En
este artículo de Luis Machado Ordetx, que aparece en el Blog Cubanos de Kilates
encontramos algunas referencias interesantes a la práctica de la Medicina en la
Jurisdicción de San Juan de los Remedios. Ya a finales del siglo XIX los médicos
usaban las bicicletas para su trabajo, llegando los galenos a atender gracias a
la rapidez al movilizarse en bicicleta a una parturienta que resultó un parto de cuádruples; dato interesante
es que en Remedios a finales de siglo XIX con 41 mil habitantes había más de 60
médicos ejerciendo. Pero bien veamos el artículo:
Por:
Luis Machado Ordetx
Médicos
de San Juan de los Remedios propagaron en mayo de 1894 el empleo de la
bicicleta para recorrer las comarcas cercanas con el propósito de atender a sus
pacientes. Un lustro el ciclismo había nacido en el escenario de la competición
deportiva europea, y a los galenos cubanos no les interesó desafiar el
maltrecho estado de los caminos vecinales y mucho menos los asaltos a mano
armada que, a diario, desataban maleantes circunscritos en esa jurisdicción.
El
Sinsonte, publicación remediana, en ediciones de agosto de ese año, incluye un
titular que tipifica «El furor de la
bicicleta», y resalta, como, además, «se
organizan excursiones a todas partes y aún a los pueblos vecinos; los más
entusiastas son D. Domingo Lagomasino y D. Manuel Fuentes Pando. En Placetas el
Dr. Fusté, Candela, Miguel Palacios y los niños Eugenio Escarzada y José A.
Fortún, que recibieron las primeras bicicletas que circularon por las calles de
esta población», afirma en 1930 José A. Martínez-Fortún y Foyo en los
Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción.
La
Exposición de Chicago para festejar el cuatricentenario del arribo de Colón a
tierras americanas y el encuentro entre dos culturas, propició un auge
inusitado en la promoción de la bicicleta, equipo rodante que acortó las
distancias entre las poblaciones, así aclara el villaclareño Manuel Serafín
Pichardo, uno de los periodistas que acudió a la cita internacional en los
Estados Unidos.
También
lo sustenta Raimundo Cabrera en sus impresiones de viaje contenidas en las
Cartas a Govín (1893), especie de sustanciosas crónicas de costumbres que
enriquecen la opinión personal e impresionista con criterios recogidos por la
prensa periódica de la época.
Es
extraño que Antonio Miguel Alcover y Beltrán en la Memoria Histórica de la
Villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción (1905) no haga referencia al empleo
de la bicicleta en esa localidad, considerada junto a Cárdenas y Caibarién,
como una de las mayores animadoras del país en prodigalidad de equipos.
Tampoco
en su memorable análisis sobre El periodismo en Sagua. Sus manifestaciones
(1901) —avalado como el más amplio estudio cronológico—, hace una mínima
mención al vehículo de transporte personal de propulsión humana. ¡Resulta
extraño! En los tres territorios de la costa norte la bicicleta se instituye
como parte de las culturas espiritual y material de los viajeros.
Martínez-Fortún
y Foyo afirma que las primeras bicicletas que aparecieron en Remedios procedían
de la fábrica Michaux y fueron importadas desde San Francisco, California.
Tenían neumáticos de gomas y la tracción era a partir de la cadena desarrollada
en 1889 por John Boyd Dunlop para la denominada “bicicleta de seguridad” de Kemp Starley.
El
27 de marzo de 1894 ocurre en Remedios un suceso: los Licenciados Raymant y
Rojas Oria, médicos cirujanos, asisten a la parturienta «Da. Buenviaje
Carrillo, vecina de la calle Gloria esquina a Gutiérrez da a luz cuatro niños.
El primero fue varón, pesó 3 libras y media y nació a las seis de la mañana; la
segunda hembra, de tres libras cuatro onzas; el tercero varón, de 3 y media
libras y el cuarto de tres libras.» Los galenos acudieron al lugar montados en
sus respectivas bicicletas; lo que se consideró un acontecimiento cotidiano,
aclara Martínez-Fortún y Foyo.
San
Juan de los Remedios por esa fecha tiene más de 41 mil habitantes, indica el
ensayista, y hasta las mujeres se apasionaron con las bicicletas en el empeño
de seguir el culturismo que trazó Eugene Sandow en sus estudios prácticos.
Sin
embargo, los médicos cirujanos, latinos y renacentistas son quienes mayores
promociones hacen a la “máquina”, y lo hacen confiados de las cualidades que
deja a la fisiología, la anatomía y la terapéutica del cuerpo humano. También
la estética física entraba en la recomendación.
No
todos los residentes tenían posibilidades monetarias para adquirir esos equipos
que, por lo general, costaban menos de 60 pesos y se comercializaban en
quincallas existentes en las ciudades.
Alguien
preguntó recientemente el porqué de la discriminación conceptual entre los
facultativos. Martínez-Fortún y Foyo lo refrenda en La Medicina en Remedios y
su Jurisdicción (1930) al delimitar que los títulos emitidos por el Convento de
San Juan de Letrán, en La Habana, y también en universidades extranjeras,
principalmente europeas, incluían desde 1726 tres categorías diferentes:
Bachiller, Licenciado y Doctor. Aquí surge otra división: los médicos cirujanos
atendían todas las enfermedades, mientras los latinos aquellas internas, y los
renacentistas las externas, en casos excepcionales y de urgencias lo hacía en
heridas ocurridas en los órganos aprisionados en la caja torácica.
El
pergamino de cirujano renacentista era el que más rápido se adquiría, y agrega
Martínez-Fortún que exigía menos conocimientos y exámenes prácticos. Por tanto,
abundaban más los profesionales en esa disciplina. El Protomedicato de La
Habana veló con celo la autenticación de los títulos, incluso legitimó de falso
uno expedido a favor de Agustín Vidal España, quien el 23 de agosto de 1830
instaló un consultorio en la urbe de Remedios, territorio que hacia 1890 contó
con más de 60 galenos, 12 dentistas y sangradores, así como 10 farmacias
dispensariales que atendían predios de Camajuaní, Vueltas, Placetas,
Guaracabuya, Yaguajay, Caibarién y Mayajigua.
En
1890 los azotes de la difteria, fiebres tifoidea y amarilla, y también de la
viruela, exigieron una amplia movilidad de los médicos remedianos, quienes
gozaban de reconocidos prestigios en la provincia de Santa Clara, territorio que
con más de 280 mil habitantes, fallecieron ese año cerca de 7 mil 834 enfermos,
apunta José A. Martínez-Fortún y Foyo en la Epidemiología (Síntesis
Cronológica), publicada en 1952. Las transportaciones, por entonces, las
hicieron montados a caballo y en trenes viajeros, y luego de 1894, a zonas
cercanas, iban pedaleando en unos medios individuales rodantes que la historia
acuñó como bicicleta.
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