domingo, febrero 17, 2013

No invitado y para colmo… ¡Entrometido!


Como en un santuario… en el consultorio del gran profesor se respiraba un aire de respeto por la persona humana, seriedad profesional, compromiso y sabiduría inmensos. La cincuentona paciente, Abastaza Dinerosa, repolluda y pintarrajeada ella, lucía una pesada esclava contorneando su grueso tobillo izquierdo, varias voluminosas pulseras de oro macizo, una cadena colgando de su cuello, y su fiel reloj Cartier de platino con brillantes que minutos antes, en el baño, había sacado de su cartera para mostrarlas en un escenario inadecuado, viendo de soslayo un aviso que invitaba a apagar el teléfono celular. Eran esas joyas que invitan al arrebatón los únicos atuendos de su desnudez total apenas tapada con una escasa bata de examen de papel, terca y breve. La enfermera la colocó en posición de pollito de restaurante y despatarrada sobre la camilla de examen de su ginecólogo. Una sábana desechable también de terco papel azul cielo echada sobre sus rodillas, establecía una pudorosa barrera entre los ojos del médico y los de la Dinerosa.
Tal parecía el cuadro visual que de añejo mantengo en mi memoria de la Plaza 5 de Julio de Valencia, donde esos viejos fotógrafos de plaza, tras su cámara de cajón, cubierto hasta los hombros por un negro paño, de tanto uso ya ¨jovero¨-según anotaba mí mamá cuando el negro perdía color-, hacían milagrosas imágenes con sus manos dentro de aquel pequeño recinto que a la par hacía las veces de cuarto oscuro, trabajando sin control visual con sus dedos de uñas ocres de tanto contacto con los líquidos revelador y fijador, sin que faltara un tobo y un paño percudido, entregaban en apenas unos minutos la foto que acababan de realizar…
La magia del examen ginecológico -decía orondo el profesor para sus adentros-, qué hermoso sistema de perpetuación de la especie, cálido y gratificante refugio de enamorados, que tan poco dice de la desgracia conyugal de tantas parejas…¨
La luz frontal fija a un cintillo contorneando su cabeza; el espéculo vaginal colocado y ya ¨in situ¨, calentado con toda la delicadeza del mundo e introducido hasta donde dice ¨Colimodio®¨, los guantes de látex bien ceñidos para no perder el sentido del tacto tan necesario, y más importante aún, toda la atención del viejo sabueso comprometida con el diagnóstico y la decisión terapéutica…
En eso, ¨!pi-pi-pú, pi-pi-pú, pi-pi-pú…!¨,¨ ¡pi-pi-pú, pi-pi-pú, pi-pi-pú…!¨, bramó el teléfono celular y doña Abastaza que se voltea bruscamente con todo aquello dispuesto adentro de sus países bajos, para alcanzar su cartera y dentro de ella, su adorado celular…
Sí gordo soy yo, tu capullito; llámame más tarde; estoy en el consultorio con mi doctor que me está ´alineando’, ¿sabes?, sólo para ti y en este preciso momento lo estoy ´retratando´ de la cintura para arriba. Chao y fuera¨. Dijo mirando a su doctor con un mohín de picardía… A mi circunspecto profesor se le chorrearon las medias, sus bigotes de bicicleta montañera se le bajaron como de bicicleta de carrera… ¡Insólito, insólito!¨ se repetía mentalmente. El espéculo vaginal sometido a aquella voltereta quedó cachicorneto, la pinza de biopsia dispuesta a tomar un tajo del cuello uterino, en aquél momento tomó la muestra de un labio menor adonde no iba dirigida y la sangre manó a raudales; más impresionante era el ojo tumefacto del profesor a quien una rodilla de la Dinerosa le había impactado directamente en su ojo derecho dejándole además turulato y con el frontoluz gacho… Como si nada hubiera pasado, la doña volvió a su posición inicial, llamada ginecológica o de litotomía, moviendo la cola de aquí-para-allá y de allá-para-acá como gallina culeca echándose sobre sus huevos para retomar la anterior posición…
Sí, es cierto me estoy refiriendo a las comunicaciones, al último alarido de la moda-epidemia que ha caído sobre este pobre-rico país donde se han vendido más teléfonos inteligentes Black Berry en el mundo… Una verdadera tragedia caraqueña, que paradójicamente no ha hecho otra cosa que aislar a la gente, y usted los ve mientras se ríen solos mirando hacia abajo enviando ¨importantísimos¨ mensajes de texto…
¡Válgame Dios! De repente a todo el mundo le dio por hablar por teléfono, hasta en el excusado en medio de flatos y pujos no disimulados… El éter que nos rodea, lo imagino saturado de la mayor cantidad de pendejadas que puedan decirse. Antes, cuando mis pacientes tenían urgente necesidad de hablar, me pedían prestado mi teléfono fijo, pero ahora lo primero que hacen es posar sobre mi escritorio uno o varios de los nuevos símbolos del estatus con una luz verde o roja relampagueante…
Doctor ¿me presta un tomacorriente que se me está acabando la pila?¨
¡Pupú de perro el que no tenga uno! Ya yo, por supuesto que tengo el mío, pero sólo para hacer palotes, porque mis dedos no saben cómo escribir ni conocen el lenguaje SMS, un fenómeno social y lingüístico, que consiste en acortar palabras, sustituir algunas de ellas por simple simbología o evitar ciertas preposiciones, utilizar los fonemas y demás; así, xd=reírse a carcajadas; tb=también; tons=entonces; q=que; m=me; l=el; cn=con; dnd=dónde; cnd=cuándo, tqm=te quiero mucho,  xp=por qué, etc.
