Caso ¿atípico? de la medicina cubana.

Hace unos días conversé por teléfono con una prima con quien no hablaba hacía 21 años. Nos dijimos «Hola». Ella lloró. Me preguntó si me acordaba de ella y su esposo. Le dije que sí, que yo tengo buena memoria. Pues, en fin, ¿cómo no voy a acordarme si cada vez que mi madre se enfermaba y la ingresaban tenía que ir a parar a su casa?

La conversación se desvió hacia otros temas. Hace años que no come carne de res, pues sólo se consigue con dólares en las shoppins, o tiendas de acceso con divisa extranjera. Pollo, media o una libra al mes, pero, como siempre, el carnicero se roba algo... Y alguna otra cosa más.

Entonces le pregunté por su enfermedad. Me dice que tiene artrosis (osteoartritis); pero, por comentarios que me ha hecho mi madre, yo sé que hay algo más. Insisto. Me habla de inflamación y desfiguración en las articulaciones de ambas piernas, ambas manos, la columna vertebral --un caso típico de artritis reumatoide--. Le pregunto por el tratamiento: «Advil, una o dos pastillas cuando aparece». «Eso no es suficiente», le explico. Entonces me pregunta si su enfermedad se cura. «No», le contesto. «Pero hay buenos tratamientos», le digo, «tienes que venir aquí.» « ¡Ay, primo...!», me dice.

Esa misma tarde me voy a la Internet buscando cómo se trata la artritis reumatoide en Cuba. Me encuentro varias páginas anunciándoles a potenciales clientes extranjeros cuál extraordinaria la práctica médica es en la Isla. En http://www.cubamedica.com/ encuentro el E-mail de la doctora Gisel Cortina. Le escribo solicitándole una explicación sobre el estado de mi prima en un país que dice tener tan buena medicina. Cinco días después no he obtenido respuesta. La verdad: no la espero.