Por: Dr. Jesús Bravo Espinosa.
Después de la vacunación, cartas de Salud Pública
proponiéndome la dirección del Hospital de Camagüey –que rechacé- después del Hospital de
Ciego de Ávila, que también rechacé argumentando – Yo adolecía del ingrediente
necesario para dirigir algo, que no fuesen mis propios pasos-.
Llega el
ataque a Playa Girón, un jeep del ejército se detiene en mi bohío, Dr. Bravo
Ud. ha sido designado médico de un batallón de apoyo en Girón, con el grado de
teniente. ¡Caray qué honor que me hacen! Me hizo recordar los últimos días de
la dinastía Romanov, año 1917. Rusia en plena revolución, el Zar Nicolás II
abdica a favor de su hermano Michael II – Caray qué favor me hace mi hermano-
los bolcheviques asesinaron al zar y a su familia para después encargarse del
desafortunado Michael II.
Pedí dos horas para despedirme de mi familia, “doctor
de aquí a Girón, lo sentimos mucho” me responde el militar que hace de
jefe. Al llegar me recibió el capitán Genio, asesino de la Sierra Maestra y
ayudante de Raúl Castro, guajiro alto, delgado, de ojos azules, penetrantes y
por supuesto analfabeto. Me muestra la metralleta y el uniforme de teniente que
debo usar, “lo siento capitán, el bisturí y el estetoscopio o la metralleta
y prefiero los primeros”. El capitán
algo molesto me dice “A Ud. también le van a disparar” -me dijo- “A
no dudarlo capitán y además prefiero mi ropaje de médico rural”. Fueron 45
días indescriptibles de un médico en un batallón cuyo capitán y soldados lo
consideraban apático a la Revolución ¡no podían rotularme de otro modo!
Al día 45 a
las 2 de la mañana me va a buscar al
batallón un jeep del G-2 (DSE) y sin mediar palabra durante todo el viaje, me
llevan a la comandancia provincial. El capitán Genio había informado a sus
superiores los episodios que me tipificaban como desafecto a la
Revolución. En presencia del comandante,
éste se banqueteo halagándome con todo tipo de improperios,
vilipendiándome y vituperándome, vociferando que me iba a fusilar. Yo estuve
calmo todo el tiempo, confiando bajaría el voltaje de afrentas, hasta que no
pude más y más alto le grité, lanzando el jipijapa al suelo –que me fusilara-.
En eso surgió la voz salvadora del jefe de Medicina Rural
que había sido invitado por el comandante y yo lo conocía del Hospital “Calixto
García”, por supuesto, tan comunista como el comandante mismo. “No le haga
caso comandante por favor este médico tiene un excelente expediente en la
medicina rural y yo le garantizo a Ud. que no es contrarrevolucionario”. “Entonces
retíralo de mi presencia” y de nuevo me devolvieron al Batallón.
Termino la
medicina rural y fui a La Habana a recuperar la plaza en el Hospital “Calixto García”,
pero ya la había perdido en manos de médicos revolucionarios. Entre 1963 y 1966
comienzo a ejercer en Ciego de Ávila; fueron tres de los años más felices de toda mi historia. Mi consulta
siempre llena en las tardes; por las mañanas en el Policlínico, pagando las
guardias del hospital al Dr. Aragón.
Conozco a
una jovencita de 17 años, estudiante del Instituto, tez rosada, inocente, dulce
y tierna como jamás conocí, ¡era tierna y pura como el Ave María! Visito su
casa tratando a su padre de un infarto del miocardio. Día a día en la puerta de
su casa me despedía, imbuidos de esa dulce y extraña sensación que nadie jamás
ha podido definir. Visité su casa como novio por primera y única vez en mi
vida. Más nunca visité casa alguna en calidad de novio. La única novia, sin
mimos ni pasión, solo era amor.
Por mi culpa, por mi grandísima culpa, por mi mea
máxima culpa, como un relámpago en cielo claro y estrellado, se interrumpió el
amor por poco usarlo, solo mi inmadurez de aquellos tiempos pudiera explicarlo.
Fue aquel noviazgo fugaz como susurro sin luz y sin aliento. A muchos les habrá
sucedido cosa igual, pero yo llevé en el pecado, en el mío propio……sempiterna
penitencia.
Ha pasado
un tiempo prudencial, casi dos años, es domingo en la tarde y voy a la matinée
del Iriondo, me detengo un rato en la taquilla, “no señorita yo no soy un
médico espiritista”. Ya me lo habían preguntado varias veces. Entro, luces
apagadas, recorro el pasillo en total oscuridad, con mi mano izquierda tanteo y
logro encontrar un asiento libre y me siento. Acto seguido murmullo y cuchicheo
de las chicas de alante y detrás. Ya puedo atisbar a mi alrededor las
chicas volteaban la cabeza, pero ¡Dios mío! me he sentado al lado de A……, este
asiento seguro es de su novio que aún no ha llegado o habrá salido tal vez de
momento a algún lado. La adrenalina, noradrenalina, ácido vanillyl mandélico y
33 derivados corticales más se vertieron en mi circulación, sudoración profusa,
casi me da un síncope, me levanto a duras penas y arrastrando mis pies, salgo
por donde mismo entré, no me detuve hasta Honorato Castillo 110 Norte, nuestra
casa. En esa época era yo emperador de la timidez a escala mundial.
