jueves, agosto 17, 2017

Recetas para abortar…, en la Rumania comunista de Ceaucescu

Hambre y seda (fragmento)
Herta Müller
“Trabajé en una fábrica de maquinaria pesada. En la oficina, en la mesa de al lado, escuché la siguiente conversación: «Buenos días. ¿Siguen vendiendo bordados hechos a mano? Las medidas son 29 por 2. ¿Y cuánto cuesta? De acuerdo. ¿Cuándo puedo recoger el bordado? Sí, a las diez estaré allí». Era una compañera de la oficina la que decía esto. Tenía un hijo. Tenía veintinueve años y estaba de dos meses… las medidas del bordado. Con quien hablaba era con una mujer que practicaba abortos clandestinos. Costaba cinco mil leí (el sueldo de dos meses). Mi compañera de la oficina dio suerte. El aborto no dio complicaciones. Cuando volvió a quedarse embarazada, seis meses más tarde, se practicó el aborto ella sola con el tubito de plástico de las agujas de hacer punto en redondo. Con el mismo tubito me lo hizo también a mí un año más tarde en el baño de la oficina. Me lo metió en el útero y lo llevé tres días y tres noches. El extremo que quedaba fuera iba pegado al muslo. Durante esos días tenía que llevar falda para garantizar que entraba aire en el útero. En un segundo aborto lo hice todo yo sola. Mi compañera sólo me prestó su tubito de plástico. Con la puerta de la casa cerrada con llave, me senté en el baño por encima del espejo, que había colocado en el suelo. Me metí el tubito en el útero.
Un conocido mío decía: «Cuando mi mujer se queda embarazada no es ningún problema, nos vamos a casa de mi suegra el fin de semana. Con levantar la puerta del sótano veinte veces, listo. Si es que hay que tener recursos». Yo no conocía directamente a su mujer. Me preguntaba si ella era capaz de contarlo con tanta ligereza.
Al igual que los rumores sobre el estado de salud de Ceaucescu circulaban las recetas para abortar:
introducir en el útero jabón de pastilla, molido como si fuera harina
introducir en el útero limón o zumo de limón
introducir en el útero el tubo de plástico de unas agujas de hacer punto en redondo
levantar muebles pesados tan alto, tantas veces y durante todo el tiempo que se aguante
inyectarse dosis excesivas de diversas sustancias dos veces con un intervalo de tres días
tomar una dosis excesiva de las pastillas para el estómago que entraban en el país de contrabando desde la Unión Soviética y se vendían en el mercado negro: durante veinticuatro horas, dos pastillas cada dos horas. La fiebre, los espasmos del estómago y los fuertes vómitos provocaban el aborto. Las pastillas recibían el nombre de «caramelos rusos».

Estas recetas no sólo se transmitían en voz baja. También se aplicaban. Se empezaba con la más inocua y, a medida que aumentaba la desesperación, se pasaba a las más arriesgadas. Día tras día, estos métodos abortivos provocaban la muerte a cientos de mujeres. Todavía no se sabe cuántas mujeres morirían a consecuencia de la ley del aborto rumana. Cuántas morirían solas en sus casas, cuántas en el hospital, bajo la mirada de los especialistas en interrogatorios. No se llevaba ninguna estadística. Al igual que los preservativos y la píldora, también estaban prohibidas las estadísticas. La muerte de estas mujeres se anotaba en las estadísticas oficiales bajo diagnósticos falsos. Los médicos que registraban muchos nacimientos podían contar con gratificaciones y con una carrera floreciente. "

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