Como en un santuario… en el consultorio del gran
profesor se respiraba un aire de respeto por la persona humana, seriedad
profesional, compromiso y sabiduría inmensos. La cincuentona paciente, Abastaza
Dinerosa, repolluda y pintarrajeada ella, lucía una pesada esclava contorneando
su grueso tobillo izquierdo, varias voluminosas pulseras de oro macizo, una
cadena colgando de su cuello, y su fiel reloj Cartier de platino con brillantes
que minutos antes, en el baño, había sacado de su cartera para mostrarlas en un
escenario inadecuado, viendo de soslayo un aviso que invitaba a apagar el
teléfono celular. Eran esas joyas que invitan al arrebatón los únicos atuendos
de su desnudez total apenas tapada con una escasa bata de examen de papel,
terca y breve. La enfermera la colocó en posición de pollito de restaurante y
despatarrada sobre la camilla de examen de su ginecólogo. Una sábana desechable
también de terco papel azul cielo echada sobre sus rodillas, establecía una
pudorosa barrera entre los ojos del médico y los de la Dinerosa.
Tal parecía el cuadro visual que de añejo mantengo
en mi memoria de la Plaza 5 de Julio de Valencia, donde esos viejos fotógrafos
de plaza, tras su cámara de cajón, cubierto hasta los hombros por un negro
paño, de tanto uso ya ¨jovero¨-según anotaba mí mamá cuando el negro perdía
color-, hacían milagrosas imágenes con sus manos dentro de aquel pequeño
recinto que a la par hacía las veces de cuarto oscuro, trabajando sin control
visual con sus dedos de uñas ocres de tanto contacto con los líquidos revelador
y fijador, sin que faltara un tobo y un paño percudido, entregaban en apenas
unos minutos la foto que acababan de realizar…
-¨La magia del examen ginecológico -decía orondo el
profesor para sus adentros-, qué hermoso sistema de perpetuación de la especie,
cálido y gratificante refugio de enamorados, que tan poco dice de la desgracia
conyugal de tantas parejas…¨
La luz frontal fija a un cintillo contorneando su
cabeza; el espéculo vaginal colocado y ya ¨in situ¨, calentado con toda la delicadeza
del mundo e introducido hasta donde dice ¨Colimodio®¨, los guantes de látex
bien ceñidos para no perder el sentido del tacto tan necesario, y más
importante aún, toda la atención del viejo sabueso comprometida con el
diagnóstico y la decisión terapéutica…
En eso, ¨!pi-pi-pú, pi-pi-pú, pi-pi-pú…!¨,¨
¡pi-pi-pú, pi-pi-pú, pi-pi-pú…!¨, bramó el teléfono celular y doña Abastaza que
se voltea bruscamente con todo aquello dispuesto adentro de sus países bajos,
para alcanzar su cartera y dentro de ella, su adorado celular…
-¨Sí gordo soy yo, tu capullito; llámame más tarde;
estoy en el consultorio con mi doctor que me está ´alineando’, ¿sabes?, sólo
para ti y en este preciso momento lo estoy ´retratando´ de la cintura para
arriba. Chao y fuera¨. Dijo mirando a su doctor con un mohín de picardía… A mi
circunspecto profesor se le chorrearon las medias, sus bigotes de bicicleta
montañera se le bajaron como de bicicleta de carrera… ¡Insólito, insólito!¨ se
repetía mentalmente. El espéculo vaginal sometido a aquella voltereta quedó
cachicorneto, la pinza de biopsia dispuesta a tomar un tajo del cuello uterino,
en aquél momento tomó la muestra de un labio menor adonde no iba dirigida y la
sangre manó a raudales; más impresionante era el ojo tumefacto del profesor a
quien una rodilla de la Dinerosa le había impactado directamente en su ojo
derecho dejándole además turulato y con el frontoluz gacho… Como si nada
hubiera pasado, la doña volvió a su posición inicial, llamada ginecológica o de
litotomía, moviendo la cola de aquí-para-allá y de allá-para-acá como gallina
culeca echándose sobre sus huevos para retomar la anterior posición…
Sí, es cierto me estoy refiriendo a las
comunicaciones, al último alarido de la moda-epidemia que ha caído sobre este
pobre-rico país donde se han vendido más teléfonos inteligentes Black Berry en
el mundo… Una verdadera tragedia caraqueña, que paradójicamente no ha hecho
otra cosa que aislar a la gente, y usted los ve mientras se ríen solos mirando
hacia abajo enviando ¨importantísimos¨ mensajes de texto…
¡Válgame Dios! De repente a todo el mundo le dio por
hablar por teléfono, hasta en el excusado en medio de flatos y pujos no
disimulados… El éter que nos rodea, lo imagino saturado de la mayor cantidad de
pendejadas que puedan decirse. Antes, cuando mis pacientes tenían urgente
necesidad de hablar, me pedían prestado mi teléfono fijo, pero ahora lo primero
que hacen es posar sobre mi escritorio uno o varios de los nuevos símbolos del
estatus con una luz verde o roja relampagueante…
-¨Doctor ¿me presta un tomacorriente que se me está
acabando la pila?¨
¡Pupú de perro el que no tenga uno! Ya yo, por
supuesto que tengo el mío, pero sólo para hacer palotes, porque mis dedos no
saben cómo escribir ni conocen el lenguaje SMS, un fenómeno social y
lingüístico, que consiste en acortar palabras, sustituir algunas de ellas por
simple simbología o evitar ciertas preposiciones, utilizar los fonemas y demás;
así, xd=reírse a carcajadas; tb=también; tons=entonces; q=que; m=me; l=el;
cn=con; dnd=dónde; cnd=cuándo, tqm=te quiero mucho, xp=por qué, etc.
