domingo, enero 03, 2010

La Covadonga convertido en Hospital de Campaña.


Hospital de campaña
Por: Valentina Cueto
LA HABANA, Cuba, enero 2010 - Nancy se dirigió al cuerpo de guardia del Hospital habanero Salvador Allende (conocido como La Covadonga, por el nombre original dado por los inmigrantes asturianos que lo fundaron), porque sus várices inflamadas le impedían moverse, y el médico de la familia le había recomendado consultar un especialista.
Nancy se llevó tamaña sorpresa cuando la secretaria que la recibió la remitió a otro centro asistencial, porque allí sólo se atienden a los enfermos de dengue e influenza.
Como Nancy es testaruda se necesita mucho más que un no para detenerla; y bajo el intenso sol se fue arrastrando las piernas hacia la sala de Angiología, donde un espectáculo dantesco la paró en seco. A pesar de no ser impresionable, el pasillo central del inmueble, atestado de médicos y enfermeros que curaban diligentemente a varios heridos, a la vista de todos, la hizo tambalear. Acostumbrada a ejercer control sobre sus emociones, se dijo que estaba envejeciendo. Como no pudo ser atendida por un angiólogo, pues no tenía turno, se dirigió a la sala de Psiquiatría en busca de un especialista que le recetara algún tranquilizante.
Las camas vacías y el silencio que encontró a su paso la hicieron pensar en una sala de fantasmas. Su asombro fue mayor cuando descubrió a varios trabajadores que miraban la televisión: “Este hospital está atrincherado para combatir la pandemia”, le dijeron desde el interior de la sala tan pronto su figura apareció en la puerta.
El dengue, la conjuntivitis y la influenza AN1H1 están azotando a la población y el Estado se multiplica para detener el avance de tales azotes. Grandes sumas se han invertido en la compra de vacunas y fármacos; los medios alertan acerca de las medidas higiénico-sanitarias que debemos observar; se priorizan los grupos de riesgo como lactantes, embarazadas y ancianos. Al margen de la urgencia mayor, otros pacientes como Nancy deben acudir a los remedios de las abuelas: hojas de caisimón y cocimientos de tilo.
Una señora de setenta y nueve años con piernas varicosas, hipertensión y arterosclerosis, sin parientes ni recursos, no puede llegar por sus propios medios a los centros donde pueden atenderla. Nancy decidió permanecer en Cuba cuando su hijo se marchó a los Estados Unidos porque “aquí tenía la asistencia médica garantizada” y no deseaba convertirse en una carga familiar, temerosa de las dificultades que supone tener un seguro médico.

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