Cada vez que Niurka necesita vitamina C o un aerosol de salbutamol para el asma, sabe dónde encontrarlo. Primero, antes de ver a Fermín, un vendedor ambulante de medicinas, prueba conseguirlo deslizando un billete de veinte pesos en el mostrador de la farmacia estatal más cercana.
Si la dependienta abre desmesuradamente sus ojos, señal de que la cosa está mala, entonces busca al vendedor ilegal de medicinas. Casi siempre encuentra lo que busca.
Fermín trabaja en un almacén de medicamentos de un viejo y céntrico hospital habanero. Su salario de 300 pesos (16 dólares) es de risa. Pero con lo que él todas las tardes carga en su mochila, multiplica por diez el sueldo que devenga.
“Suelo llevarme vitaminas, aerosoles para los asmáticos y, cuando puedo, medicinas extranjeras de donación. También vendo por encargo. Si alguien me pide un medicamento equis y lo hay en la farmacia del hospital, desaparece como por arte de magia”, confiesa Fermín.
Los niveles de la salud pública en la isla han menguado con respecto a la década de los 80. Sin embargo, la medicina cubana sigue prestando un servicio notable a pesar de ser una nación del Tercer Mundo.
Pero escasean ciertos medicamentos. El gobierno lo achaca al ‘bloqueo’ de Estados Unidos, que impide comprar los de última generación. Pudiera ser. Aunque en las farmacias por divisas se consiguen vitaminas, antibióticos o analgésicos de firmas capitalistas reconocidas. Para paliar el déficit de medicamentos, el Estado aprueba sumas millonarias de dólares para incrementar su producción en el país.
Sonia, una farmacéutica, cree que la calidad de algunos medicamentos elaborados en Cuba deja mucho que desear. Buena parte, además, están racionados por una tarjeta entregada por el médico de familia o un especialista.
Quienes padecen de enfermedades respiratorias son los que más sufren. Hay dos clasificaciones. Tipo I y II. A los primeros se les otorga un aerosol mensual y a los segundos, uno cada dos meses.
“Casi siempre tengo que comprar aerosoles para el asma por fuera, en el mercado negro. Ya sea pagando 20 pesos a una empleada de un hospital o farmacia, o a los cientos de vendedores ambulantes de medicinas que existen en La Habana”, aclara Rogelio, asmático crónico.
Al ser Cuba una isla tropical, con una humedad muy alta, el número de personas con enfermedades respiratorias es significativo. Por tanto, los vendedores ilegales de medicamentos tienen un mercado asegurado.
Denis, uno de estos vendedores, dice que además de vitaminas, antibióticos y aerosoles, el otro producto con gran demanda son las ‘íntimas’ o almohadillas sanitarias femeninas.
“A las mujeres en edad fértil les dan un paquete con diez ‘íntimas’ al mes. Y como no les alcanza, es colosal el negocio de las almohadillas. Cada paquete se vende a diez pesos (0.50 centavos de dólar). Gracias a la venta de ‘íntimas’, vitaminas y sprays de salbutamol, en los doce años que llevo en este giro, he podido arreglar mi cuarto”, expresa Denis con orgullo.
La sanidad cubana es gratuita y sus médicos -como regla- tienen buena preparación y son esforzados. Pero a la hora de conseguir medicamentos el paciente tiene tres opciones.
La primera, adquirir en la farmacia del barrio los recetados por el doctor, si los tuvieran. La segunda, si tienes moneda dura, en una farmacia internacional puedes comprar antibióticos de quinta generación o jarabes de Johnson & Johnson. Y la tercera, recurrir a un vendedor ilegal, quien por ‘fulas’ te trae el medicamento a la puerta de tu casa.
* Periodista independiente cubano. Ha sido colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubano y la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. Fue miembro de la Sociedad de Periodismo Manuel Márquez Sterling. A partir de febrero de 2009 empezó a escribir en su Desde La Habana, su propio blog.
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