La Cantv, esa que une a la gente en las grandes
colas que se forman en sus oficinas para pagar la factura del mes en pleno
siglo XXI porque el correo no funciona y por la Internet usted no sabe quién
recibirá su dinero en momentos en que, ¨¡No hay sistema!¨. Pareciera que ahora
quisiera acabar con la telefonía fija especialmente luego que cubanos metiches
espían las conversaciones de todos, pues para eso es que sirven…
Hace algunos años la dieron por llamar a mi casa de
habitación durante todo el día preguntando si podían hablar con un consejero o
secretario de la Embajada de Cuba.
-¨No señora, está equivocada, esta no es ninguna
embajada, esta es una casa de habitación particular…¨
-¨! Pero si en el 115 de la Cantv me dieron este
teléfono ¡¿por qué no me comunica¨?!
-¨Señora, yo no tengo nada contra usted ni contra
los cubanos, lo que ocurre es que el teléfono de ellos y el mío terminan en 41
y creo que de allí surge la confusión…¨
-¨! Usted es un fresco y un desconsiderado, vaya a
lavarse… ese paltó…, volveré a llamar para rectificarlo¨.
Llamo entonces a la Cantv y pregunto,
-¨Señorita, ¿me da por favor el teléfono de la
Embajada de Cuba?¨
Y a qué no saben, me dieron el mío propio; reclamo…
-¨Señorita, usted está en un error ese teléfono es
el de mi casa desde donde la ahorita la estoy llamando…¨.
-¨Yo lo lamento, usted no puede saber más que mi
computadora, y mi computadora no se equivoca…¨
¡Perdónala Dios porque no sabe lo que hace; no saben
ni cómo alimentarla con datos ciertos…!
En lo particular pienso que la consulta médica es
algo muy serio. Yo mismo durante la misma trato de limitar el número de
pacientes que me llaman; aunque suelo hacerlo al finalizar la jornada, con
pretendidas emergencias engañan a mi secretaria,
-¨ ¿Cómo está doctor, cómo está su familia, qué de
sus hijos, y de sus nietos…? Estoy en la farmacia comprando la medicina que me
indicó… ¿La compro? Ah, espere un momentico que mi esposo lo va a saludar…¨
¿Exageración? ¡No hay tal, se los aseguro!
Para más colmo, existen patologías derivadas del uso
de un celular, una de ellas es la llamada ¨nomofobia¨ o miedo irracional a
perder el teléfono móvil; su nombre se deriva de No-Mobile-Phone Phobia. Así se
define esta nueva adquisición en las patologías del desarrollo o de la
tecnocracia, una enfermedad derivada del celular, así que, ¿qué propensión
tenemos a padecerla?
En una entrevista a 2000 usuarios americanos
usuarios de telefonía celular para conocer que tanto revisaban sus teléfonos,
dónde lo hacían y cómo se sentirían si lo perdieran, una firma de seguridad
móvil llamada Lookout, con respecto a ésta última cuestión, encontró que
aparentemente no sabríamos cómo reaccionar y, que en la mayoría de los casos,
entraríamos en pánico con sus conocidas respuestas de luchar o correr…
Las estadísticas obtenidas por ellos demostraron que
la cama es el lugar más frecuente para consultar actualizaciones o responder
llamadas. El excusado y una comida casual están en segundo y tercer lugar
respectivamente, pero es inaudito conocer que casi una cuarta parte de los
usuarios revisen sus teléfonos mientras manejan. Entre otros datos curiosos
demostraron que el 58% de los usuarios de celular-habientes no tolerarían una
hora sin revisar su teléfono; el 94% se preocuparía mucho al perder su
dispositivo; y la reacción principal al perderlo sería entrar en pánico en un
73% y sentirse desesperado en un 14%
Quien hable por teléfono celular mientras maneja,
sea un ¨manos libres¨ o no, tiene cuatro veces más posibilidades de chocar que
el que no lo hace. La investigación, publicada por el British Medical Journal,
concluye que "usar un teléfono sin manos no es para nada seguro".
Definieron como "intervalo peligroso" el
período de 10 minutos antes del accidente. Del total de participantes, 238
(52%), tenía accesorios para el teléfono sin manos, como auriculares.
¿Resultado? "El uso de teléfono celulares por parte de los conductores
hasta 10 minutos antes del accidente fue asociado con un incremento de cuatro
veces en la probabilidad de accidente". Y destaca que factores como sexo,
edad o el tipo de teléfono celular no afecta la relación entre uso del teléfono
y el riesgo de accidente. Casi todos las personas analizadas sufrieron al menos
una lesión, y la mitad, dos o más.
Un paciente le dice a su médico:
-“Doctor,
no levanto cabeza, me río solo, no miro a nadie, no hablo con la gente,
me hablan y no pongo cuidado, parezco un idiota, dígame, ¿qué enfermedad tengo,
Doctor?”
-“Un
"iPhone", un "iPad" o un "Blackberry".
Articulo recibido por correo electrónico de su autor fue
publicado en Academia Nacional de Medicina. Boletín virtual. Editorial. Febrero
de 2013
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