La Cantv, esa que une a la gente en las grandes colas que se forman en sus oficinas para pagar la factura del mes en pleno siglo XXI porque el correo no funciona y por la Internet usted no sabe quién recibirá su dinero en momentos en que, ¨¡No hay sistema!¨. Pareciera que ahora quisiera acabar con la telefonía fija especialmente luego que cubanos metiches espían las conversaciones de todos, pues para eso es que sirven…
Hace algunos años la dieron por llamar a mi casa de habitación durante todo el día preguntando si podían hablar con un consejero o secretario de la Embajada de Cuba.
No señora, está equivocada, esta no es ninguna embajada, esta es una casa de habitación particular…¨
-¨! Pero si en el 115 de la Cantv me dieron este teléfono ¡¿por qué no me comunica¨?!
-¨Señora, yo no tengo nada contra usted ni contra los cubanos, lo que ocurre es que el teléfono de ellos y el mío terminan en 41 y creo que de allí surge la confusión…¨
! Usted es un fresco y un desconsiderado, vaya a lavarse… ese paltó…, volveré a llamar para rectificarlo¨.
Llamo entonces a la Cantv y pregunto,
-¨Señorita, ¿me da por favor el teléfono de la Embajada de Cuba?¨
Y a qué no saben, me dieron el mío propio; reclamo…
-¨Señorita, usted está en un error ese teléfono es el de mi casa desde donde la ahorita la estoy llamando…¨.
Yo lo lamento, usted no puede saber más que mi computadora, y mi computadora no se equivoca…¨
¡Perdónala Dios porque no sabe lo que hace; no saben ni cómo alimentarla con datos ciertos…!
En lo particular pienso que la consulta médica es algo muy serio. Yo mismo durante la misma trato de limitar el número de pacientes que me llaman; aunque suelo hacerlo al finalizar la jornada, con pretendidas emergencias engañan a mi secretaria,
¿Cómo está doctor, cómo está su familia, qué de sus hijos, y de sus nietos…? Estoy en la farmacia comprando la medicina que me indicó… ¿La compro? Ah, espere un momentico que mi esposo lo va a saludar…¨
¿Exageración? ¡No hay tal, se los aseguro!
Para más colmo, existen patologías derivadas del uso de un celular, una de ellas es la llamada ¨nomofobia¨ o miedo irracional a perder el teléfono móvil; su nombre se deriva de No-Mobile-Phone Phobia. Así se define esta nueva adquisición en las patologías del desarrollo o de la tecnocracia, una enfermedad derivada del celular, así que, ¿qué propensión tenemos a padecerla?
En una entrevista a 2000 usuarios americanos usuarios de telefonía celular para conocer que tanto revisaban sus teléfonos, dónde lo hacían y cómo se sentirían si lo perdieran, una firma de seguridad móvil llamada Lookout, con respecto a ésta última cuestión, encontró que aparentemente no sabríamos cómo reaccionar y, que en la mayoría de los casos, entraríamos en pánico con sus conocidas respuestas de luchar o correr…
Las estadísticas obtenidas por ellos demostraron que la cama es el lugar más frecuente para consultar actualizaciones o responder llamadas. El excusado y una comida casual están en segundo y tercer lugar respectivamente, pero es inaudito conocer que casi una cuarta parte de los usuarios revisen sus teléfonos mientras manejan. Entre otros datos curiosos demostraron que el 58% de los usuarios de celular-habientes no tolerarían una hora sin revisar su teléfono; el 94% se preocuparía mucho al perder su dispositivo; y la reacción principal al perderlo sería entrar en pánico en un 73% y sentirse desesperado en un 14%
Quien hable por teléfono celular mientras maneja, sea un ¨manos libres¨ o no, tiene cuatro veces más posibilidades de chocar que el que no lo hace. La investigación, publicada por el British Medical Journal, concluye que "usar un teléfono sin manos no es para nada seguro".
Definieron como "intervalo peligroso" el período de 10 minutos antes del accidente. Del total de participantes, 238 (52%), tenía accesorios para el teléfono sin manos, como auriculares. ¿Resultado? "El uso de teléfono celulares por parte de los conductores hasta 10 minutos antes del accidente fue asociado con un incremento de cuatro veces en la probabilidad de accidente". Y destaca que factores como sexo, edad o el tipo de teléfono celular no afecta la relación entre uso del teléfono y el riesgo de accidente. Casi todos las personas analizadas sufrieron al menos una lesión, y la mitad, dos o más.
Un paciente le dice a su médico:
 -“Doctor,  no levanto cabeza, me río solo, no miro a nadie, no hablo con la gente, me hablan y no pongo cuidado, parezco un idiota, dígame, ¿qué enfermedad tengo, Doctor?”
          -“Un "iPhone", un "iPad" o un "Blackberry".   
Articulo recibido por correo electrónico de su autor fue publicado en Academia Nacional de Medicina. Boletín virtual. Editorial. Febrero de 2013

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