Mantilla, La Habana, 2 de diciembre de 2010, (PD) El 1ro de diciembre fue el día escogido para resaltar la lucha contra el SIDA por la OMS (Organización Mundial de la Salud). En Cuba, se realizan actividades de prevención y promoción de medidas para evitar la propagación del VIH durante todo el año y estas adquieren mayor relieve en fechas aproximadas a esta efeméride.
Desde 1986 hasta el 2009, en el país se detectaron 12 217 personas contagiadas con el VIH. De esta cifra, 4938 eran pacientes con SIDA. Desde el 1ro de diciembre de 1998, fecha de la inauguración del Centro Nacional de Prevención de ITS/VIH-SIDA, se fortaleció el componente educativo del Programa Nacional de Control y Prevención de ITS/VIH-SIDA desarrollado mediante campañas de prevención y promoción de medidas sanitarias para evitar el contagio.
Estas campañas han tenido una divulgación masiva a través de los medios de comunicación, de los centros de prevención y de los Equipos de Ayuda y Consejerías por todo el país.
Sin embargo, en la población aún existen criterios discriminatorios con respecto a los seropositivos y pacientes con SIDA. En Cuba, la cifra de contagiados con VIH y enfermos de SIDA no es tan alarmante comparada con otros países del mundo, incluso de la región del Caribe. Pero la repercusión de esta epidemia en la población sobrepasa la expectativa que esta cifra revela.
El grupo de riesgo mayoritariamente afectado por el VIH es el de hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH). Pero en los dos últimos años se incrementó el contagio en mujeres a causa de contactos con hombres bisexuales.
El principal factor que provoca esto último es la expresa homofobia que todavía impregna la sociedad cubana. Este factor incide en muchos hombres a los que una sexualidad reprimida los empuja a mantener relaciones con otros hombres, además de sostener relaciones heterosexuales para representar una orientación sexual aparentemente acorde con la norma predominante en la sociedad, la considerada “normal”.
Según Michel Foucault, la normalidad es la construcción interna de las disciplinas de una modalidad humana de comportamiento. Las personas que no cumplen la regla, que no califiquen dentro de “una manera de ser inscrita en una situación definida particularmente por un conjunto de normas”, quedan fuera de los límites de lo normal y se consideran como el OTRO.
Para proseguir en el tema, debemos remitirnos a lo expresado por Arachu Castro, profesora de la Universidad de Harvard, en un trabajo sobre pacientes con SIDA. Ella explica que “ser paciente es un estado social, más que un estado biológico”. Incluir lo anterior es necesario para examinar un punto que afecta a los pacientes de VIH –SIDA en todo el mundo y en Cuba también. Resulta que los pacientes seropositivos y que han desarrollado la enfermedad son objeto de un estigma social.
La estigmatización de los pacientes con VIH-SIDA se describe como una característica que desvaloriza la imagen del individuo contagiado ante los ojos de otros. Este proceso de subvaloración incide en la autoestima, en cómo se perciben a sí mismos y obstaculiza su tratamiento y cuidados. Asimismo perjudica la modificación de su conducta personal al limitar sicológicamente la posibilidad de mantener un comportamiento sexual responsable.
Todo lo anterior invalida cualquier esfuerzo personal hacia el empoderamiento de una identidad que ha cambiado por factores del desarrollo de la enfermedad. La toma de decisiones para ejercer el control de la vida propia y la comprensión de la necesidad de asumir la responsabilidad de todos los aspectos de ésta, de su salud y de sus cuidados, queda inhabilitada por consecuencia del rechazo social.
Para tratar de evitar esto, los Equipos de Ayuda Mutua, la Línea de Apoyo a personas con VIH-SIDA, realizan actividades de promoción y prevención de salud hacia la comunidad de personas infectadas y la comunidad mayoritaria de personas supuestamente sanas.
Esta última se califica de “supuestamente sana” porque como dice la sentencia “El SIDA no tiene cara” y se oculta en cualquier persona que sin pertenecer a un grupo de riesgo, sin saberlo, pertenezca a un grupo vulnerable, entendiéndose por esto “aquellas personas que por condiciones de género, pobreza, orientación sexual y otros factores sociales se encuentran menos preparados para evitar el contagio”.
Mirar la vida del Otro, examinarlo a partir de las “normas” individuales, constituye una manera de conocerse a sí mismo mediante el prisma de la diferencia. Entonces, el reconocimiento de la diferencia, la aceptación del Otro, es imprescindible para lograr un trato más justo para con las personas que padecen VIH- SIDA.
*Periodista, escritor y profesor de idiomas. está al frente de la Fundación para la Libertad de Expresión. Colabora en Primavera digital.
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