El Hospital “José Ramón Martínez” del municipio habanero de Guanajay es un lugar relacionado con mi vida de muchas maneras. En este hospital nací en octubre de 1970. Aquí cursé mi año de internado 23 años después, él me vería graduarme en el verano triste de 1994 entre los rigores del “período especial”, en el umbral mismo de la crisis de los balseros. Aquí entre mis manos murió mi padre.
Foto a la derecha. El Dr. Jimenéz Vega frente al Hospital del cual fue expulsado.
Durante 12 años, como médico del Policlínico Comunitario, hice en él cientos de turnos de guardia médica, en los que ayudé a sanar y salvar a miles de personas hasta octubre de 2006 cuando fui despojado de mi trabajo. Aquí, siendo Residente en Medicina Interna, aquel memorable verano de 2005 recibí la noticia de que se aumentaría $48.00 pesos (menos de $2.00 dólares USD) a mi salario mensual, lo cual consideré, como la mayoría de mis compañeros, una falta de respeto; mis compañeros que como yo sufrieron durante años las malas condiciones durante las guardias médicas, la mala alimentación y la carencia de más de un recurso para diagnosticar o tratar a algún paciente. Pero a pesar de todo terminamos amando este lugar pues lo vimos a través del prisma de la consagración a que nos acostumbró nuestra profesión.
Pero hoy no haré una guardia médica, no consultaré a nadie, no remediaré ningún mal, no consolaré ningún dolor humano, no salvaré ninguna vida. Hace algo más de 4 años nada de esto a mí se me permite. Cuando me dirigí a mi Ministro en 2005, como parte de aquel grupo de 300 trabajadores para hablarle sobre nuestro salario, se sintió tan ofendido que resolvió primero no responder a aquel reclamo y meses después inhabilitarme para el ejercicio de la Medicina en mi país por tiempo indefinido (ver Resolución Ministerial 248). Aquel señor decidió echar por tierra, de un plumazo, la segunda mitad de mi vida. Durante estos 4 años el Servicio de Medicina de este Hospital, del que fui separado cuando se me suspendió arbitrariamente del estudio de esa especialidad en 2006, ha enfrentado durante casi todo el tiempo necesidades asistenciales no resueltas, teniendo vacantes la mitad de sus plazas de Internista, situación que se mantiene hasta hoy. Pero a pesar de todo había que castigarme de modo ejemplarizante, no importó que para esto haya habido que cometer la más atroz de las injusticias y pisotear todos los principios éticos posibles, no importó privar al Servicio de Medicina de un Residente a punto de graduarse, había que castigarme a como diera lugar. Hoy aún continúo privado de mi trabajo por haber ejercido mi derecho a opinar. Aun así hoy me asomo a la consulta, saludo a mis colegas de guardia que me preguntan sinceramente preocupados por el estado de las gestiones para regresar a mi trabajo, les respondo que con toda certeza lo lograré y desciendo la pendiente que conduce al cuerpo de guardia sintiendo aun en el hombro esa palmada tan necesaria.
*Médico Especialista de I Grado en Medicina General Integral. Edita el Blog Ciudadano Cero.
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