Por:
José Ramon Ponce Solozábal.
…jamás hizo ni pensó otra cosa que engañar a los
hombres…Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe”.
Castro,
por una parte, posee rasgos que le imprimen carisma, los cuales son al mismo
tiempo, una síntesis de las características del cubano promedio, lo cual lo
hace representativo de éstos. Seguro de sí mismo, astuto, oportunista,
analítico, ágil, táctico, pragmático, rápido de pensamiento, e ingenioso para
salir de situaciones difíciles. Además, tenaz, perseverante, quimérico,
obcecado, y emocionalmente controlado ante las situaciones que lo requieran;
pero sin dejar de ser agresivo.
Por
otra parte, a diferencia del ciudadano cubano promedio, Castro posee
evidentemente una personalidad psicopática. Carente de una mínima noción de
lealtad, a no ser hacia quien manifiesta "entrega"
incondicional y servil. Carente de sensibilidad afectiva, a no ser para
desplegar su rencorosa venganza contra todo aquel que disienta de él o no siga
su dictado, sea alguien de la población, lacayos de su gobierno, presidente
norteamericano, ruso, u otro.
De
frialdad inaudita para deshacerse de quien considera enemigo. Astuto y ladino
para no "mancharse las manos de sangre", instando apenas sin
palabras a otros a que actúen según sus deseos, y de un modo que si algo sale
mal no existen pruebas para inculparlo.
Algunos
asesinan por equivocada convicción o fanatismo. Otros asesinan por odio,
intransigente apasionamiento como en crímenes pasionales, y los hay movidos por
el terror. No faltan los que albergan tendencias sádicas y deseo patológico de
agredir. Claro está, se hallan quienes venden su alma al diablo, y se prestan
para las peores atrocidades a cambio de prerrogativas. Dentro de estas
categorías se encuentran muchos gerifaltes del castrismo.
Pero
Castro es diferente. Ordena o promueve asesinato con la indolencia de quien
siente el desprecio por la vida humana, sin sentimiento, escrúpulos ni
remordimiento alguno. Su emoción se limita a primitivas, aunque calculadas en
función de sus propósitos, reacciones de ira desenfrenada. Por mantenerse en el
poder no vacila en derramar la sangre necesaria pero la exclusivamente
necesaria, y luego esconder su culpabilidad en el crimen.
Castro
nunca ha sido, en sí mismo, capitalista, fascista, ni comunista, él siempre ha
sido único, total y exclusivamente "castrista". Solo cree en
sí mismo, solo sigue su propio dictado. Nunca tuvo ideal ni objetivo social, y
su propósito ha sido la toma avasalladora del poder, edulcorada por faz
inconmensurablemente demagógica.
Los
supuestos beneficios para el pueblo cubano no han sido más que para dejar la
impronta de su liderazgo con el fin de consolidar su poder. Es de las personas
que no hace ni dice nada sin tener un calculado trasfondo. Tal como se comentó
en mi círculo familiar: escuchar sus discursos para entender entre líneas lo
que realmente tiene en su mente en ese momento; esto ha operado a través de la
historia con otros dictadores también en cuanto las masas comienzan a percibir
la realidad.
Algunos
extranjeros, supuestos conocedores de la realidad cubana pero obviamente sin
saber nada de ella, han afirmado el comprometimiento de Castro con su pueblo,
hasta el punto de considerarse su protector. Eso es rotundamente falso, él
siente profundo desprecio por los cubanos, deviniendo en odio feroz en la
medida en que es objeto de su rechazo.
Un
signo característico de Castro consiste en llevar los acontecimientos con
magistral habilidad al borderline, sobre la cuerda floja, asegurado con
una confianza extrema en sí mismo. Así lo hizo cuando los fusilamientos al
inicio de la revolución, la crisis de los misiles rusos en el año 1962, la
indolencia ante la calamidad del pueblo cubano, cuando mató al General Arnaldo
Ochoa, y durante los éxodos masivos por la bahía de Camarioca (Matanzas, año
1965), puerto de El Mariel (Pinar del Rio, año 1980), los “balseros" (La
Habana, 1994), entre otros trágicos episodios; muchos no conocidos.
Lleva
al pueblo de Cuba hasta el extremo de su agonía, evaluando hasta dónde llega.
Cuando la situación es crítica "abre la olla y deja escapar el
vapor", como dijo una escritora cubana. Al normalizarse la situación
la vuelve a cerrar.
Buen
conocedor del efecto del derramamiento indiscriminado de sangre evita por
cualquier medio aparecer como sangriento. Mata solo cuando vislumbra la
posibilidad, aun cuando sea lejana, de ver en peligro su poder, y de manera que
difícilmente podrá comprobarse su culpabilidad; a menos que no le quede
alternativa.
En
ese caso brota su inconcebible brutalidad en toda magnitud, y lo hace de tal
forma que otros son los culpables, se escuda detrás de supuesta justicia,
espera que haya consenso que lo apoye, presiona sutilmente para inducir a otros
a tomar la decisión, o en última instancia se comete el crimen con tanta
precisión que apenas quedan pruebas de su participación.
A
Castro no se le puede combatir por medio de guerra frontal, en ella se siente
como pez en el agua. El "pecado original" de quienes lo han
enfrentado durante décadas es haber utilizado las mismas armas conque él ha
vivido siempre y de las cuales es Maestro. Esto se evidencia desde sus días
gansteriles en la Universidad, guerra para tomar el poder, y alargado
antagonismo con los Estados Unidos.
Es
difícil encontrar en la historia un líder gubernamental tan calculador, cruel y
desalmado, pero al mismo tiempo tan mendaz que haya sido capaz de engañar al
pueblo cubano y a los pueblos latinoamericanos, y haya sido capaz de utilizar
como marioneta a los Estados Unidos, y aún a la misma Rusia; Unión Soviética a
la sazón.
La
refinada manipulación de la población llega hasta el punto de que
paradójicamente en los cubanos coexiste odio visceral hacia el régimen,
mientras se mueven como zombies al ritmo dictado por quien lo dirige. Una
mirada retrospectiva a los acontecimientos del mundo demuestra que ningún líder
ha sabido asaltar el poder absoluto tan magistralmente cómo Castro, nadie ha
sabido actuar con tal precisión que no deja el más mínimo cabo suelto.
A
todo ello se agrega otra característica de Castro, semilla profunda que yace en
el fondo de su ser y que, como factor fundamental, regula su gestión. Es la
integración, por una parte, de una infancia espiritual, social y culturalmente
empobrecida, con un carácter campesino a ultranza, en aisladas montañas de la
Sierra Maestra, la parte más oriental y subdesarrollada de Cuba. Por la otra,
su actitud terrateniente de la más rancia arrogancia y prepotencia, heredada de
su padre. De ello resultó ser un individuo ajeno a elevados índices
humanísticos, como la estética, poética, literatura, arte, arquitectura, y muy
especialmente, desprecio al esplendor habanero. Esta esencia en su
personalidad, subyacente en su mente, ha sido factor fundamental en la demolición
de la nación cubana
*Tercer
fragmento del libro: “Al final del arcoíris, Contraespionaje y mecanismo de
poder en Cuba” Dr. José Ramón Ponce Solozábal.
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