Warhol P.
En los
últimos tiempos, con frecuencia he escuchado decir lo mismo en una guagua que
en cualquier cola la frase: “voy a tener que mudarme para Venezuela.”
Muchas
personas hablan medio en broma refiriéndose a la atención médica que nuestro país
brinda al pueblo y que adolece de ser eficiente, así como de la cantidad de
médicos que se han ido a otros países a brindar servicio.
Resulta que
aquí si se tiene alguna dolencia, a donde primero se debe acudir es al médico
de la familia para que este remita al paciente a que saque un turno para ver a
un especialista. Lo cierto es, y lo digo por experiencia propia, que ver al
médico de la familia se convierte en una pesadilla.
Puedes llegar
y marcar en la cola a las 7 de la mañana y salir a las 12 del mediodía con una
remisión, para más tarde sacar el dichoso turno que pueden dártelo para dentro
de quince días, o sea, que si tienes algo grave, en el transcurso de esos
quince días puedes agravarte, y en el peor de los casos estirar la pata.
Pero ahí no
acaba la cosa, puede que luego de
transcurridos los quince días llegues a tu consulta y el especialista haya tenido algún problema
personal, y tranquilamente una enfermera
te comunique que debes cambiar el turno para dentro de otros quince días.
En casos como
éste, muy frecuentes por cierto, lo mejor es respirar profundo para evitar un
ataque al corazón.
Cuando
suceden este tipo de cosas, me doy cuenta de que no tenemos a quién dirigirnos
para dar alguna queja y de alguna manera solucionar los problemas. Pero es
evidente que a nadie le importa.
No hace mucho
estuve en la clínica de estomatología, cada vez que me toca ir se me erizan los
pelos porque nunca me va bien. Cierta vez me cortaron la encía con un separador
de muelas que parecía una cuchilla, estuve media hora soltando sangre.
En otra
ocasión, un empaste que supuestamente era para cerrar una muela, el doctor
distraído, sin darse cuenta lo dejó caer en mi garganta, lo escupí dos horas
después estando ya en casa.
Pero lo peor
que me ocurrió fue en una extracción, cuando ya estaba sentado en el sillón y
abro la boca para ser inyectado con la anestesia, el estomatólogo recibe una
visita inesperada y se pone a conversar tonterías.
Mantuve la
boca abierta durante veinte minutos, y como es de suponer más tarde tuvo
la necesidad de utilizar otro bulbo de
anestesia, terminé con la boca pegada a una oreja y sin poder cerrar un ojo por
tres horas, algo que contándolo ahora causa risa pero que bien pudo tener otra consecuencia.
Nada, que hay
mucho que contar sobre malas atenciones al paciente.
Ya sé que en
otras partes del mundo la atención médica es costosa. Pero por favor, me
interesa lo que está ocurriendo en mi país y no en otras partes del mundo, y es
evidente que en el sector de la salud cubana las cosas no están funcionando
como ha de ser.
Y si no lo
creen así, saquen un turno médico y véanlo con sus propios ojos, y si desean
ser mejor atendidos, no olviden llevar a su médico una merienda.
Fuente: Havana Times
Las fotos corresponde
a un hospital del sistema nacional de salud de Cuba…, el CIMEQ.
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