Por: Dr. Eloy A González.
Dónde fue a parar la magia de los muñecones. Dónde
fueron a parar tantas canciones. Dónde las navajas y las bengalas estallando. Y
Tata Güines y El Perico está llorando. Carnavales, Frank Delgado
La Zafra de los 10 millones,
ya fracasada, continuaba aun cuando el estratega
mayor de aquella contienda había anunciado que sencillamente los 10 millones ya no iban. Había pasado unos 20 días
y el regreso a La Habana parecía remoto.
Me albergaron en el
campamento sede del Contingente Lenin, esto cerca del poblado del Yaguabo. Era
un campamento muy grande que disponía de todos los recursos y donde estaba el Puesto de Mando y en estos “puestos de mando”
no faltaba nada. Aquí vas a estar hasta
que te ubiquen me dijeron. Los colegas que estaban allí se mostraban
recelosos considerando que su posición estaba en peligro…, nada de esto; al día
siguiente me llevaron para un campamento cañero hacia el sur entre el Yaguabo y
Cauto Cristo, comenzaba mi segunda experiencia
en aquel acontecimiento desastroso que fue la Zafra
del 70.
Arribamos por un angosto
terraplén al campamento “Las 44” que
en realidad era dos campamentos, alrededor todo era campos de cañas y un canal
de regadío. El campamento principal tenía unos 150 macheteros y el otro unos 80
macheteros; la mayoría de ellos cansados de meses de fatigosas jornadas de
corte de caña y muchos de ellos enfermos. No disponía de un local para la
enfermería ni de un enfermero y los medicamentos eran escasos.
El problema más serio era
el número de trabajadores con Sarna, desde las lesiones más sencillas de
rascado hasta infecciones severas de la piel. Esto sobre todo en el campamento
con menos trabajadores. En el otro campamento
al problema de la sarna se sumaba
la presencia en el campamento de ratas, en número tal, que daban cuenta de los
escasos alimentos del almacén y mordían a los albergados sobre todo en los
dedos de los pies. Esa misma noche hice un informe a la Dirección Municipal de
Salud y al Puesto de Mando del
contingente sobre estos problemas que
entregue al jefe de servicios. Al día siguiente ya en la tarde tenía todo lo necesario
para el control de la infestación por Sarna y la infestación por ratones que,
por razones que no podía explicar, solo estaban en un campamento. Me enviaron
para esto un raticida anticoagulante muy
conocido: walfarina; solo que debía de esperar al trabajador sanitario para emplearlo.
Los hombres fueron puestos
en fila al regresar del trabajo, solo cubiertos con su toalla; toda la ropa de
cama y su ropa pasaron a ser hervidas en
grandes calderas preparadas para eso, cada uno era responsable de su ropa. A cada
uno se le entrego un jabón de Lindano que debían usar para bañarse y guardar si
les quedaba; cuando terminaban de bañarse recibían de mis ayudantes un apósito
o algodón empapado en Benzoato de Bencillo con Clorofenotano que pasaban por su
cuerpo por debajo del cuello y debían esperar a que se secara. Se ponían las
ropas recién lavadas, hervidas y secas; al día siguiente se repitió esto. A los
trabajadores con graves lesiones de infecciones se les dio algunas dosis de
Oxitetraciclina, antibióticos tópicos y un permiso de 4 días para ir a sus
casas con toda la ropa; sabía que la mayoría no regresaría y era lo mejor para
ellos.
Para la plaga de ratas el
sanitario me enseñó a preparar un cebo con maíz molido grueso y residuos de
grasa de los calderos a lo que se añadía la walfarina en una proporción
aproximada, se hacían bolas que se secaban. En dos noches poniendo estos manjares fue suficiente para terminar la
plaga de ratas. En la mañana los trabajadores se levantaban sorprendidos al ver
los cientos de ratas y ratones muertos.
El resto de los días
pasaba en completo aburrimiento. Me contaban aquellos hombres que llevaban meses
trabajando sin descanso y lo que significó la noticia de que no llegarían a
cumplir la meta de los 10 millones de toneladas de azúcar. Estoy seguro que
muchos se alegraron, pero algunos se fueron en las noches a los cañaverales donde
trabajaban hasta el amanecer ayudado por las luces de los tractores y los
camiones. El tractorista que me enseñó a manejar y pescaba conmigo en el canal
fue uno de ellos, no se reponía del fracaso.
Dos semanas después ambos
campamentos fueron trasladados para uno mejor, justo frente a la carretera
central y con mejores condiciones. Los macheteros estaban contentos aunque la
comida era escasa; uno huesos nadando en un caldo negruzco y rancio era con
frecuencia lo que se encontraban los macheteros cuando llegaban de los cañaverales
cansados y hambrientos. Eso sí, trajeron desde Manzanillo un Órgano
Oriental que garantizaba la música todas las noches acompañando la algazara con
abundante ron, aguardiente o alcohol traído directo de las destilerías.
Drogados se acostaban hasta el día siguiente que regresaban a los cortes. Teníamos
el órgano cerca de la enfermería, lo que supone que aquello era una tortura.
Trabajaba conmigo un viejo
enfermero que decía contar con muchos créditos pero que nunca vi. Era bastante
diestro en las curaciones pero disponía a su antojo de todo. Empezó a emplear
un tratamiento que consistía en extraer sangre que mezclaba con antihistamínicos
parenterales o corticoides y le inyectaba vía intramuscular al trabajador, lo
vi hacer esto en dos ocasiones y le dije que no siguiera haciéndolo. Cuando se terminó
la Poción Jaccoud y los anticatarrales orales, le dio por exprimir los tallos
de las matas de plátano y mezclarlo con el alcohol de uso medicinal que
teníamos. En las tardes cuando escaseaba el aguardiente y empezaba a sonar el órgano
oriental hacían fila los macheteros, todos tenían “apretazón en el pecho”. Había allí una cantidad increíble de medicamentos
a nuestra disposición que tal vez superaba lo de la farmacia más próxima.