Pido
permiso de salida, la jerarquía del Partido y Salud Pública se quieren reunir
conmigo: el jefe del partido, el Dr. Navarrete, el Dr. Castellanos, la Dra.
Forn, etc. Me piden reflexione (de ahí vienen las reflexiones de Fidel), y
reconsidere no abandonar el país, que yo era un médico producto de la
Revolución, así me dijo el jefe del Partido. Señor, yo estudié durante la
dictadura de Batista (debí decir la petit dictadura) con múltiples becas, la
Revolución me quitó la plaza en el Hospital “Calixto García”, ganada por
expediente y actualmente les trabajo gratis. “Doctor la Revolución es muy
rica para que Ud. le trabaje de gratis”. Pues sepa que soy más rico que la
Revolución, les veo 20 turnos en el Policlínico todos los días y, mi salario se
lo entrego entero al Dr. Aragón por las guardias del Hospital ya que debo
acompañar a mi madre por las noches por mi hermano enfermo.
Al otro día inicie mi castigo en Guayacanes y después
6 años en Baraguá, arropado por sus amables coterráneos.
Ahora estoy
en el cuerpo de guardia del Hospital de Baraguá, son las 2 de la tarde, entra
el capitán Botello con su grupo de acólitos, había sido rozado en la cara por
una hoja de caña. Salud Pública nos había enviado un memorándum días antes
–todos los pacientes que necesiten suero antitetánico después de las 12 M
deberán regresar al día siguiente de 8 a 12 M. La enfermera lo cura y le dijo
que volviera al día siguiente por el suero antitetánico. No lo hice porque el
señor representaba la antítesis de lo que ideológicamente pensaba de la A a la
Z, era por el memorándum aplicable a todos los ciudadanos de a pie en el
Central Baraguá y por extensiva a su propia persona. Dos horas después el Dr.
Navarrete (director municipal de Salud Pública) aparece en el Hospital
reprochando a la directora la actuación mía negligente con el capitán Botello.
Después de salir el Dr. Navarrete, la directora me cuenta el motivo de su
visita. Acto seguido le dije que cuidara mi guardia que iba en mi carro por el
Dr. Navarrete. Salgo a toda velocidad y lo paso en la Carretera Central y tuvo
que detenerse, lo saqué del auto por el cuello ante los ojos atónitos de él
mismo y de sus acompañantes, dos de ellos, amigos míos, me conminaron que lo
soltara con la misma tonadita de siempre- que me podía costar la salida- lo que
allí expresé a gritos solo lo saben ellos y ……la Carretera Central.
El 9 de
enero de 1971 a las 4:00 am, los pacientes esperando fuera del Hospital para
turnos; 6 años de castigo, 1 año de medicina rural, 45 días en un batallón sin
interludio entre tanta desesperanza y abismal espera. Concibo la idea de
volverme loco, no de hacerme el loco, que para volverse loco solo es menester
pretenderlos, del resto se encarga el sistema solar hormonal. Piñazos, golpes
de todo tipo a las paredes divisionales se suceden acompañados de gritos y
exclamaciones. El administrador del Hospital: “Bravo contrólate que te puede
costar la salida” La salida, siempre la salida, para un castigado la salida
implicaba sumisión, servilismo, miedo inusitado, claudicación del estereotipo
que tipifica tu personalidad, incondicionalismo, conversión total y absoluta en
una masa amorfa, en fin, la no persona.
Los pacientes afuera comenzaron a corear y gritaban en mi defensa, me
apoyaban se sentían identificados con mi decisión de no trabajar para el tirano
ni un día más.
Una hora después llega el G-2 (DSE) de Ciego de Ávila
con Osbel Rodríguez, yo trataba a su familia en Ciego de Ávila, “Bravo
arregla todas tus cosas que te vas mañana para Varadero, tu salida llegó hace
dos años, pero estuvo retenida por Salud Pública”.
El 11 de
enero caminaba por las calles de Miami, pero recuerden: no siempre volverse
loco da idénticos resultados….. (Los electroshocks).
Hago el curso de la Escuela de Medicina para el examen
“Foreign”, dos veces me llevan al
podio a felicitarme por haber alcanzado el 1er. Lugar. Saco el Board de La
Florida y el Board Nacional de Medicina Familiar, el mismo año. Dos veces se me
ofreció en el Hospital Mercy el puesto de Chairman del Departamento de Medicina
Familiar, pero nunca acepté. Trabajé 28 años en mi oficina y en el Mercy
Hospital (donde actualmente soy Médico Honorario) y me retiré en el año 2002.
Final.
Foto: Portada del Libro: Peripecias de un médico rural en la Cuba de
los Castro y mucho más.