiosas instituciones médicas sauditas".
Los médicos, con los que conversé el domingo, música y cervezas
mediante, en el cumpleaños de un amigo común, ya se ven a bordo del avión de la
KLM que los llevará de La Habana a Ryad.
"Abra, abracadabra", canturrea con The Steve Miller Band uno
al que se le fue la mano con los tragos. Me pregunta otro, más sobrio, si
Arabia Saudita es lo que llaman "la Arabia Feliz", pero no me da
tiempo a explicarle que es la parte menos desértica del país, porque entonces
me dice que si le pagan bien, está dispuesto a leerse el Corán, usar turbante y
montar en dromedarios. "¿O son camellos los que hay allí?", me
pregunta otro, el más curioso e interesado, como si yo fuera experto en
jorobas.
Sueñan regresar a Cuba cargados de euros, dólares, ropa de marca y
equipos electrodomésticos sofisticados. La pacotilla es un buen negocio. Me
cuentan que colegas suyos que vienen de Caracas han podido construir y comprar
casas gracias a la venta de ropa, laptops, celulares y reproductores de DVD.
Ellos preferirían trabajar en Brasil, donde parece que también
contratarán médicos cubanos y más ahora que la presidenta Dilma Rouseff ha sido
puesta contra las cuerdas por los indignados, pero Arabia Saudita, donde les
han dicho que pagan bien porque pocos médicos occidentales quieren trabajar
allá, les parece un sitio muchísimo más ventajoso que Haití, Ecuador, Bolivia,
Venezuela y otros países del Tercer Mundo.
Según datos oficiales, el gobierno cubano tiene en el exterior a 38
868 trabajadores de la salud, de los cuales 15 407 son médicos.
La exportación de servicios, principalmente médicos, es el principal
ingreso del gobierno cubano: 6 000 millones de dólares anuales.
Pero hay algo que les preocupa a los médicos de Arroyo Naranjo y San
Miguel más que el clima, las tormentas de arena, el idioma o los terroristas de
Al Quaeda. Supieron por los libros y la Infomed (la red cubana sólo para
médicos) que la monarquía wahabita hace cumplir estrictamente la Sharia, la ley
islámica. Y dos años sin vida nocturna, bebidas alcohólicas ni mujeres, es un
tiempo demasiado largo: la abstinencia que prescribió el Profeta no va bien con
los cubanos, tan jodedores.
Los médicos habaneros averiguan si los dejarán viajar con sus esposas,
si logran probar que son confiables y que regresarán. Solo temen que tendrán
que tenerlas encerradas en sus aposentos. Como ordenó Mahoma.
Entre el grupo de médicos hay una pediatra. Tiene 31 años, un cuerpo
escultural, un niño de 7 años y una casa a medio construir. Está muy embullada
con la posibilidad de que la envíen a Ryad. Sabe que tendrá que usar velo,
ocultar su cabello tumultuoso y sus piernas de modelo porno. Será aburrido y
engorroso, pero vale la pena.
Estos médicos, desvelados con los petrodólares árabes, se ahogan en su
país. No ven futuro a sus vidas. No creen en discursos, promesas ni
Lineamientos. Sueñan con viajar y ganar dinero. No importa adonde sea ni bajo
qué condiciones. Aunque el gobierno cubano se quede con la mayor parte de las
ganancias. Lo que les importa es salir. Escapar de la ratonera.
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