En el periodo de la Zafra
de los 10 millones se puso a disposición de esta meta, por aquellos días ya rematada
por el fiasco, todos los recursos del país. Los organismos del nivel central “apadrinaban” centrales azucareros. Muy
cerca de nuestro campamento organismos
de turismo apadrinaron el Central
Cristino Naranjo. Un día fueron allí los
dirigentes, esos que pasean, hablan, andan con agendas pero no cogen una mocha ni a jodia. En el batey del central con
un público animado por el alcohol y las promesas el dirigente con voz jubilosa anunciaba
que pronto se construiría una Pizzería en el batey, en ese momento
grita una vieja desde el público afirmando: “¡qué
bueno, así no tienen que ir a hacerlo a los cañaverales!”. Es que eran
tiempos de sacrificio pero también de gozadera;
que el cañaveral en Cuba siempre ha sido escenario del criollo himeneo.
Elba Pérez, Reina del Carnaval de La Habana en el 1970
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Un día me sorprendió que
nadie había salido para los cañaverales, había mucho contento en los macheteros,
entonces Larramendi el jefe de servicios vino a darme la noticia de que regresaban
todos ese mismo día para Manzanillo; “usted
viene con nosotros médico”, así me dijo,” “¡no me digas!, ¿qué voy a hacer a Manzanillo si mi brigada esta en Holguín?”,
“pues nosotros si nos vamos”..., agregó.
Dicho y hecho en pocas horas estaba solo con mi maleta y mi mochila en aquel
campamento, cayendo la tarde y sin saber qué hacer. En la enfermería quedaban todos los medicamentos
que tenía bien ordenado, quien sabe que harían
con ellos.
Caminé hasta un pobre
bohío cercano y les pedí al campesino que me cuidara mi equipaje; cuando salí a
la carretera tome un Ómnibus que me llevo a Holguín donde estaba mis “jefes” que no eran otros que los mimos
dirigentes de la FEU-UJC del curso. Al día siguiente regrese con ellos a buscar
mis pertenencias y me dejaron en el Policlínico de Cacocún; diez días después
me entregaron un pasaje para regresar a La Habana. Había terminado para mí la
Zafra del 70; significo 9 semanas que no me enriquecieron en nada.
De la Zafra vi las desigualdades,
el sacrificio, el desorden y la inopia colectiva. Vi pobres macheteros
separados de sus familias, sufrientes, enfermos, mal alimentados y maldiciendo
la hora en que se habían metido en aquello, o los habían metido. Vi también
gentes creída de una revolución que comenzaba
a dar cuenta de sus propios hijos, y aun
así, ya empezaban a cantar aquella canción que decía que…, puede que algún machete/Se enrede en la maleza, /Puede que algunas
noches/Las estrellas no quieran salir. /Puede que con los brazos/Haya que abrir
la selva Pero a pesar de los pesares, /como sea Cuba va, ¡Cuba va! Sí tal
vez Cuba VA…, pero los 10 millones no fueron.
Dicen los entendidos que alguien dijo que no iban, no fue el
estratega en Jefe que dijo siempre lo contrario, para después decirnos que
bueno…, convertiríamos el revés en
victoria. Que pasó lo que pasó porque había cañas pero no había centrales,
dicen los expertos. Que el concepto de
Revolución que existía hasta ese momento, de haber logrado la victoria en todo,
chocó con la realidad……., porque de repente los
cubanos de aquella época nos encontramos con un machete en la mano en el
proceso de la zafra. Se cerraron centros de diversión, de recreación, en cierta
medida se dividió la familia cubana, porque si alguien estaba cortando caña un
año no podía atender a su esposa. En algunas oportunidades ese proceso llevó a
hechos heroicos, pero también a mucho oportunismo. Sufrimos demasiado tratando de conseguir una meta,
pero nos la creímos. Todo esto dicen planificadores de ayer que sujetaron a
todo un pueblo y los lazaron a un descalabro económico y social.
No regresé a mi pueblo de
inmediato, caminé por una Habana marchitada y gris como nunca la había visto. La
capital con la Zafra había recibido una estocada de la que nunca se
recuperaría. Pero se movilizaba el circo para aligerar el desánimo de tantos.
Los carnavales como se venía anunciando serían como la zafra, los mejores y más
jubilosos, que es como decir: si no tenemos los 10 millones, tenemos unos carnavales
que le van a roncar…,
Camine toda la Rampa desde
J hasta Malecón donde ya los carnavales comenzaban aquella tarde, fueron según supe
unos carnavales de navajazos. La música de una conga pegajosa que sonaba por toda La
Habana: “El perico esta llorando”, de
la autoría e interpretación de Tata Guiñes era el sonido distintivo; se asegura
que esta fue proscrita porque hacía referencia al anuncio del dictador cuando
no se logró la meta de los 10 millones…, entonces la conga le contestaba: “Tápale la boca a ese perico, que está
llorando con la maraña que ha hecho y está gritando”.
Hubo, carnavales, Reina de
belleza, congas, navajazos y enajenación para la isla en peso. Atrás quedaba el
fracaso…, regrese a mi pueblo, aquello era mucho
con demasiado.
01.03.2017©
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