Para subirle la presión a un santo .
Centro Habana, La Habana, 24 de marzo de 2011, (PD) Tengo un amigo que fue declarado hipertenso desde que tenía 25 años. Tiene indicado tomar diariamente 25 miligramos de Enalapril, para que la presión no le suba cuando se disguste o se ponga nervioso. Pero con frecuencia no hay la medicina en la farmacia donde le corresponde comprar. Ubicarla es cuestión de suerte. Quizás los farmacéuticos no tengan ganas de trabajar y no lo ayuden a localizarla. Recientemente una empleada, mientras saboreaba un helado de fresa, le dijo: “Ni la busques, que está en falta en toda La Habana por culpa del bloqueo”. Pero mi amigo encontró la medicina en otra farmacia, a menos de quinientos metros.
Hace unos días mi amigo llegó al Cuerpo de Guardia del Policlínico “Nguyen Van-Troi”, del municipio Centro Habana, con la presión alta: 130 con 180. Una larga cola esperaba por el médico. Cuando mi amigo empezó a vomitar, su esposa golpeó la puerta del consultorio para alertar al médico. Este reaccionó molesto. Le dio una pastilla y le dijo secamente: “Tómesela y espere”. Mi amigo se sentó un rato a esperar su turno, pero la peste que salía del baño aumentó su dolor de cabeza y le provocó más vómitos. Un enfermero se percató de la gravedad del asunto y bajo su responsabilidad, buscó otro médico que sin pensarlo, lo oxigenó en la sala de observaciones y le indicó un medicamento que resultó efectivo.
Foto debajo a la derecha tomada de Primavera digitial, un Servicio de Psiquiatria en Cuba, no sabemos cual es.
A la mañana siguiente, regresó al Cuerpo de guardia para chequearse la presión. La doctora le dijo: “Tú lo que tienes es que no has desayunado”. Y continuó su camino.
Mi amigo decidió ir a otro Policlínico. Cuando ya se iba, entró un caso de urgencia: un hombre con paro respiratorio. Una enfermera intentó reanimarlo con golpes en el pecho. No acudió ninguno de los Médicos que a menos de cinco metros consultaban pacientes, como si no escucharan los gritos de los familiares del hombre que agonizaba.
Mi amigo se fue al Policlínico “Mártires del Corintia”, en El Vedado. El Cuerpo de guardia estaba vacío, la consulta cerrada. Recorrió el centro sin resultados. Parecía un campamento de fantasmas. Pasados veinte minutos, apareció un galeno pelado al estilo mohicano que escuchaba heavy metal con audífonos. Después de tomarle la tensión arterial, le indicó el medicamento y con indiferencia recomendó que diera “una vuelta por ahí” y regresara una hora después. Con su malestar a cuestas, mi amigo fue en busca de la enfermera para recibir el tratamiento, pero la muchacha chismeaba por teléfono y se quejaba de los sinvergüenzas que son todos los hombres. Cuando le extendió la receta, le dijo con cara feroz: “Chico, ¿tú no puedes esperar que yo termine de hablar?”
Dice mi amigo que sus últimas experiencias, que son como para subirle la presión arterial a un santo, lo han convencido que su problema no es tan grave, que morirá de cualquier cosa excepto de hipertensión arterial.
*Periodista independiente. Reside en Centro Habana, Ciudad de La Habana, Cuba y colabora con Primavera digital.
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