viernes, octubre 08, 2010

El recorrido de un paciente con un ataque cardiaco por los hospitales habaneros.

Costos irreparables.
La Habana, Cuba, octubre 7 de 2010. (PD)Prefiero mil veces pagar los servicios médicos y que me atiendan como es debido,” dijo José al recordar aquella noche en que por un presunto infarto recorrió varios hospitales de la capital.
Tras un fuerte dolor en el tórax, un electro que según criterios del técnico indicaba infarto y un suero anticoagulante en vena, José fue remitido desde la policlínica que le prestó los primeros auxilios en el pueblo de Managua, hacia el Hospital Nacional, en el municipio Boyeros, donde recién se había habilitado una sala de Cardiología.
No, aquí no puede quedarse”, expresó el médico mientras observaba a José acostado en una camilla. El familiar que sujetaba el suero y el ambulanciero también estaba alarmado. ¿Y ahora que hacer?
La sala está cerrada, así que será remitido para el Hospital Julio Trigo” argumentó el galeno, que sin mirar el papel del electro, los conminó a continuar viaje.
Refiere José: “De nuevo en la ambulancia, los baches de las calles retumbaban en mi interior. Al llegar, el cuerpo de guardia del hospital estaba tenebroso. La luz de las lámparas era escasa y la carencia de agua se notaba por el mal olor. Tuve que esperar porque no había especialista. Un enfermero me quitó el suero al bajarme de la ambulancia y otro me lo volvió a poner después. Al pasar un rato llegó el médico y rápido nos mandó para otro hospital, el Clínico Quirúrgico de 10 de Octubre debido a la falta de condiciones en el Julio Trigo”.
Luego de algunas horas de haber salido de su casa, José logró al fin que lo atendieran. En una sala de terapia intermedia le pusieron un suero de nitroglicerina que, afirma, le causó un fuerte dolor de cabeza.
El enfermero tenía un aliento etílico que mareaba, me dio muchos pinchazos para cogerme la vena,” contó, al tiempo que mostraba su brazo como si aún estuvieran ahí los hematomas. “Por fin llegó el médico. Era una persona mayor, creo que un profesor. Con gran desempeño tomó la tira de papel del electro y comenzó a leerlo. Minutos después de reconocerme me dijo: Señor mío, quien le dijo que padece un infarto ese no es médico ni sabe ver un electro. Pero además con todo el recorrido y los trabajos que debe haber pasado, ya estaría muerto.”
Un intercambio de sonrisas entre los dos hombres selló con felicidad esta historia. Pero por desgracia estos casos no siempre terminan así.
Hace algunos días, una mujer de 38 años llamada Ailin que residía en la calle Escobar en el municipio Centro Habana, trató de tener su bebé en el hospital “América Arias” (Maternidad de Línea), en la barriada capitalina del Vedado. Cuentan que estuvo catorce horas esforzándose para el parto pues los médicos pretendían que el alumbramiento fuera natural. Al cabo de ese tiempo, decidieron practicarle la cesárea. Afirman que padeció desgarramientos interiores, después de la operación continuaba con abundante pérdida de sangre. Fue nuevamente operada. La dirección del hospital decidió trasladarla hacia el hospital Gineco-obstétrico “Hijas de Galicia”. Allí falleció a los pocos días. Según versiones de vecinos, padecía trastornos renales producto de tener un solo riñón.
Los familiares, que hoy tratan de reclamar esta pérdida al Ministerio de Salud Pública, no han querido, quizás por miedo, ser la fuente de este lamentable hecho. Pero quizás hubieran preferido pagar el servicio médico que sufrir esa irreparable pérdida.
*Periodista independiente cubana, radica en La Habana y escribe para Primavera digital.

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